La clave no está en el olvido

Hace cuatro años, cuando el Partido Popular arrasó en las elecciones generales y el PSOE las perdió de forma contundente, escribí que ambas formaciones políticas, una desde la victoria aplastante y otra desde la derrota, tenían que acometer una profunda renovación de sus estructuras internas y de su forma de hacer política para poder seguir sobreviviendo en un país que estaba cambiando a pasos agigantados. Como todo nuevo ciclo tiene un inicio, en España el punto de partida fue el 15M, aquel movimiento que provocó que miles de españoles salieran a la calle para vociferar a los dos grandes partidos una frase de apenas tres palabras: "No nos representan". Fue la reacción a meses de hartazgo hacia una clase política encastada y enquistada en el poder, y a una España carcomida por la corrupción, en la que se iban sucediendo casos y casos de sinvergonzonerío con la tolerancia de los dirigentes de los partidos afectados.

Ni el PP, con Mariano Rajoy escondido en el Gobierno y parapetado en la crisis económica; ni el PSOE, cuestionando desde el minuto cero a su propio líder, Pedro Sánchez, ha nsabido, en estos cuatro años, ver lo que se les venía encima. Y hoy, a una semana de los nuevos comicios, dan por descontado un batacazo de dimensiones históricas, da igual que ganen o no las elecciones: Rajoy, después de lograr la mayor victoria alcanzada nunca por el PP, busca ahora una pírrico primer puesto que le permita colocarse como el más votado, aunque sea con medio centenar de diputados menos y sin mayoría absoluta; Sánchez buscando mantener al PSOE como segunda fuerza política en España.

El gran cambio que se ha producido en este país no tiene tanto que ver tanto con ideologías como con una demanda social, la de lo nuevo frente a lo viejo. Y eso es especialmente significativo entre los jóvenes. Por ese espacio, justo el que dejaron vacío los dos grandes partidos, se han colado Podemos y Ciudadanos, dos formaciones políticas que, al margen de sus muchas contradicciones y deficiencias, han sabido plantear un discurso que aboga por una mejora sustancial del marco democrático que salió de la Constitución del 78. Ambas formaciones han logrado remover el escenario en el que se han simultaneado los dos grandes partidos en España, ese que llevó al mayor grado de desafección de los ciudadanos hacia la política. Y ya nada es igual. Y lo que durante muchos años aceptamos como normal, aún sin serlo, no lo es ahora. Ni la confusión entre lo público y lo privado, ni las listas cerradas, ni la ausencia de democracia interna en los partidos, ni los nombramientos a dedo, ni las puertas giratorias, ni el asalto a las cajas de ahorros, ni los diputados con negocios privados, ni la acumulación de cargos de confianza, ni tantas cosas anormales que han sido y, en algunos casos, siguen siendo tan normales.

Parece mentira que el PSOE tardara tanto en darse cuenta, si es que se han dado cuenta alguna vez. Y que lleve cuatro años en la oposición pensando en pequeño. Tan increíble como que algunos hayan dedicado tantos esfuerzos a ningunear a su propio líder y tan poco tiempo a discutir, pensar, reflexionar y examinar el porqué del distanciamiento que se ha producido entre este partido y sus votantes. Pedro Sánchez es un líder moderno en un partido antiguo. Si las cosas vienen mal dadas, quizás los socialistas deberían plantearse si el problema del PSOE es Sánchez o el problema de Sánchez es el PSOE. La cosa no está tan clara como sostienen algunos.

Más evidente está todo en el PP. Mariano Rajoy puede ganar las elecciones, pero su carrera política forma parte del pasado. Rajoy dejó de contar para el futuro el día que decidió no hacer frente a los casos de corrupción en el PP. En cualquier otro país europeo, el presidente del Gobierno no hubiera podido seguir en el cargo con un partido investigado por sus cuentas, con una sede pagada en dinero negro y con un caso de corrupción tras otro por el pago de comisiones para hacer frente a campañas electorales. Con su ausencia en los debates con los otros candidatos, Rajoy ha incumplido además una obligación ineludible en cualquier democracia moderna. Algo también impensable en cualquier otro país europeo.



Los ciudadanos han mirado con demasiada tolerancia la corrupción y con excesivo desinterés el abuso del poder. A la hora de votar, habría que realizar un ejercicio de memoria, ya que las claves de estas elecciones no pueden estar en el olvido. Mucho han cambiado los tiempos en tan poco tiempo. Por eso, con independencia de lo que pase en estos comicios, afrontamos un nuevo ciclo donde los cambios no han hecho más que empezar. Y lo viejo, será aún más viejo a partir del 20 de Diciembre.

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Publicado en Málaga Hoy 13 de diciembre de 2015. Ilustración de Daniel Rosell. 

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