La estrategia de oír llover
El oficio de oír llover es un libro que contiene una recopilación de artículos que el escritor Julián Marías escribió en El País Semanal entre los años los años 2003 y 2005. Entre ellos se incluía uno titulado El sentimiento más verdadero.
Comenzaba así: "Hace ya mucho que los políticos elegidos
democráticamente pero con nulo espíritu democrático saben que los
chaparrones deben aguantarlos con sus paraguas abiertos, fingir que
además no llueve e incluso negarlo pese a vérselos chorreando, y esperar
a que escampe, en la confianza y casi certeza de que esto último
ocurrirá pronto o tarde".
Esperar a que escampe es la estrategia del avestruz,
pero en versión hispana. Se trata de meter la cabeza en un agujero con
la esperanza de que los líos pasen y no les afecten. Hay polémicas que
exigen una larga temporada con la cabeza bajo el ala, mientras existen
otras cuyos nubarrones apenas alcanzan una mala tarde. En todo caso, la
actitud es siempre la misma: aguantar el chaparrón, en la confianza de
que el sol siempre terminará saliendo, aunque no sea por Antequera.
En España hace ya mucho tiempo que caen chuzos de punta
casi todos los días, pero nuestros políticos se mojan poco. Este país se
rompe, desde hace años, un día sí y el otro también, y la corrupción
nos inunda por tierra, mar y aire, pero no llueve sobre ellos a
cántaros. Y debería lloverles a cántaros. En materia de sinvergonzonería
diluvia sobre mojado, de ahí que aguantar el chaparrón se haya
convertido en un arte, aunque sea un mal arte democrático. Se eluden
las responsabilidades, de la misma manera que uno se quita las gotas del
chubasquero: a manotazo limpio.
Aguantar es sostener, sustentar y no dejar caer. Esos
hacen ellos. Pero aguantar es también tolerar, reprimirse, contenerse y
callar. Y eso otro, lamentablemente, hacemos los ciudadanos. La
política se ha convertido en un ejercicio de aguante y gana el que más
resiste. Mariano Rajoy mantiene la presidencia del Gobierno y el
liderazgo en el PP con un enorme ejercicio de aguante. Una operación de
resistencia frente a todo, sean chuzos de punta o sea una lluvia fina.
Dirige un Gobierno que se va a pasar la legislatura esperando a que
escampe. Que escampe la crisis, que escampe en Cataluña, que escampe en
los juzgados… Chorreando y con los pies llenos de barro, pero fingiendo
que no llueve.
No es el único. Demasiados políticos en este país
sacan el paraguas antes de que llueva. Por eso se ha perdida una
necesidad democrática: la de ofrecer explicaciones. Da igual una trama
de corrupción; unos contratos a dedo a tu pareja; un curso pagado con
dinero público; un Jaguar en el garaje, un monumento a la ineficiencia…
Da igual que sea una mentira comprobable; una verdad a medias; una
posverdad o una enorme milonga… Nadie explica nada. La consigna es
aguantar, y esperar a que escampe. Que escampará, pronto o tarde. Con
esa confianza actúan: la fragilidad de la memoria.
Seguimos aceptando como normal cosas que no son
normales. Y en una normalidad democrática, un cargo público está
obligado a dar explicaciones sobre su acción y también sobre su
inacción. No digo nada sobre cualquier duda en el manejo de dinero
público, de lo que debe estar dispuesto a responder por hasta el último
céntimo de cada euro que gaste. Y en esto no hay excepciones. Han sido
muchos años de mirar distraídamente el uso que muchos políticos han
hecho de nuestros presupuestos, como para no haber aprendido todavía la
lección: se ha gastado a espuertas y muchos han metido la mano en las
espuertas.
El oficio de oír lloverera un artículo que
daba título al libro de Javier Marías. Por él, le dieron el Premio
Nacional de Periodismo Miguel Delibes. Contaba una comparecencia del por
entonces portavoz del Gobierno del PP, Eduardo Zaplana, en una rueda de
prensa, donde eludió una pregunta sobre el conflicto de Oriente Próximo
con una respuesta de merluzo. O sea, una incongruencia en la que no
decía nada. Le llamó la atención a Marías que ni solo sólo de la
veintena de periodistas que estaban delante le reprochara semejante
vaciedad. Oyeron al ministro, relataba el escritor Marías, como el que
oye llover.
Y ese es el gran problema de todo: que los políticos
se pasan el día esperando que escampe, mientras el periodismo,
demasiadas veces, se limita a oír llover.
Publicado en Málaga Hoy. Con ilustración de Daniel Rosell.
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