El alcalde que robó, pero poquito.
HILARIO Ramírez Villanueva es un ex alcalde de una localidad mexicana
que se llama San Blas, en Nayarit. Este pasado año decidió optar de
nuevo a la presidencia municipal y en uno de los actos de campaña tuvo
un arranque de sinceridad que dejó patidifusos a los congregados. Desde
el atril señaló: “Me han criticado mucho, diciendo que me gusta mucho el
dinero. ¿A quién no le gusta? ¿Qué le robé a la Presidencia? Me
preguntan. Si le robé, si le robé, pero fue poquito porque está bien
pobre. Le di una rasuradita, no más una rasuradita. Pero lo que con esta
mano robaba, con la otra se lo daba a los pobres”.
El
hombre intentó luego arreglarlo, pero con escaso éxito. Explicó que le
criticaban mucho porque había robado millones del erario público, pero
ofreció una curiosa explicación para decir que eran imposibles esas
cifras: “Que me robé 120, 150 millones, ustedes lo saben compañeros, la
Presidencia está bien pobre, ojalá hubieran estado los 150 millones”.
Para poder robarlos, le faltó decir.
Como en México la
prensa se anda con menos remilgos que los medios de comunicación en
España descubrí un hecho curioso. Desde entonces, Hilario Ramírez dejó
de ser Hilario Ramírez en los titulares de los periódicos, para pasar a
convertirse en el alcalde roba poquito. Y ese es el apelativo con el que
aparece desde entonces en cualquier crónica destinada a contar sus
andanzas, ya sea en periódicos locales o grandes diarios como Excélsior,
periódico líder de la prensa mexicana.
Hace unos días
volví a tener constancia de Hilario Ramírez, a quien también se le
conoce como el Layín. Ha vuelto a disparar su popularidad en las redes
sociales. Hay un vídeo que aparece en la web de Excélsior y el titular
es bien elocuente: “El alcalde que robó poquito levante la falda a una
jovencita”. Aunque no viene a cuento esta historia, el personaje parece
tener otras cualidades igual de poco presentables que la de robar. Y es
que los hechos ocurrieron en la celebración de una fiesta de cumpleaños
con más de un millón de cervezas y delante de 50.000 personas.
A
mí la idea de cambiar el nombre de Hilario Ramírez en los titulares de
los periódicos por el alcalde roba poquito para que no haya equívocos me
parece brillante. No hay color entre un portada de un periódico
abriendo a cinco columnas con algo así como: “El ex presidente que tenía
muchito dinero en Suiza”, que esa misma portada con un titular referido
al caso Pujol. Este último no apetece ni leerlo. No es igual una
información que diga “Novedades de la trama Púnica” que esa misma
noticia con un titular algo más impactante: “Novedades sobre los
alcaldes que robaban muchito”.
Cada día se venden menos
periódicos y quizás el futuro no está solo en internet, sino en una
vuelta a los orígenes: titular mejor las informaciones y que los
lectores se enteran de lo que pasa. Les pongo otro ejemplo. ¿Qué lector
se engancha con una información cuyo titular comience diciendo Rus se
mantiene como candidato en Xátiva? Imagínense, esta segunda opción: “El
presidente que contaba billetes vuelve a aspirar a la alcaldía”. Sin
duda, este último titular es más claro para situar al lector ante el
personaje.
O el caso de los ERE. ¿Habrá algo menos
atractivo que un titular afirmando que la jueza Alaya imputa al director
general de Empleo de la Junta, cuando se podría decir Imputado el alto
cargo que repartía dinero tomándose un gin-tonic? Este último le da
como más verosimilitud al sinvergonzonerío. Lo hace más cercano. ¿Quién
lee a estas alturas del fango una información que lleva en el titular
del nombre de un tesorero del PP? Cuatro gatos. Y las cosas se van
normalizando y no nos llaman la atención. Con tanto escribir desde lo
políticamente correcto, es que ya nadie llama sinvergüenzas a los
sinvergüenzas, y los escándalos pasan sin pena ni gloria. A la pena
judicial, me refiero. La gloria la siguen teniendo en demasiados casos.
Los tesoreros del PP, a estas alturas, deberían ser algo así como los
hombres de negro del PP. O los hombres del dinero negro del PP, para no
llevarnos a equívocos con los de Bruselas.
¿Cómo
podemos, a estas alturas de lo que sabemos, seguir llamando ex
consejeros a la pandilla de atracadores que se juntaron en algunas cajas
de ahorro? Con lo fácil que sería referirse a ellos como Los cajeros
que se lo llevaban calentito. En España existe la costumbre de
orientarnos en medio del estercolero de la corrupción a través de los
nombres que le pone la policía a las operaciones: el caso Malaya,
Púnica, la Gürtel y un larguísimo etcétera que llenaría esta página. En
México, donde en casos de corrupción nos llevan todavía cierta
delantera, hace tiempo que decidieron dejar de hablar de casos y
referirse a los sinvergüenzas en primera persona. Y no por su nombre,
sino por sus hechos que es como se les conocen.
Fíjense
que aburrida está resultando la campaña electoral. Y lo divertida que
sería con un sencillo cambio: en vez de llamar a los candidatos por su
nombre, referirse a ellos por hechos concretos. El alcalde que
prevaricó, pero poquito; el candidato que cobró en B, pero muchito; el
líder que prometió muchas viviendas, pero que construyó poquitas. Una
rasuradita, nada más que una rasuradita para esta campaña electoral, en
la que se siguen mintiendo. Muchito.
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