El país de los dos millones y medio de camareros
España ha
recuperado los niveles de creación de empleo de antes de la crisis
económica y en algunos sectores, como la hostelería, estamos que
reventamos las estadísticas. Resulta que la luz que se veía al final del
túnel eran las bombillas de un inmenso bar y el cacareado cambio de
modelo productivo ha consistido en convertir cada brote verde en un
puesto de trabajo de camarero. Este verano hemos tenido en nuestros
chiringuitos la generación de camareros más preparada de la historia de
España. Y tan bien nos va la cosa que ahora, con la llegada del
invierno, exportaremos a jóvenes recién licenciados a poner pintas de
cerveza a los principales ciudades europeas.
Dicen las estadísticas laborales que en España se
firman más contratos de camareros que nunca. A saber: de los casi 20
millones de contratos que se realizaron en 2016, casi 2,5 millones
fueron de camareros. El porcentaje se ha mantenido en el primer semestre
de 2017 hasta alcanzar el 12,5% de todo el empleo que se creó, el doble
que hace apenas diez años. En realidad es todo mentira: no hay más
empleo, sino más contratos. Y todo se resume en una palabra:
precariedad. Más de la mitad de todas las contrataciones que se realizan
en este sector tienen un denominador común: se trata de un puesto de
trabajo con una duración inferior a una semana.
Estamos saliendo de la crisis económica por una puerta falsa. Por eso la mayoría del empleo que se crea es como de mentirijilla, ya que se trata de trabajos que, en demasiados casos, ni siquiera tienen la capacidad de sacarte del umbral de la pobreza durante unos días. Los sindicatos han denunciado este verano la oferta de trabajo para un camarero en muchos chiringuitos del litoral andaluz: contratos de cuatro horas de cotización y sueldo, y doce -en el mejor de los casos- de jornada laboral. Los datos avalan las quejas sindicales: de los 2,5 millones de contratos del sector de hostelería en 2016, 1,3 millones se firmaron por varias horas.
Estamos saliendo de la crisis económica por una puerta falsa. Por eso la mayoría del empleo que se crea es como de mentirijilla, ya que se trata de trabajos que, en demasiados casos, ni siquiera tienen la capacidad de sacarte del umbral de la pobreza durante unos días. Los sindicatos han denunciado este verano la oferta de trabajo para un camarero en muchos chiringuitos del litoral andaluz: contratos de cuatro horas de cotización y sueldo, y doce -en el mejor de los casos- de jornada laboral. Los datos avalan las quejas sindicales: de los 2,5 millones de contratos del sector de hostelería en 2016, 1,3 millones se firmaron por varias horas.
El gran momento del turismo en España nos está
llevando a cifras récord de contrataciones, pero no alcanza para
mejorar el mercado laboral. La hostelería está demandando mucha mano de
obra, pero lo hace de forma temporal y con empleos cada vez más
precarios y más menguantes. La situación de las camareras de pisos,
muchas de ellas despedidas de sus empresas para externalizar ese trabajo
a firmas multiservicios para poder eludir el convenio colectivo del
sector, es otro ejemplo evidente de un modelo de precarización laboral
que clama al cielo. Se ha pasado del fraude al mayor de los abusos.
Pongo estas cifras por delante porque hasta en los
momentos de mayor euforia, la realidad insiste en ponerse demagógica. Y
detrás de todos los récords de visitantes y pernoctaciones con los que
nos van a deslumbrar en los próximos días los responsables turísticos,
hay una cara B llena de sombras. Llevamos varios años de bonanza en el
sector que apenas está teniendo incidencia en la mejora del mercado
laboral, donde los trabajadores han perdido derechos logrados tras
muchos años y llevan sufriendo un indudable aumento de las prácticas
abusivas por parte de empresas que han mejorado sustancialmente sus
resultados económicos.
Hace ya años que no leo balance alguno de las
inspecciones de Trabajo sobre el resultado de la labor que realizan, ni
información de los responsables de las distintas administraciones
anunciando multas o sanciones por incumplimiento de la legislación
laboral. Supongo que se seguirán realizando, pero estarán conmigo en
que, de un tiempo a esta parte, vivimos más pendientes de contabilizar
contratos laborales, sean como sean esos contratos, que de crear empleos
dignos. Y para alardear de recuperación económica, en las estadísticas,
lo mismo vale un contrato indefinido que un empleo temporal de varias
horas al mes.
El pasado mes de julio se batió el récord de turistas
en España. Llegaron más de diez millones y medio de extranjeros a
visitarnos. Nunca, en un solo mes, este país había recibido a tantas
personas de fuera. Posiblemente, cuando conozcamos los datos definitivos
de este mes de agosto que acaba de concluir, la cifra se vuelva a
incrementar. Y al parecer seguimos sin tocar techo. Mucho me temo, sin
embargo, que el empleo creado apenas servirá para engordar las
estadísticas, ya que se mantendrá el alto nivel de temporalidad, la
rotación en el trabajo y los bajos sueldos.
El turismo en general, y el sector de la hostelería
en particular, no sólo es una actividad muy digna, sino que se ha
convertido en una de las principales fuentes de riqueza y empleo en
España. Por eso resulta a todas luces insostenible ese enorme desfase
que se sigue produciendo entre los récords anuales en registro de
visitantes y las cifras de creación de empleo estable. Admito que, al
menos en el caso de Andalucía, la trompetería triunfalista con la que
cada año acompaña el Ejecutivo regional sus balances del sector
turístico, viene atemperada por la preocupación de mejorar las
condiciones laborales de los trabajadores. Visto los escasos resultados
que evidencian las estadísticas laborales, no estaría de más acompañar
estos llamamientos a crear empleos de calidad que se les reclama a los
empresarios del sector con nuevas medidas que condicionen las ayudas y
las subvenciones que reciben a ese único propósito, el de crear trabajos
dignos. Las grandes cifras del turismo son incompatibles con unas
estadísticas que alertan de que la mitad de los contratos que firman los
camareros en España tienen una duración menor a una semana.
Publicado en Málaga Hoy. Ilustración de Daniel Rosell.
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