En el PSOE nadie sabe hacer croquetas




El otro día en la sección El Comidista del diario El País, Mikel López Iturriaga escribió un artículo sobre las croquetas que, si en vez de hablar de lo que definió como la gran diva de los fritos nacionales lo hubiera hecho sobre las virtudes de un candidato para dirigir el PSOE, al primer párrafo no le hubiera cambiado ni una letra. "Crujiente por fuera, cremosa por dentro y amable receptora de los más variados ingredientes". Su autor defendía la memoria gastronómica de la receta tradicional y alababa a las personas que han tenido el mérito de mantenerla con la suficiente dignidad para no servirlas congeladas. Llegado a ese punto, no había ya dudas en el texto. En vez de hablar de croquetas, estaba hablando de ideas. En concreto, de las antiguas ideas socialistas. No de las que sirven ahora empaquetadas y congeladas. 

López Iturriaga reconocía que preparar estos fritos lleva su curro, pero no tanto como pudiera parecer. Y advertía de que las posibilidades de éxito son altas, siempre que se respeten unas normas básicas de preparación. Quizás todo el problema del PSOE, actualmente, tenga mucho que ver con las leyes de la croqueta, esa que exige paciencia, un buen trato a la masa y la capacidad de aceptar cualquier ingrediente siempre que se ponga en su justa medida. Desde hace tiempo, entre los socialistas hay un serio debate en torno a quién va a freír las croquetas, pero no dejan a los militantes participar de la elaboración de la masa. Y sobre todo, decidir qué ingredientes tendrá y cómo se presentará luego el producto para ofrecérselo a los votantes. 

De momento, en el PSOE hay tres posibles candidatos a meter las manos en la masa, aunque solo uno lo ha hecho público ya: el dirigente vasco Patxi López. En contra de lo que él mismo había dicho, López está dispuesto a liderar el PSOE que, hace tres meses, dijo que no optaba a liderar porque su "tiempo político había pasado". Es su segundo no rotundo, sin rotundidad alguna en pocos meses. López fue también el autor de una de las mejores frases contra la investidura del candidato del PP a la presidencia del Gobierno de todas las que pronunciaron dirigentes del PSOE: "Mejor pasar un mal rato en unas nuevas elecciones que avalar a Rajoy". Ni que decir tiene que acabó absteniéndose para que Rajoy saliera investido presidente. 

En política, en contra de lo que ocurre en otros ámbitos de la vida, se puede decir una cosa y hacer la contraria con una normalidad que abruma. Paxti López ha pasado de ser un referente del sanchismo, a complicar la candidatura de Pedro Sánchez. En términos gastronómicos, el que fuera presidente del Congreso ha actuado como el ayudante que echa los ingredientes en la sartén cuando el cocinero estaba esperando que se elevara la temperatura del aceite. A ver cómo se las ingenia Sánchez ahora para seguir en el fogón. De momento, el asalto de Patxi López a la cocina no ha hecho mover ficha a Susana Díaz, que dice seguir centrada en Andalucía pero sin dejar de aspirar a la secretaria general del PSOE, que es una forma muy rara de estar centrada en una cosa pero con todo el empeño puesto en otra bien distinta. O lo que es lo mismo, en el plato y en la tajada. Por lo pronto, la presidente de la Junta ha decidido seguir cocinando antes de anunciar el guiso. Eso sí, dedicada a lo que se le da mejor: a la cocina interna. 

Quizás la solución a la crisis interna del PSOE, al igual que ocurre con las croquetas, no tiene otro camino que volver a la receta tradicional. A un partido de izquierdas, a priori, se le requiere ideas de izquierda. Y el socialismo fue una opción relevante en España cuando el discurso de lo que decía se acompasaba con los proyectos que ponía en marcha cuando gobernaba. O sea, como en los buenos restaurantes. Aquellos donde el plato que te anuncian sabe a los ingredientes que lleva. 
No es la primera vez que escribo que el asunto no es tan complicado. Podrían empezar escuchando a sus propios militantes y profundizando en la democracia interna, descartando cualquier atisbo de apaño en las primarias para elegir a su líder. Un partido democrático y barones tomando decisiones que incuben a todos, son dos cosas incompatibles. Como la sal y el azúcar en un mismo aliño. Luego se trata de consensuar un guiso ideológico que ponga a las personas por encima de todas las cosas y donde la defensa de la pulcritud en la administración del dinero público esté por delante de cualquier acción de gobierno en un dirigente socialista. Todo ello sazonado con una delimitación clara entre lo público y lo privado; y rehogado con una respuesta contundente ante cualquier atisbo de corrupción, ya sea por acción u omisión. 

Y ya, muy al final de todo, se le pone nombre al que va a estar al frente de la cocina. Ese dirigente -crujiente por fuera y cremoso por dentro- que tiene que ser un amable receptor de todos los ingredientes que conviven en el PSOE. O sea, lo más parecido a una buena croqueta. 


Publicada en Málaga Hoy. Ilustración de Daniel Rosell. 

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