El garbo de Paco de la Torre







No hay un acto en Málaga al que no asista Paco de la Torre, el alcalde de la ciudad. Paco no es una licencia del periodista que suscribe, sino el nombre con el que todo el mundo se dirige al primer edil. Paco es famoso por acudir hasta a tres cenas en una misma noche. En una se come el primer plato, el segundo en la siguiente y el postre en la última: un poleo menta. En los tres actos De la Torre es capaz de saludar uno a uno a los comensales de cada mesa, de ahí que se diga con cierta sorna y mucha exageración que, De la Torre, tras 17 años en el cargo le debe haber dado la mano, en al menos una ocasión, a casi todos los malagueños. Y lo que resulta más increíble, para el segundo encuentro se acuerda del nombre de pila de la mitad de ellos. Es envidiable su memoria. 
 
Cuando llegó a la alcaldía en sustitución de Celia Villalobos anunció su disposición y ganas de trabajar para hacerlo "igual o mejor" que su antecesora en el cargo, pero admitió que nunca sería capaz de competir con ella en una cosa: "Nunca podré superar su simpatía y su garbo personal". Con 75 años y sus eternos trajes grises, De la Torre hace ya tiempo que perdió la batalla del garbo, pero habrá que reconocerle que nunca dejó de intentarlo. En su larga trayectoria como primer edil se ha vestido de todo: de bañista, con gorro y slip de nailon; de motero, con cazadora de cuero; de verdialero, con gorro de cintas; de gruista, con casco; de sultán, en carnavales; de aviador, en una acto del ejército; de ciclista, en la inauguración de una pista de Skate Park... Y así hasta el infinito. La fototeca de De la Torre es inabarcable en poses y vestimentas. 

Es muy difícil competir con un alcalde con un grado de conocimiento que supera el 90%. Sobre todo si a los aspirantes a sustituirle, dentro y fuera de su partido, no lo conocen ni en su casa a la hora de comer. De la Torre acaba de anunciar su intención de presentarse a la reelección en 2019 por quinta vez consecutiva, lo que le enfrentará al tercer candidato del PSOE en 18 años, a más de media docena de portavoces socialistas que huyeron en cuanto le ofrecieron algo mejor y, sobre todo, a una larga lista de aspirantes a delfines de su propio partido que han ido cayendo mandato a mandato. El último, el propio presidente del PP en Málaga, Elías Bendodo, que justo hace un año anunciaba que contaba con el aval de Paco de la Torre para sustituirle, como si el alcalde hubiera tenido alguna vez intención de tener un sustituto. 

No es la primera vez que escribo sobre la operación salida del alcalde de Málaga que diseñaron Elías Bendodo y su jefe de filas en Andalucía, Juanma Moreno Bonilla. Se trata de un ejemplo de libro de cómo hacer mal las cosas. Anunciaron un relevo para alguien que no quería que le relevaran y terminaron pidiéndole que no se fuera a quien no tenía intención alguna de irse. Por eso ahora De la Torre tiene la sartén por el mango para presentarse y para hacer su lista. Y que nadie lo dude: será un proceso divertido para él y menos divertido para Bendodo, que tendrá que desdecirse de algo que lleva años repitiendo: ocho años como límite de presidente de la Diputación.

La última vez que presencié un discurso de De la Torre dijo hasta en cinco ocasiones que estaba terminando ya, pero seguía hablando y hablando sin parar ante la desesperación de los asistentes al acto. El alcalde de Málaga hace tiempo que no sabe despedirse. Menos aún, de sus aspiraciones para continuar al frente de la ciudad. Está convencido de que la transformación de Málaga es obra suya. Y está más convencido todavía de que nadie más que él puede continuar su proyecto. Esa es la razón de peso que le ha llevado a tomar una decisión tan arriesgada para él. Hasta el 80% del escrutinio en las pasadas elecciones municipales, De la Torre no sólo había perdido la mayoría absoluta sino la posibilidad de repetir en el sillón con el apoyo de Ciudadanos. Las encuestas auguran que su partido, el PP, está en caída libre y está por ver una futura disposición del partido de Rivera a salvarle los muebles ante un mal resultado. 

Además su actual mandato, al que todavía le queda algo más de un año, está siendo frustrante. Un cúmulo de proyectos empantanados con un denominador común: su empecinamiento en sacar adelante los temas sin pactarlos con la oposición, a pesar de no disponer de mayoría. Y lo que resulta más grave en términos democráticos: una dejación absoluta sobre los acuerdos adoptados por el pleno del Consistorio, donde las mociones aprobadas desde la oposición caen casi todas en saco roto. 

El alcalde de Málaga ha hecho oídos sordos a su familia, a su partido y a la mayoría de los medios de comunicación, casi unánimes en considerar un desacierto su continuidad. Lo primero es una cuestión privada. De lo segundo y lo tercero -partido y periodistas- hace tiempo que dejó de interesarles sus críticas y sus opiniones, saliendo sus logros, como salen, en medios nacionales e internacionales. De la Torre ha logrado todos los retos que se había impuesto: ser el alcalde que lleva más años como primer edil de Málaga en democracia; ser el candidato que logró superar en ediles la mayoría absoluta que alcanzó Celia Villalobos; y, sobre todo, colocar la ciudad en el mapa nacional en una posición de privilegio. 

¿Por qué repetir entonces ante el riesgo de salir por la puerta de atrás? De la Torre es un político perseverante y tenaz. Y quizás, solo quizás, busque lo que se planteó como un imposible cuando llegó a la alcaldía: superar en garbo a Villalobos a la edad de 80 años, que son los que cumplirá si termina la próxima legislatura asido a la vara o al bastón. Al de mando, claro. 

Publicado en Málaga Hoy. Con ilustración de Daniel Rosell. 

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