Con los pies colgando

En política, como en otras tantas facetas de la vida, hay personas que nacen con estrellas y otros no digo estrellados, pero con algo menos de fortuna. En Andalucía hay ejemplos de libro. Javier Arenas estuvo dos décadas recorriendo todos y cada uno de los pueblos andaluces sin ganar unas elecciones autonómicas y el día que logró la victoria fue para nada. Se quedó a las puertas de la mayoría absoluta, recogió el petate y se volvió otra vez a Madrid. El hombre se lo curró, puso empeño y le echó todas las horas del mundo, pero cuando las cosas no están para uno, no están para uno. Y el sillón de presidente de la Junta no estaba hecho para él.

A Susana Díaz, le ocurre justo lo contrario. De momento, lleva el viento de cola. La presidenta de la Junta ha ganado ya tres elecciones sin presentarse a ninguna de ellas. Y será como haya sido, pero tiene mucho mérito alcanzar hasta tres victorias sin personarse en el campo de batalla. Barrió en las primarias del PSOE andaluz antes de que se instalaran las urnas; su partido la encumbró en las europeas por ganar en Andalucía sin presentarse de candidata; y ahora todos le atribuyen la victoria en la elección de Pedro Sánchez como secretario federal del PSOE “desde la neutralidad activa”. Y es que cuando se está en racha, todo te viene rodado. Díaz está en esa fase de la política en que te presentas a llevar las cuentas de tu comunidad de vecinos y te hacen presidenta del Banco de España por aclamación popular.

Cuando esas cosas ocurren, los rivales más próximos empequeñecen. Estaba Juan Manuel Moreno Bonilla más feliz que una perdiz en su cargo de secretario de Estado, a la espera de que cayera Ana Mato para sustituirla, y lo mandaron a Andalucía para dirigir el PP. Al principio el hombre se lo tomó bien, mejor incluso que sus compañeros en Sevilla. Cogió el relevo con ganas, empezó a hacer sus anuncios y sus promesas, pero llegaron las europeas y su partido pinchó en hueso otra vez en Andalucía. La estrella emergente empezó a declinar hasta perderse en el firmamento andaluz. En 120 días al frente del PP andaluz, Moreno Bonilla, había logrado algo insólito, que lo conocieran menos gente que cuando llegó al cargo. Un hecho tan evidente, que el otro día tuvo que venir Rajoy en su auxilio para recordarnos que el PP seguía teniendo un líder en Andalucía. Algo de lo que empezaban a dudar hasta los suyos en varias provincias andaluzas.


Qué divertido es disfrutar de este nuevo amanecer político sentando en una ventana con los pies colgando. El panorama para los grandes partidos se está volviendo del revés, mientras sus principales actores continúan en las mismas cosas de siempre. Ya lo decía el dramaturgo inglés Bernard Shaw: “Aprendemos de la experiencia que los hombres nunca aprenden nada de la experiencia”.

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