La historia de dos lealtades
Cuando el
pasado mes de agosto, Susana Díaz fue relegida secretaria general del
PSOE de Andalucía, se pudieron constatar dos cosas. De un lado, que
seguía contando con el respaldo de los socialistas andaluces a pesar del
batacazo que se pegó en sus aspiraciones a liderar el PSOE nacional. De
otro, que no le iba a resultar fácil la convivencia con Pedro Sánchez,
al que el resultado de las primarias le acababa de encumbrar al puesto
que Susana Díaz llevaba tanto tiempo aspirando. Consciente de que el
principal desacuerdo con Sánchez se iba a dirimir en el debate
territorial, la presidenta de la Junta lanzó una frase al cierre del
Congreso del PSOE andaluz que va a marcar, sin duda, las relaciones
entre ambos dirigentes ante el desafío que han planteado los partidos
separatistas de Cataluña y el lío que se avecina ya sin remedio alguno
también en el ámbito de la financiación autonómica. Díaz le advirtió:
"Lo único que te pido como secretaria general y como presidenta es que
nunca me hagas elegir entre dos voluntades, porque soy presidenta de
todos los andaluces".
Transcurrido un mes de aquella frase, el debate que
más distancia ha abierto entre Díaz y Sánchez lejos de amainar se
incrementa. En la vuelta de las vacaciones estivales y en su casi
primera comparecencia pública, el líder del PSOE profundizó en su
propuesta de la plurinacionalidad de España y citó a tres comunidades
autónomas -Cataluña, Galicia y País Vasco- como las posibles naciones
coexistentes con la nación de España: "Al menos esas tres en términos
históricos han demostrado su vocación de ser nación", dijo. Y lo hizo
sin mencionar a Andalucía a pesar de que la definición de "nacionalidad
histórica" fue aprobada por la práctica unanimidad del Congreso de los
Diputados en 2006, al dar luz verde a la reforma del Estatuto de
Autonomía de Andalucía. Ese Estatuto que, a propuesta del propio PSOE,
incluyó en su preámbulo una referencia al término de "realidad nacional"
de Andalucía.
Las declaraciones de Sánchez se sucedieron además en
plena iniciativa de la presidenta de la Junta para intentar alcanzar un
acuerdo con todos los partidos de la Cámara andaluza sobre la
financiación de las autonomías en España, que es en el terreno donde
realmente se va a jugar en los próximos meses la batalla territorial en
este país. Y aunque Sánchez insiste en que ni una sola de sus propuestas
para buscar una solución a la situación en Cataluña lleva aparejada
medida alguna que lleve implícita una financiación asimétrica de las
autonomías, resulta lógico considerar que este escaso entendimiento
entre Sánchez y Díaz en un asunto tan crucial puede tener consecuencias
muy negativas para Andalucía.
En esta historia de las dos lealtades, existe una
única cosa que debería ser irrenunciable: el hecho de que todos los
ciudadanos españoles, con independencia de la autonomía donde habiten,
tengan acceso a las mismas cotas de bienestar, lo que incluya una
financiación que garantice la calidad de la educación y la sanidad de
todos por igual, así como la obligación que debe tener toda
administración en crear las condiciones que faciliten el derecho de sus
ciudadanos a disfrutar de un puesto de trabajo digno. Y en ese cometido
hay otra cosa de cajón: la variable más importante en un sistema de
financiación es la población, algo que el actual sistema no cumple y que
la Junta -aquí con razón- lleva años reclamando.
Aunque resulte una obviedad tener que reclamarlo, la
solución al desafío catalán no puede ser un problema para las otras
autonomías. Ya no se trata de que los andaluces no queramos ser menos
que catalanes, vascos o gallegos, sino de que una nación, o una nación
de naciones, o un estado federal, o un lo que creamos que tiene que ser
España, no es más que una suma de personas iguales, con los mismos
derechos y obligaciones. No tengo mucha idea de para que nos han servido
las competencias sobre el Guadalquivir o sobre el arte flamenco, que
tanto se reclamó en la revisión del Estatuto de Autonomía. Posiblemente,
para nada. Como tampoco he visto una gran transformación del litoral
andaluz desde que disfrutamos de las competencias sobre los
chiringuitos. No es ese el terreno en el que nos estábamos jugando el
futuro ahora, sino en lograr un sistema que garantice la igualdad.
En definitiva, un modelo justo de financiación en el
que cada administración pública controle hasta el último céntimo de euro
que gaste. Y que se apliquen a ello, ya que tan importante es reclamar
un reparto equilibrado del dinero público como dar luego explicaciones
sobre su destino. Hay muchos lujos que ya no podemos permitirnos. Como
cualquiera de ustedes, tengo una enorme preocupación por la situación en
Cataluña y ese callejón, sin aparente salida, en el que nos
encontramos, por la acción de unos y las inacción de otros. Pero no
menos preocupación que la que deberíamos tener porque la solución pase
por ahondar en los desequilibrios sociales de este país, muy agravados
ya por la crisis económica. Entre las personas y entre los territorios. Y
contra eso deben estar todos. Y ese todos incluye a Susana Díaz y Pedro
Sánchez, porque esa es la principal lealtad a la que se debe cualquier
responsable político que diga ser socialista.
Publicado en Málaga Hoy. Con ilustracion de Daniel Rosell.
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