El mayor fiasco andaluz
Con tan
sólo el 2,79% del capital del Banco Mare Nostrum, CajaGranada se
gestiona desde Murcia. Con la integración ahora en Bankia, la entidad
granadina desaparecerá. Su peso en el capital de la nueva entidad
resultante estará muy cercano al cero. A la nada, que rima con Granada.
La caja única andaluza o la gran caja de Andalucía es uno de los grandes
fiascos de la autonomía, una idea que se abortó por la falta de
diligencia del Gobierno socialista, la escasa altura de miras del PP y
la conjunción de algunos de los mayores problemas de esta comunidad: los
localismos, el intento de la política por controlar todos los
mecanismos de poder -las cajas, eran uno de los principales- y un eterno
debate cateto, ese que originó que lo único importante en el proceso
era determinar dónde se ubicaba la sede de esa futura entidad, si en tu
casa o en la mía.
Cuando Manuel Chaves lanzó la idea de la fusión de
las cajas andaluzas cometió un error inicial. Ni negoció antes con los
otros partidos ni sondeó a los cajeros. El PP se tomó el asunto como un
intento de los socialistas de aumentar el control de las entidades y se
opusieron con todos sus medios a la iniciativa, retorciendo incluso la
ley para, en el caso concreto de Cajasur -entidad dependiente de la
Iglesia-, sacarla del ámbito del control financiero de Andalucía. Los
cajeros, por su parte, interpretaron la propuesta como una ofensiva
contra sus reinos de taifas económicos. Y se atrincheraron en sus
despachos, a los que habían llegado a propuesta del propio PSOE.
Curiosamente, el mismo partido que les reclamó, sin éxito alguno, una
operación de calado para la economía andaluza. Todos se lanzaron en
contra de la iniciativa de la misma manera: apelando a los localismos
más rancios.
En el Ayuntamiento de Málaga, los dos grandes partidos,
PSOE y PP, exigían que la sede estuviera en Málaga. En Sevilla, esos
mismos partidos, votaban mociones para que se ubicara en la capital
andaluza. Y eso se hizo en cada Ayuntamiento y en cada Diputación. En
todas las instituciones se aprobó que la entidad resultante debía estar
en el siguiente portal de la casa de cada uno de ellos. En Granada, se
firmaba el pacto del Saray, por el que ambos partidos se repartían el
poder en la entidad, mientras se apelaba al granadinismo frente a
la invasión de los bárbaros de otras provincias andaluzas. En Cajasur,
en Córdoba, el asunto llegó a clamar al cielo. La caja cordobesa no era
ni de Andalucía ni de este mundo. Y así discurrió el debate durante más
de década y media. La crisis económica, primero, y la crisis bancaria,
después, destapó la realidad que había detrás de tantas banderas
localistas: entidades al borde de la quiebra, cajas atragantadas por una
indigestión de ladrillo y un buen número de políticos y ex cargos
públicos recolocados cuyo única preocupación era su sillón y sus
privilegios.
Cajagranada le dio un portazo a la fusión y optó por
negociar fuera de Andalucía. El tiempo ha demostrado que fue un error de
bulto. Poco a poco ha ido perdiendo presencia, hasta prácticamente
desaparecer ahora con su integración en Bankia. Caixabank se hizo con
Banca Cívica, donde se integró Cajasol, en una de las operaciones más
baratas de las realizadas en el sistema financiero español. Y,
finalmente, a Cajasur se la comió Kutxabank, que llevaba como regalo un
agujero de más de 2.000 millones de euros. De todo aquello, apenas
quedan ya fundaciones. Y quizás de ellas, la Fundación Cajasol, es la
única que tiene garantizada su supervivencia con recursos propios. Las
otros dos, estarán siempre al albur de los consejos de administración de
la entidad de la qué dependen.
El resultado final es desalentador. De las cuatro
entidades andaluzas de las que se habló de una posible fusión, sólo
Unicaja mantiene su sede en la comunidad autónoma. Esta entidad se ha
convertido en un banco que mantiene unos buenos ratios de solvencia,
pero que ha bajado varios puestos en el ranking de los que cuentan con
más activos de España ante la concentración que se ha producido en el
sector. Con su salida a Bolsa -el viernes dio un nuevo paso fijando para
el 26 de abril la fecha de la Asamblea General que debe ratificarlo-
podría garantizarse su futuro más inmediato. El fiasco de las fusiones
se convertiría en un desastre para la economía regional con cualquier
otra operación que conllevara que la gestión de Unicaja no se mantenga
en Andalucía.
Lo más llamativo de todo este proceso es que se ha
desarrollado sin que apenas pasara nada. Ni en el ámbito público ni en
el privado. Por eso, algunos de los protagonistas de este mayúsculo
error siguen bien acomodados, mientras a otros les cuesta soltar el
mando. Alguien podría decir que en un mundo globalizado y con las
concentraciones bancarias, tarde o temprano iba a pasar lo que al final
ha ocurrido con estas entidades. Quizás sea verdad. Tan verdad como que
todo este fracaso compartido ha vuelto a demostrar algo que ya sabíamos,
las dificultades que tiene Andalucía para lograr forjar una identidad
conjunta y dejar atrás esa suma de localismos que no conducen a nada. Ya
sólo faltaría insistir en los errores cometidos.
Artículo publicado en Málaga Hoy. Ilustración de Daniel Rosell.
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