La felicidad del vaso medio lleno







La Consejería de Salud de la Junta de Andalucía se ha puesto las pilas y ha empezado a prometer. Dos hospitales completos para Granada, un tercero para Málaga y, a este ritmo, que nadie descarte que anuncien el cuarto hospital en cualquier provincia andaluza antes de que dispongan del segundo. Cuando se coge carrerilla anunciando cosas, Andalucía es imparable. Ya lo decía una famosa campaña de autobombo de la Junta de hace algunos años. Aquí hemos tenido siempre dirigentes muy propensos al alarde propagandístico, no habíamos acabado todavía con la segunda modernización de Manuel Chaves cuando llegó un presidente del Gobierno, el socialista José Luis Rodríguez Zapatero, y nos anunció la tercera. 

El último informe del Egopa, el Estudio General de Opinión de Andalucía, ha hecho más por la salud de los andaluces que ninguna encuesta anterior: que la sanidad se colocara como el tercer problema de esta tierra, por encima incluso de la corrupción, encendió las luces rojas en el Gobierno andaluz y ha sacado del coma profundo en el que estaban a toda la plantilla de gestores del servicio público de salud. Ahora, entre grupos de trabajo, mesas sectoriales y reuniones de expertos, esto es un no parar. No había tanto estrés en la Consejería de Salud desde que el Estado transfirió a la autonomía las competencias en materia de Sanidad, y cada semana se movilizaban los vecinos de un pueblo en Andalucía para que le construyeran un ambulatorio. 

Aquilino Alonso, el consejero del ramo, ha tardado la friolera de un año en cambiar el discurso, después de meses respondiendo a las mareas blancas que han recorrido las capitales andaluzas diciendo que detrás de ellas están el PP y Podemos. Con esa torpe actitud no daba respuesta a un problema serio para su Consejería y para el Gobierno del que forma parte. El de que los andaluces creen que el sistema público de salud en la comunidad sufre un grave deterioro. Y un año es mucho tiempo para darse cuenta de una obviedad: la crisis y los recortes han incidido negativamente en la calidad de la prestación de este servicio. Alonso, que había hecho de la tranquilidad una virtud que únicamente él entendía, anda ahora de provincia en provincia anunciando hospitales, centros de diagnósticos y planes de reordenación sanitaria como si no hubiera un mañana.
La mayor revelación de la encuesta del Egopa nada tiene que ver con los resultados electorales que pronostica. En los sondeos no acierta nadie desde hace tiempo, por lo que no hay que darle más importancia de la que no tiene. Lo realmente relevante del estudio es que los partidos políticos en Andalucía han visto en porcentajes el mosqueo que tiene el personal de esta tierra con los que nos gobiernan y con los que hacen oposición al Gobierno. Y las cifras de descontento no son pequeñas. Pero, sobre todo, han podido descubrir también la escasa o nula confianza que muestran los andaluces en que la situación revierta a mejor. A los encargados de la encuesta se les ocurrió, además, preguntarles a los ciudadanos sobre el sentimiento que le inspiraba la política y la respuesta fue demoledora: los andaluces dicen que desconfianza (38,9 %); irritación (24,9%) y aburrimiento (12,3%). Hay preguntas, que a estas alturas del hartazgo ciudadano, no se pueden hacer sin riesgo de salir trasquilado.
El problema del Gobierno andaluz que no dice la encuesta pero que se refleja fielmente en las respuestas es que apenas existe el ejecutivo andaluz. Susana Díaz tiene un páramo de consejeros a su alrededor. Igual son buenos técnicos, pero sin perfil político alguno. Administradores que gestionan regular y vendan sus logros mal o muy mal. Y eso no ocurre únicamente en la sanidad andaluza. No se trata de un asunto menor que la educación, otro de los pilares básicos de la gestión socialista, se sitúe ya como la segunda preocupación de los ciudadanos. 

Como la felicidad no es más que una actitud, está muy bien que, tanto los miembros del Gobierno como los líderes de la oposición en Andalucía, hayan hecho una lectura de la situación que sobre el estado de la comunidad refleja la encuesta del Egopa una interpretación a conveniencia. Será en todo caso, la felicidad del vaso medio lleno. Esa con la que la Junta inició este nuevo año anunciando a bombo y platillo que la comunidad había bajado del millón de parados, como si tener 900.000 y un porcentaje de desempleo lindando el 30% fuera un motivo para felicitarse de algo. O esa otra felicidad del vaso medio lleno con la que el PP se ve cada día más cerca de gobernar en Andalucía, desde un partido político que acude al Parlamento tras más de un mes de vacaciones y se olvida de enviar a la mesa las preguntas de control al Gobierno. 

La gran revelación de la Egopa es certificar con números y porcentajes que el vaso está más vacío que lleno. No un vaso, sino todos los vasos. Salvo el de la paciencia.

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