Rato y los de la Gürtel no se merecen este ninguneo
eN el mes trágico del PP, la principal víctima ha sido Pedro Sánchez. Al ex líder del PSOE le obligaron a dimitir en plena vista oral de las tarjetas black, en medio de la decisión de una juez de imputar al PP por el borrado de los discos duros de Bárcenas y en la antesala del inicio del juicio por la trama Gürtel, que ya es mala suerte que a un partido le dé un ataque de responsabilidad en medio de tanto irresponsabilidad de su rival. Ya saben ustedes de la querencia de los socialistas por montar un lío entre ellos cada vez que la actualidad se empeña en situar en primera página una polémica del PP. Para estas cosas, en el PSOE han sido siempre muy primitivos: más vale que se hable de nosotros, aunque sea para bien del PP.
La operación achicharramiento de Sánchez le ha salido al PP a pedir de boca. Vamos, que si en vez de los barones la dirige directamente Rajoy no consigue tantos propósitos a la vez. Rajoy ha logrado que durante estas dos semanas apenas se hable de Rato, ni de Blesa, ni de los discos duros, ni de Correa…. O, como mínimo, que se hablase menos que de la crisis del PSOE. Y el resultado ha sido espectacular: el mes que se iniciaba con dos de los grandes juicios de corrupción en los que está inmersa parte de la crema y nata del PP; su principal partido opositor, el PSOE, tenía a la crema y nata del suyo lanzándose cuchillos entre ellos.
Hasta la renuncia de Pedro Sánchez, el PSOE tenía la posibilidad de suicidarse, absteniéndose para facilitar la investidura de Rajoy; o morir directamente acudiendo a unas terceras elecciones, pero al menos decidía cómo quería morir. Ahora la decisión está en manos del PP, que duda si dejarlos seguir apedreándose entre ellos o mandarlos a la crucifixión de unos nuevos comicios. Rajoy parece haberles perdonado la vida: ha dicho que no les va a exigir condiciones para que le hagan presidente.
A mí lo que me parece más injusto de todo esto es que la crisis del PSOE haya provocado el solapamiento del juicio por el caso de las tarjetas black. Rodrigo Rato no se merecía este ninguneo mediático. Todo un excelentísimo ministro y todo un señor ex gerente del Fondo Monetario Internacional sentado en el banquillo de los acusados y la actualidad sin hacerle caso. Sirvan estas líneas de recordatorio a parte de su trayectoria profesional y a su paso por la Audiencia Nacional, ya que con tanta gente escribiendo contra Pedro Sánchez, apenas ha quedado casi nadie para escribir contra Rato.
Cuando Rato llegó a Bankia se puso un sueldo de 2,3 millones de euros, pero como su cuerpo lo valía mantuvo su correspondiente tarjeta para el gasto corriente. Pasando la bacaladera, cargó más de 17.200 euros en restaurantes; 25.000 en hoteles y viajes; 6.000 en ropa y zapatos; 1.500 en joyerías, 17.300 en efectivo y más de 6.000 en fiestas y locales de copas, entre otros gastos, ya que un señor presidente de una entidad bancaria no debe privarse nunca de nada. Por no privarse, no se privó tampoco de su pensión vitalicia como ex gerente del Fondo Monetario Internacional, una especie de sueldo Nescafé para toda la vida de 80.000 dólares anuales al que sólo tienen derecho un puñado de privilegiados en el mundo. Rodrigo Rato lo era.
La tarjeta de don Rodrigo se llamaba Business Card Bankia y era como el milagro de los panes y los peces, pero en dinero. Todo lo que pagabas con ella, salía gratis. Por eso, más que una tarjeta, era como llevar en la chaqueta la lámpara de Aladino, pero sin límite de deseos. Rato nunca tuvo problemas de dinero. Cuando la entidad madrileña se encontraba en la más absoluta ruina y el ministerio de Economía decidió limitar el salario de los banqueros de las entidades públicas, don Rodrigo aceptó su nueva nómina de 600.000 euros año sin rechistar. Fue enterarse y enviar un correo al jefe de operaciones de Bankia con su nueva propuesta de tarjeta: encargó un puñado de visas con 12.000 euros para gastos mensuales. Siempre tuvo soluciones para todo en materia económica.
Sería también de una enorme injusticia que la trama Gürtel quedara igualmente solapada por la crisis del PSOE. Y que Correa, Bárcenas y los 35 acusados en este macro juicio contra la corrupción no tuvieran al menos sus 15 minutos de gloria cada uno. En la Gürtel figura lo mejor de cada casa, tanto en el antiguo organigrama del PP en Valencia como en Madrid. Una trama que pudrió al PP hasta límites insospechados y que supuso un salto cualitativo en la historia del saqueo en España.
¿Quién les iba a decir a los dirigentes del PP que, este mes de octubre, con todo lo que les venía encima, iba a caerles el diluvio universal al PSOE? Y que a Rajoy se les diluía Rato, Correa y Bárcenas por las esquinas de la actualidad, hasta el punto de pegarse el gustazo de pedir incluso la nulidad del juicio de la Gürtel.
Y encima, desde la apacible tranquilidad del sofá del despacho. Sin tener, tan siquiera, que despeinarse.
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