El jamón de Obama


 

 

Más que la visita de un jefe de Estado, la presencia del líder de EEUU en España par la crónica sobre uno de los sucesos más surrealistas que haya presenciado un plumilla en una campaña electoral se la debemos a Alejandro V. García, un compañero periodista que ejerció durante mucho tiempo en Granada Hoy. La información a la que me refiero es de una etapa anterior, cuando escribía en El País de Andalucía. El artículo llevaba por título Jamón y en el relataba con un enorme sentido del humor un acontecimiento insólito: el acto de despedida que organizó el por entonces consejero de Agricultura de la Junta de Andalucía, Paulino Plata, a la primera partida de jamones que salieron de Trévelez con destino al mercado japonés. Alejandro V. García relataba que, en las muchas campañas electorales que había vivido - contaba que había asistido incluso a la inauguración de un retrete público-, jamás "había soñado que sus ojos cansados contemplarían a un consejero del Gobierno diciéndole adiós a un centenar de jamones serranos".

El acto se convocó un domingo de enero del año 2000 a la hora del Ángelus. Y allí estaba el consejero; el delegado del Gobierno de la Junta en Granada, Jesús Quero y los industriales jamoneros de Trevélez. En la calle, justo al lado de la comitiva, había una furgoneta donde se encontraba la embajada de jamones encargada de representar a los demás: cuatro elegantes piezas vestidas con mallas rosas y etiquetas. El momento crucial fue cuando un operario cogió los jamones y los instaló en medio de la columna de autoridades para que un fotógrafo recogiera el insólito acontecimiento histórico. Y así posaron: autoridades y empresarios sosteniendo en pie los jamones agarrándolos por las pezuñas para que no terminaran rodando por las empinadas calles de Las Alpujarras.

Tras aquel primer viaje inaugural a Japón, las autoridades de la Junta se fueron a la búsqueda de un segundo destino internacional. Y planearon una nueva embajada jamonera, esta vez a Estados Unidos, un país muy riguroso a la hora de autorizar la entrada de todo tipo de alimentos derivado de los animales, incluido nuestro preciado jamón. Al consejero, tras el éxito de la operación del Sol Naciente, se le ocurrió que para promocionar el exquisito producto nadie mejor que Antonio Banderas, que ya había sido el embajador del aceite de oliva andaluz en la país norteamericano. Para esta campaña se sugirió incluso aprovechar las bodegas de los aviones que hacían su recorrido entre Andalucía y Nueva York, para que junto a las maletas, se dejara un hueco desde el que exportar las patas de jamón con denominación de origen andaluz.

El jamón y Estados Unidos nunca se han llevado bien. Es un producto que les encanta a los americanos, pero que no hay manera de introducirlo en el país. En las aduanas de los aeropuertos americanos han sido muchos los españoles que se han tenido que pegar un atracón, ante el riesgo de que les quitaran los paquetes al vacío que llevaban como regalo. Ya saben ustedes como somos los españoles para estas cosas, antes reventar que tirar nada. La operación americana no alcanzó el éxito deseado, a pesar del buen hacer de Banderas. Lo que sí nos ahorramos fue el espectáculo de una nueva despedida. Afortunadamente no hubo que repetir en el aeropuerto de Málaga la surrealista ceremonia del adiós a una partida de jamones.

Me acordé el otro día de esta historia con la visita relámpago de Obama. Y con el obsequio con el que le agasajó a su marcha el presidente en funciones del Gobierno de España, Mariano Rajoy: un jamón, acompañado de un jamonero y un cuchillo de cortar. A pesar de que, desde hace algunos años, este producto se puede exportar a este país y se puede adquirir en un buen número de estados, su entrada sigue prohibida para uso personal. De ahí que una semana después de la supuesta salida del jamón de España, apenas tengamos noticias sobre su actual paradero. Si llegó o no finalmente a la Casa Blanca. Si hubo o no que dejarlo en la base de Rota. O si anda huérfano de pata y de comensales.

De lo que podemos estar seguros es que el jamón se fue, como Obama, sin que le pudiéramos ofrecer una mínima despedida. Un último adiós, aunque fuera rápido. Más que la visita de un jefe de Estado, la presencia del líder de Estados Unidos en España pareció la consulta de un pediatra: cada tres minutos Obama recibía a un dirigente político español y con las mismas dolencias que entraban, salían. No ha habido más que ver transcurrir la semana, para darnos cuenta de que poco ayudó el líder americano a nuestros líos patrios.


Y no pudo ser. Al final, nos quedamos sin la preciada imagen que buscábamos para la historia. Se imaginan que hubiéramos logrado una fotografía de Obama, los cuatro líderes políticos españoles, y en medio de todos ellos, esa elegante pieza de jamón vestida con su malla y su etiqueta. Asomando al mundo la pezuña.

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