El día del récord histórico de corrupción
Desde que
se disparó el precio de la electricidad en España, el Gobierno del PP ha
tomado dos medidas para hacer frente a esta subida: invocar al dios de
la lluvia y enchufar con un sueldo de 175.000 euros al año al ex
director general de la Guardia Civil en Red Eléctrica. De todas las
veces que los dirigentes políticos nos toman a los ciudadanos por
tontos, el de ahora es uno de los momentos cúlmenes.
Choteo, según el diccionario de la Real Academia, es, en
lenguaje coloquial, sinónimo de burla y pitorreo. No he encontrado
palabra más precisa que burla para definir la invocación de Rajoy a la
lluvia para parar el precio de la electricidad, ni vocablo más adecuado
que pitorreo para explicar la impunidad con la que un Gobierno hace uso
de las puertas giratorias para colocar a sus altos cargos en las
eléctricas. Se están choteando, en concreto, de nosotros.
Hace unos días, Transparencia Internacional advirtió
que en España hemos alcanzando un récord histórico en el índice de
percepción de la corrupción. Los ciudadanos percibimos que este país es
más corrupto que nunca, lo que no quiere decir que lo sea. Según los
autores del estudio, estamos entrando en el pelotón de cabeza de
aquellos países que se han acercado "peligrosamente" a una situación de
corrupción sistemática, como Georgia o la República Checa. Ahora mismo,
si se le pregunta a un ciudadano de Botswana o de Bután sobre la
percepción que tiene sobre la lucha de su Gobierno contra la corrupción,
se muestra mucho más optimista que los españoles. Y eso, deberían
admitirlo, tiene tela marinera.
Ha costado mucho esfuerzo alcanzar este récord
negativo. Han sido necesarios muchos años con dirigentes políticos
robando a espuertas de las arcas públicas y los partidos mirando para
otro lado, para poder alcanzar este puesto en el ranking mundial de lo
impresentable. Y se han tenido que anunciar muchas medidas contra la
corrupción que no han servido de nada para que los españoles ya no se
crean ninguna. No ha sido fácil llegar hasta este punto. Los expertos de
Transparencia Internacional han ofrecido varias explicaciones de cajón
para poder entender la situación, una de ellas es la politización de la
Justicia. Y otra, no menos importante, la opacidad en algunos sectores
esenciales: las compañías energéticas y el sector bancario.
El informe de Transparencia Internacional ha
coincidido prácticamente en el tiempo con el escándalo de la subida del
precio de la electricidad. Y existe una clara relación entre una cosa y
otra. En España, como bien sostiene este estudio, la falta de
transparencia con las que operan las compañías eléctricas y la presencia
de ex presidentes, ex ministros y ex altos cargos en sus consejos de
administración, es uno de los motivos -entre otros muchos- por el que
los ciudadanos tenemos una percepción de que existen prácticas
corruptas.
Por eso, si existiese un mínimo pudor en el partido
del Gobierno a nadie se le hubiera ocurrido en estos momentos enchufar a
un tipo que ha sido hasta hace unos días director general de la Guardia
Civil como consejero independiente -dependiente del PP- en Red
Eléctrica, un organismo donde el Estado tiene un 20% de participación.
Como ocurre con todas las noticias que no les
interesan a nuestra clase política, el informe y el nombramiento de
Arsenio Fernández de Mesa en Red Eléctrica han pasado muy
desapercibidas. Les ha pillado a todos en cuestiones de mayor calado: si
Susana Díaz se presenta o no a las primarias del PSOE, si Íñigo Errejón
le escribe o no por Whastapp a Pablo Iglesias, o si Mariano Rajoy va a
dejar o no a María Dolores de Cospedal de secretaria general del PP.
Tres asuntos de enorme transcendencia para nuestro devenir diario y no
la corrupción, ese asunto tan manido y que apenas afecta a unos pocos,
ya que generalizar no se debe.
En la presentación del estudio, el catedrático de
Ciencias Políticas de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, Manuel
Villoria, soltó una frase que debería avergonzar a cualquier dirigente
político en un país medianamente decente, pero que tuvo la misma
respuesta que cualquiera podría conseguir hablándole a una pared.
Exactamente ninguna. La reflexión del catedrático es la que sigue: "Los
datos son tremendos y casi inesperados. Nunca habíamos tenido una
posición tan mala. Hemos llegado al suelo. Más bajo no podemos caer". Se
equivocó el catedrático. Era posible caer más bajo. Sólo hubo que
esperar un par de días.
Que miembro alguno del Gobierno español hubiera
salido a intentar matizar estos datos sobre la corrupción era
previsible, pero que, dos días después, utilizaran de nuevo las puertas
giratorias para colocar a uno de los suyos en un consejo de
administración de las eléctricas tiene mucho mérito. Con todo, más
sorprendente aún ha sido la respuesta de los partidos de oposición. Ni
un solo dirigente ha aprovechado el informe de Transparencia
Internacional para darle un buen tirón de orejas al Gobierno y se pueden
contar con los dedos de una mano los que han salido a lamentar el
nombramiento del benemérito Fernández de Mesa.
Peor que lo que dice el estudio, es la realidad que
nos invade: el de asumir con absoluta normalidad el fenómeno de la
corrupción como parte de nuestro día a día. Desde la total indiferencia y
sin un mínimo de pudor. Pasteleando de nuevo un acuerdo para repartirse
los puestos en el Tribunal Constitucional. O sea, haciendo justo lo
contrario de lo que reclaman los expertos para luchar contra la
corrupción: seguir politizando la Justicia.
Artículo publicado en Grupo Joly. Málaga Hoy. Ilustración de Daniel Rosell.
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