Los "pentiti" cantan canciones de desamor
Soy un
mafioso" admitió al comienzo de su confesión, que duró 45 días seguidos.
Se llamaba Tommaso Buscetta y fue el primer gran arrepentido de la
mafia en Italia. Comenzó a cantar los secretos de la Cosa Nostra en el año 1984 y sus palabras permitieron meter en chirona a más de 500 mafiosos. Le llamaron el pentito dei pentiti (el
arrepentido de los arrepentidos, en su traducción del italiano) y se
llevó por delante al mismísimo Giulio Andreotti, siete veces primer
ministro de este país, tras acusarlo de tener conexiones con el crimen
organizado.
Buscetta, o Don Masino como también se le
llamaba, fue un arrepentido de película. De película mafiosa. El
producto de un cambio legal que se realizó en 1978 en Italia para
estimular con reducciones de penas a aquellos que confesaran su delito y
delataran a sus cómplices. Ocurre también en España. El que fuese
fiscal jefe de Cataluña, José María Mena, escribió un artículo sobre la
figura del arrepentido recordando que hasta 1995 había una circunstancia
atenuante que permitía rebajar la pena si el delincuente, antes de
empezar el proceso, confesaba su delito. Era una especie de dimensión
moral, derivada de lo que se denominaba como "impulso de arrepentimiento
espontáneo".
Aquella moralidad fue perdiendo valor y hoy es
indiferente esta circunstancia. También el momento de la confesión, que
se permite incluso con el juicio iniciado. Por eso, advertía el fiscal
Mena, hay arrepentidos que buscan únicamente una ventaja personal en el
proceso. O lo que es lo mismo, salir del charco colocando el ventilador
sobre compañeros y socios, con el riesgo de que el "más malo no solo
pueda quedar sin castigo, sino que podría ser también recompensado por
su delación".
En España a cantar se le llama también tirar
de la manta. Y aunque tenemos una larga tradición de personajes que han
amenazado con tirar de ella en reiteradas ocasiones, la realidad es que
la manta sigue cubriendo demasiadas tramas oscuras. Los sinvergüenzas de
este país, en vez de tirar de la manta, son más de tirar la piedra y
esconder la mano, por eso la figura del arrepentido tiene escasa
consideración social ya que suelen ser muchos más sinvergüenzas que
arrepentidos. Además, aquí se estila muy poco lo del arrepentimiento
espontáneo. Y no digo nada de atribuir la delación al concepto de
moralidad, ya que eso sería partir de la premisa de que tienen moral.
Con todo, llevamos un mes de febrero cargado de arrepentidos. Hay pentiti
en la Gürtel, en Púnica y en Lezo. La cantata más espectacular la
ofreció Ricardo Costa, el ex secretario general del PP valenciano. Y en
la Operación Triunfo de los juzgados de la Audiencia Nacional han cantado
El Bigotes y los Francisco, Correa y Granados. Este último llevó sus
confesiones hasta el terreno del amor. Una excepción, ya que en realidad
los arrepentidos en España siempre cantan canciones de desamor. Desamor
a las siglas en las que militaron; a las personas que "más quisieron"; a
"sus amigos del alma"; a los empresarios a los que exigieron
"donativos, o a esa Cosa Nostra que no quieren que sea suya.
En
contra de lo que ocurre en otros países, en España nuestros
arrepentidos se arrepienten de todo, pero no devuelven lo robado.
Todavía no ha llegado ni un solo personaje a un juzgado con un maletín
para decir: "Robé tantos millones y aquí traigo los billetes. Voy a
empezar a confesar". Aquí confiesan pasados unos años, cuando se ha
metido el dinero a buen recaudo. Y si pillamos algo de lo robado, es por
pura mala suerte del trincón o porque la Policía no es tonta. Por
voluntad propia, ni uno. Ni arrepentido ni sin arrepentirse, que una
cosa es la moralidad y otra perder los ahorros apalancados para mantener
una buena calidad de vida después del talego. Ninguna pena es eterna.
Les recuerdo que todavía estamos esperando localizar el botín de Luis
Roldán y hace siete años que salió de prisión tras 15 de condena.
Hay muchos modelos de arrepentidos. En el sumario de
los ERE, el principal imputado, el que fuera director de Trabajo de la
Junta, Francisco Javier Guerrero, también se ha arrepentido. Se ha
arrepentido de haber hablado. Ahora se ha vuelto mudo. El locuaz alto
cargo de la Junta, del que llegamos a saber hasta cómo de gordas se
podían comer las vacas asadas, ha decidido guardar silencio. Y si en un
momento habló, no fue porque quiso. Fue porque la tiraron de la lengua:
la presión mediática y la policial, dice. Hasta seis veces contó lo
mismo. Y en seis declaraciones judiciales diferentes. Ya debió de ser
fuerte la presión que tuvo que soportar el hombre para "cantar" tantas
veces sin querer hacerlo.
Don Masino murió a punto de cumplir 72 años en
Estados Unidos, donde se refugió en varias ocasiones tras sus
confesiones en Italia. Tuvo una vida de novela: varias identidades, tres
matrimonios y siete hijos. Qué cutres estos arrepentidos nuestros, que
van a un juicio a arrepentirse y terminan contando que fulanito estuvo
con menganita.
Publicado en Málaga Hoy. Con ilustración de Daniel Rossel.
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