Vivir de los córners al primer palo
jorge Valdano contaba que Bilardo, el entrenador de Argentina en el Mundial de México 86, creó un equipo con un juego tan anodino y automatizado que logró la clasificación frente a Rumanía con un empate a uno de un cabezazo en un córner. Ante las críticas por el mal juego de su equipo, Bilardo contestó: "Hace 20 años que mi familia vive de los córners al primer palo". No es la primera vez que relato esta anécdota. En el fútbol latinoamericano se habla del poder de la pelota parada, una suerte de estrategia que utilizan muchos técnicos para alcanzar el gol desde una falta o un saque de esquina. En definitiva, de explotar la suerte de la victoria a una jugada de pizarra o al triunfo del fútbol de laboratorio.
La estrategia de la pelota parada tiene sus detractores, ya que se ha asociado casi siempre a entrenadores que, ante la falta de fútbol de sus equipos, optaban por esta suerte de jugadas que apenas requerían de construcción colectiva. Leí una vez el reproche de un periodista deportivo sobre el técnico de un equipo, del que decía que entrenaba más a sus jugadores con la pelota parada que en movimiento. Coca Basile, que fue jugador y entrenador en Argentina, decía que los goles de pelota parada tendrían que valer medio gol. Y defendía que no era lo mismo "ir hacia arriba para ganar un partido de un balonazo a la olla que realizar una jugada colectiva que finalizara en un golazo".
Como una victoria por penalti injusto en el último minuto, el colmo de la estrategia de la pelota parada debe ser lograr un gol de córner cabeceado por un jugador en propio puerta. Y hay referencias de que ha ocurrido en varias ocasiones, una de ellas en el año 2013 en el estadio de los Cármenes en Granada. El equipo local le ganó al Real Madrid con un gol de Ronaldo en su propia portería. Nolito botó un saque de esquina muy cerrado, lo peinó involuntariamente para atrás Cristiano Ronaldo, y el balón trazó una parábola imposible para Diego López. El Granada logró la victoria con un registro histórico: por primera vez un equipo ganó un partido y marcó un gol sin chutar una sola vez a puerta.
Como resulta muy difícil ofrecer una explicación política, me he ido al fútbol, que es un territorio que domina muy bien Mariano Rajoy, para intentar entender lo que ha ocurrido en España para que 314 días después estemos en el mismo sitio donde ya estábamos. Y creo que he encontrado un claro paralelismo entre el fútbol de Bilardo y las maneras de hacer política de Rajoy. El nuevo mismo presidente del Gobierno también lleva 20 años viviendo de los córners al primer palo; de hacer política de forma anodina y automatizada; del catenaccio; de gobernar de forma rocosa, defensiva y echando balones fuera. Esperando un córner en el último minuto, alcanzando una victoria cuando todo parecía estar acabado para él.
Rajoy ha alcanzado la Presidencia del Gobierno de la misma forma que el Granada logró que no se le escaparan los tres puntos en aquella tarde del año 2013 frente al Real Madrid: sin chutar ni una sola vez a puerta en más de 300 días. Ha sido en otro córner en el último minuto, con el PSOE rematando en su propia portería. Con medio gol, que diría Basile. De un balonazo a la olla que golpea en la cabeza de los diputados socialistas, que en vez de despejar, se abstienen. A los socialistas les ha pasado como al célebre portero del gol más tonto del mundo, aquel arquero del cuento que paró un penalti y se metió en la portería para coger la gorra con el balón todavía en la mano.
Rajoy podría contestar a los que denigran su forma de hacer política de la misma forma que se defendió un día el entrenador inglés de fútbol, Alf Ramsey, de las críticas sobre el mal juego de los equipos que lideraba: "Me contratan para ganar partidos de fútbol. Eso es todo". Pues eso mismo podría decir el nuevo presidente del Gobierno: "Me pusieron para ganar elecciones. Y en ello estaba, listo para ganar las terceras si hacía falta o si el PSOE hubiera decidido no abstenerse". Rajoy ha logrado una enorme victoria con la pelota parada. Con medio gol. De una jugada de estrategia. En concreto, de la estrategia de no hacer nada. Sin mancharse siquiera la camiseta en mitad del lodazal que está viviendo estos días su propio partido político en los juzgados de la Audiencia Nacional.
Rajoy ha ganado el partido más largo del mundo. Casi un año ha tardado en jugarse. Es, desde ayer, el mismo nuevo presidente del Gobierno y, además, a partir de ahora, también el árbitro de la contienda. Desde hoy tiene el silbato que le permitirá dar o no por finalizado el partido. En el momento que quiera; en el momento que no le guste como sus contrarios están jugando; o, en el momento que decida jugárselo todo a una nueva pelota parada. En un nuevo córner al primer palo, desde la confianza que tendrá siempre a alguien en la oposición dispuesto a meterse otro gol en su propia portería.
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