Los regalos

Estoy plagiando a Cortázar. Piensa en esto: cuando te regalan un reloj de 25.000 euros te regalan un pequeño infierno florido, una correa de espinas, un medidor de tiempo para un calabozo de aire. No te dan solamente un reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca; no te regalan solamente un reloj que lo atarás en la muñeca y pasearás contigo. Te regalan -no lo sabes, lo terrible es que no lo sabes-, te regalan un pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero que no puedes enseñar, que hay que esconder con la manga de la chaqueta pero que luces a escondidas como un niño con zapatos nuevos. Te regalan la obligación de elegir luego el color de un coche de lujo acorde con el reloj de lujo. Te regalan el oído para tener un cargo de lujo acorde con el coche de lujo donde lucir el reloj de lujo. Te regalan una cabeza de turco y un marrón para comerte. La obligación de darle cuerda al que te obsequia. Te regalan una caja llena de favores debidos. No te regalan un reloj, tú eres el regalado.

Piensa en esto otro: cuanto te regalan unos trajes con trabilla te regalan un calvario para el futuro, un hábito que hace al monje, un pijama de rayas para una celda de mentiras. No te dan solamente un traje, que lo luzcas muy feliz y esperamos que te dure porque es de buen paño; no te regalan solamente un traje que te ceñirás con una correa y lucirás contigo. Te regalan -no lo sabes, lo terrible es que no lo sabes-, te regalan una coraza frente a la decencia y un espejo frente a ti mismo, algo a lo que tú creías que no eras capaz de llegar, algo que hay que escurrir como los bultos. Te regalan la obligación de defender lo indefendible y de justificar lo injustificable. Te regalan amigos inconfesables y amigos que son más que amigos. Cuando te regalan un traje te regalan también la obligación de lavar los trajes sucios. No te regalan un traje, tú eres el regalado.

Piensa en esto último: cuando te regalan una comisión te regalan un porvenir efímero, una escalera para alcanzar las más altas cotas de la miseria, un talonario de cheques donde acumular causas judiciales. No te dan solamente una comisión, que la gastes muy feliz y esperemos que te dure hasta las próximas elecciones; no te dan solamente una comisión que esconderás en una caja fuerte, en una bolsa de plástico o bajo el colchón de tu cama. Te regalan -no lo sabes, lo terrible es que no lo sabes-, te regalan un pedazo de la frágil democracia y un trozo de desencanto ciudadano. Te regalan un poco de lo que va quedando de ética y cuatro sobras de estética. Te regalan un puñado de votos y miles de urnas cada día más vacías. Te regalan la necesidad de mentir, la obligación de alimentar la mentira para poder engordarla. No te regalan una comisión, tú eres el regalado.

Y ahora reflexiona: cuando tú regalas el voto a un corrupto estás regalándole una patente de corso, una papeleta que esgrimir frente al folio de un sumario, una garganta con una enorme capacidad para tragar con ruedas de molino. No ofreces solamente tu voto, que el corrupto lo sume muy feliz y que la justicia no llegue otra vez demasiado tarde; no ofreces solamente tu voto sino que entregas tu conformismo ante la corrupción, los escándalos, los atropellos y las injusticias, a cambio de un cierto bienestar que es irreal, cínico y asfixiante. Regalas -no lo sabes, lo terrible es que no lo sabes-, regalas un saco de excusas y de coartadas, un pretexto para no rendir cuentas, una defensa para la cochambre en política, un subterfugio antidemocrático, una estratagema para el que te roba. Regalas un cazo para comer en la olla de los escándalos, impunidad para el partido del corrupto ante la desvergüenza, un nuevo argumento a los que se defienden diciendo que, en el fondo, todos son iguales. No regalas tu voto a un corrupto, tú eres el regalo.

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