Sinvergüenzas

Desde que se escribe desde el lenguaje políticamente correcto a los sinvergüenzas ya nadie les llama sinvergüenzas. Y mira que se trata de una palabra redonda en su significado. Dicho de una persona que comete actos ilegales en provecho propio, o que incurre en inmoralidades, explica la RAE. Una definición escueta, pero perfecta. Le podemos poner todos los nombres que queramos a los personajes del pillaje en España, pero convendrán conmigo que deberíamos dejar de usar tantos eufemismos y meterlos en un mismo genérico: el de sinvergüenzas con todas las letras.

Admito que no queda muy bonito llamar a alguien sinvergüenza en un periódico, por eso cuando se leen las portadas de los diarios esa palabra aparece siempre camuflada. Unas veces dicen que son exconsejeros de Bankia, en otras se refiere a un antiguo líder sindical, también hablan de expresidentes de comunidades autónomas o de exministros, por citar unos pocos del sinfín de ejemplos que existen. El ejercicio es fácil, allí donde ponen el antiguo cargo coloquen ustedes un sinónimo: caradura, golfo, ruin, tunante, bribón o granuja y ya verán como todo resulta mucho más comprensible.

Desde que en política se equiparó la presunción de decencia con la de inocencia, ser decente se convirtió en un asunto muy menor. Este país siempre ha sido muy propenso a homenajear al sinvergüenza de más éxito, por lo que existen muchos ejemplos de personajes que partiendo de la nada política han llegado a alcanzar las más altas cotas de la miseria humana. Y allí llevan instalados años, con sus sueldos millonarios, sus tarjetas y sus continuos golpes en el pecho. No hay nada más indigno que un tipo dando lecciones de moral por la mañana y por la noche pagando copas en un club con cargo al erario público.

Sostengo desde hace tiempo que cuando algo parece difícil de entender, lo mejor es ir al principio. Y el problema de los caraduras de Bankia tiene un origen evidente: utilizar las cajas como un apéndice de los partidos políticos y colocar al frente de ella a un tipo cuyo gran mérito era ser compañero de pupitre del presidente del Gobierno de turno. Una vez instalado allí, empezó poniéndose un sueldo de 3,5 millones de euros al año. ¿Alguien cree que, con estos antecedentes, lo demás no venía de corrido en Caja Madrid?

Cuando dentro de algunas décadas los libros de historia relaten lo que está sucediendo ahora en España, nos daremos cuenta de que este país está dando sinvergüenzas que llegaron muy lejos. Tuvimos hombres de Estado que fueron ruines, indecentes en cargos internacionales y un buen número de caraduras con sueldos millonarios y pensiones de infarto. Descubrirán, además, que todo se desarrolló de una forma políticamente correcta, con la normalidad de los que están por encima de todo, mientras los ciudadanos comíamos hierba como los perros. Para provocarnos el vómito y poder limpiarnos cada mañana el estómago después de años tragando con sacos y sacos de impunidad.
@jmatencia

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