Discursos en serie

Cada vez que un dirigente político anuncia que en 2014 la prioridad será el empleo, estamos ante una señal inequívoca de que mantener el suyo será el objetivo esencial de su mandato. Nadie promete trabajo con la intención de perder luego las elecciones y quedarse sin el suyo —al empleo inherente al cargo, me refiero—. Por eso, todos los discursos institucionales de fin de año vienen de serie con la preocupación por el paro y con la necesidad de cambiar el modelo productivo.

Cambiar el modelo productivo es una gran quimera. Está únicamente en la imaginación del que lo propone. En Andalucía llevamos media vida hablando de I+D, energías renovables y turismo de calidad y en cuanto escampa un poco, volvemos a coger el palustre para levantar un edificio en mitad de un zona verde. No existe un país donde a sus gobernantes les guste más un plan general de ordenación urbana. Si pudieran, algunos cambiaban la vara de mando por un cartabón nada más instalarse en el cargo. Hace unos días, empresarios marbellíes anunciaban los primeros síntomas de recuperación económica en esta ciudad, y a la semana siguiente el Ayuntamiento ya estaba anunciando la posibilidad de levantar un rascacielos.

No hay cambio alguno de modelo productivo sin el acuerdo con los agentes sociales. Y en Andalucía, también, estamos a la vanguardia. Desde el año 1993, se han firmado siete acuerdos de concertación con empresarios y fuerzas sindicales. En total, 128.000 millones de euros destinados a reactivar la economía con un resultado espectacular: una tasa de paro del 36,4%. Del último de los acuerdos no queda casi ninguno de los firmantes: José Antonio Griñán abandonó corriendo la presidencia de la Junta; Santiago Herrero huyó del liderazgo de la patronal andaluza y Manuel Pastrana salió pitando como secretario general de la UGT Andalucía.

Ese último incluía 350 medidas, pero lamentablemente apenas han trascendido algunas: las comidas con langostinos en la Feria de Sevilla, los maletines falsificados y, cómo no, el palustre. Los empresarios, en cuanto cogieron las subvenciones, se echaron al sector de la construcción. O sea, al I+D del ladrillo. Eso sí, con las energías renovables más renovadas que nunca. El balance de 20 años de concertación en Andalucía ha logrado la unanimidad de todos, pero en su contra. “Necesita abrirse en canal” (Susana Díaz, presidenta de la Junta), “está muerta” (Antonio Maíllo, coordinador regional de IU) y “no puede ser solo una forma de repartir dinero a manos llenas para taparle la boca a los agentes sociales” (José Luis Sanz, secretario general del PP-A).

Por todo esto, cuando en su discurso de fin de año la presidenta de la Junta, Susana Díaz, anunció su intención de cambiar “lo que haga falta para acabar con la lacra del paro”, debió ser algo más precisa en la fórmula que piensa utilizar para alcanzar tan noble y necesario propósito. Resulta poco concreto el anuncio de que apostará por un nuevo modelo económico —¿cuál?— y por cambios que no impliquen retrocesos —¿cómo?—. A tenor de las palabras de Díaz, parecía que el paro había brotado en Andalucía por generación espontánea. Algo así como que la crisis hubiera dejado sin empleo a 1,4 millones de andaluces que llevaban toda la vida trabajando.

De momento, la gran revolución de Díaz al frente de la presidencia de la Junta es la de hacernos creer que antes de que ella llegara al poder, la comunidad autónoma llevaba tres décadas gobernada por el PP. Más que la sustituta de Griñán, Chaves y Rodríguez de la Borbolla, Díaz parece que accedió al cargo tras Javier Arenas. La presidenta andaluza habla como si el pasado no fuera con ella. Y aún reconociéndole su empeño en mirar hacia delante, habría que advertirle que la herencia recibida es obra de su propio partido: el PSOE. Por ello, sería deseable que dejara los discursos en serie, y actuara ya de una vez en serio ante esta insoportable lacra del paro.


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