Susana Díaz no estuvo allí, Moreno Bonilla sí


Susana Díaz lleva desde el lunes dando entrevistas para decir que ella no era candidata en las elecciones generales del pasado domingo. Cuando un político tiene que dedicar tanto tiempo a explicar una obviedad, es que la obviedad no es tan obvia. Resulta muy difícil convencer a nadie de que la persona que decidió asumir casi en su totalidad el protagonismo de la campaña electoral en Andalucía no tiene responsabilidad alguna en los resultados obtenidos, por mucha que no fuese en la lista. La presidente de la Junta no tuvo ningún problema en hacer valer la única victoria del PSOE en Andalucía en las elecciones generales del pasado mes de diciembre y ni iba en la candidatura ni entendió que ese hecho le incapacitara para hacer valer el peso del PSOE andaluz a nivel federal.

A Juanma Moreno Bonilla, mientras tanto, le está pasando lo contrario. El líder del PP no para de ofrecer entrevistas para apuntarse el resultado electoral en Andalucía. Desde que en febrero de 2014 llegó a la comunidad autónoma como nuevo presidente del PP, no se ha visto en una igual. Llevaba acumulando derrotas como las coleccionaba su antecesor en el cargo, Javier Arenas, y el domingo se encontró con un hecho casi insólito: el PP vencía al PSOE de Susana Díaz en Andalucía. Según Moreno Bonilla: "Son muchos, y cada vez más los andaluces que quieren un cambio". Esta frase debió decirla Arenas, en sus años como dirigente regional, entre un millar y dos millares de veces.

A las resultados electorales les pasa como a los datos del paro, que cuando son buenos son fruto de las medidas contra el desempleo que impulsa el Gobierno andaluz; y cuando son malos, consecuencia de las políticas de austeridad del Gobierno central. Ocurre lo mismo, aunque al contrario, cuando la valoración la hacen dirigentes del PP. Participar de las victorias y salir huyendo de las derrotas es uno de los primeros mandamientos que aprende un dirigente con aspiraciones. Tan es así, que ha dado lugar a una de las frases más testadas en la historia del pensamiento político: la victoria tiene cien padres y la derrota es huérfana. La tentación por zafarse de un descalabrado electoral está en la naturaleza de un político y la ilusión por compartir una victoria congrega a miles de dirigentes en los festejos.

Escuchando esta semana a Susana Díaz y algún que otro barón socialista sin baronía zafarse del resultado electoral, me acordé de la derrota de España frente a Italia y pensé del ridículo que sería ver a Vicente del Bosque o a los miembros de la Federación Española de Fútbol recorriendo las redacciones de los diarios deportivos para explicar que el día del partido ninguno de ellos estaban en el once titular que se enfrentó a Italia. El PSOE en Andalucía está en su derecho de interpretar los resultados como le plazca, pero resulta patético escuchar a los secretarios generales repetir en cada provincia andaluza los mismos argumentos que la presidenta de la Junta para justificar la derrota, como si no hubiese provincias andaluzas donde el PSOE lleva perdiendo elecciones desde antes que supiésemos que Pedro Sánchez existía.

Los festejos de Moreno Bonilla por la victoria del PP en Andalucía también tienen su gracia. Extrapolar el resultado del domingo a unas elecciones autonómicas es un error de bulto, porque los comicios se celebraron en unas circunstancias muy excepcionales, tras meses sin Gobierno y con un ambiente donde el discurso del miedo a los radicales caló muchísimo entre una parte sustancial del electorado. A Moreno Bonilla, dos años y medio después de su aterrizaje en Andalucía, aún le queda por articular un discurso potente frente a los socialistas, más allá de las denuncias constantes a la corrupción de los ERE y las irregularidades en los cursos de formación que, con toda la razón que tienen en ello, no es alternativa alguna de Gobierno.

Los resultados del pasado domingo han frenado lo que todo el mundo daba por hecho: la muerte de Sánchez, el mantenimiento de Andalucía como la reserva espiritual del socialismo en España y la ascensión de la presidenta de la Junta a la dirección federal del PSOE. Todo puede que termine ocurriendo igual, pero no será tan inmediato. O igual será de otro forma. Al menos hasta entonces, Susana Díaz debería ponerse, de una vez, a gobernar. Estamos sufriendo los andaluces una de las legislaturas más planas que se recuerdan y uno de los gobiernos con menos pulso que hemos tenido en tiempo. Ahora mismo cuesta trabajo reconocer por su nombre a tres o cuatro miembros del ejecutivo.



La decisión de la presidenta de la Junta y del PSOE andaluz de hacer valer su peso político en el partido a nivel nacional es muy legítimo, siempre que no olviden que los andaluces le dieron sus votos para gobernar Andalucía no para gobernar al PSOE.


 Publicado en Málaga Hoy. Ilustración de Daniel Rosell. 

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