El prófugo Fernández y el Camino de Santiago
Carlos
Fernández salió un día de Marbella anunciando que se iba a hacer el
Camino de Santiago y ha aparecido once años después en Argentina. Ni los
peregrinos de la Edad Media tardaban tanto tiempo ni tuvieron que
escurrir tantos peligros como los que ha tenido que afrontar Fernández
para dar por concluido su peregrinaje por el mundo para evitar ir a la
cárcel. De este hombre nunca tendremos una certeza absoluta sobre si se
fugó o lo fugaron, al igual que tenemos dudas sobre si ahora se entregó o
lo entregaron. El caso es que, una década después, este increíble
especialista en robos, fraudes y falsedades, ha aparecido de nuevo como
creyéndose limpio de polvo y paja. Y lo ha hecho casado, con dos hijos y
especialista en coaching, que es la versión moderna de los habladores
de las ferias medievales.
Fernández se despidió de Marbella a la francesa y con
pena muy grande. En concreto, una pena de cárcel de dos años por
malversación y tres más de inhabilitación. Fue un asunto que arrastraba
desde sus años de fechorías con Jesús Gil, cuando se apoderó, junto a un
empleado municipal, de 82.000 euros destinados a pagar los salarios de
los futbolistas del San Pedro. Al menos ocho jugadores le acusaron de
obligarles a firmar recibos por un dinero que nunca vieron y bajo la
amenaza de dejarlos sin contrato. Gil lo expulsó de su partido, en el
que estaba antes de meterse en el PA. Y lo hizo por robar sin su
permiso. Igual no lo saben, pero para los asuntos de meter las manos en
las arcas públicas, Jesús Gil era muy celoso y exigía una jerarquía a la
hora de robar. Al que fuera alcalde de Marbella le molestaba
profundamente que cada uno mangara por su cuenta.
Para cuando Fernández decidió fugarse, ya acumulaba una
importante fama de trilero. Cuentan que en una asamblea del PA, en la
que se iba a votar por el nuevo secretario en Málaga, tomó la palabra
para dirigirse a los dirigentes que planteaban una propuesta alternativa
a la suya y les dijo: "Ustedes tienen candidatos, pero yo aporto
candidato y financiación del partido". De ser cierta la frase, fue
determinante. Su lugarteniente en Marbella, Pedro Pérez, acabó siendo
secretario general. Unos años después el juez Gonzalo Dívar ponía en
marcha una investigación sobre las actividades que desarrollaban los
ediles del PA al frente de las delegaciones que gestionaron. Las
diligencias partieron de las quejas de varios trabajadores municipales
que aseguraron haber sido coaccionados para donar parte de su nómina a
este partido, así como para afiliarse a esta formación política como
condición previa para renovar sus contratos. Y por ese asunto le cayeron
varias imputaciones que acumular a su historial.
En medio, quedaron muchas habladurías. Su trabajo
oscuro para la moción de censura que arrancó a Julián Muñoz de la
alcaldía de Marbella. Sus reuniones con Marisol Yagüe e Isabel García
Marcos para repartirse las parcelas en las que cada uno luego pudo
campar a sus anchas. Y, una vez en el poder, a robar como si no hubiera
un mañana. Posteriormente vino la disolución, la del ayuntamiento; luego
el mayor sumario judicial de la historia de España, el caso Malaya; y
finalmente una de las vistas orales con más imputados y más chorizos de
las vistas hasta entonces. Y esto último se lo perdió Fernández, de
peregrino por el mundo. Su huida fue uno de los grandes misterios del
caso Malaya: sí cantó o no la gallina antes de fugarse, estuvo en la
boca de todos. Si se fue o le dejaron ir. Si le buscaban o lo
escondían. Y resulta que el personaje estaba de coaching en Argentina,
con la "H" de Hernández en la tarjeta en vez de la "F" de Fernández. Una
letra le sirvió para esconder su pasado.
La Audiencia y la Fiscalía de Málaga están buscando
ahora entre los sumarios y entre las líneas de la única condena que
arrastra Carlos Fernández un resquicio por el que colar la extradición a
España desde Argentina cuando, quizás, lo fácil hubiera sido
encontrarlo antes a él. Y la realidad es que ahora resulta tan
complicada su vuelta a España como localizar el dinero que se llevaron
todos los trápalas que se enriquecieron a costa de las arcas públicas de
Marbella, de su paisaje, de sus zonas verdes y de sus convenios
urbanísticos. Porque otra cosa igual no, pero habrá que admitir que el
principal prófugo del caso Malaya ha sido el dinero, que huyó por medio
mundo y nadie anuncia su vuelta.
Nunca me creí la mitad de las cosas que se decían de
Carlos Fernández, pero habrá que reconocerle un indudable mérito. Once
años haciéndose el fugitivo sin tan siquiera cambiarse el nombre son
muchos años. Es una década de jubileo para escapar de la meca judicial,
donde cuentan que le aguardan hasta diez causas pendientes. Nada que le
debería preocupar, según sus propias enseñanzas. Las que aprendió de
peregrino. En un programa que se llama Botica Educativa y en el
que solía participar en Argentina como especialista en asesoramiento
personal, lo dejó una vez claro: "No se debe tener miedo a perderlo
todo, a considerar verdaderamente la libertad de no tener absolutamente
nada que no te pertenezca. A esta vida se viene totalmente desnudo... y
por lo tanto hay que aprender a vivirla cada día como si fuera el último
y de esa manera el desapego no nos contagia, todo lo contrario, nos
hace ser libres". Seguro que fue uno de las enseñanzas que extrajo tras
su particular Camino de Santiago.
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