Armar el "taco"
En el año
2010, el Partido Popular de Málaga conmemoró con un acto el décimo
aniversario del mandato de Francisco de la Torre. En aquel encuentro,
Javier Arenas, por entonces líder el PP en Andalucía, entusiasmó a la
concurrencia con la promesa de tiempos mejores, aquellos en los que con
él de presidente de la Junta el despacho de la Consejería de Turismo se
iba a trasladar a Málaga, la ciudad iba a organizar la feria de turismo
cultural "más importante del mundo" o se iba a construir el
macrohospital, proyecto que dijo que aprobaría el primer Consejo de
Gobierno que presidiera, el mismo el que suprimiría el impuesto de
sucesiones. Todo ello aderezado con un clásico en su discurso: lo mal
que trataba la Junta a Málaga.
Con todo el auditorio aplaudiendo, Arenas se vino
arriba y dejó una frase para la posteridad: "A Málaga cuando mejor le ha
ido es cuando han coincidido un gobierno y la alcaldía del PP, así que
imaginaos la que vamos a formar juntos cuanto tengamos también la Junta.
Vamos a formar el taco". En Málaga nunca hemos podido saber cómo era el
"taco" que iba a montar Arenas en esta provincia, ya que el líder del
PP nunca llegó a alcanzar el ansiado sillón de San Telmo que hubiera
permitido -parafraseando a Leire Pajín- ese acontecimiento histórico
para el planeta andaluz que nos iba a traer la coincidencia temporal de
él en la Junta y el PP en la alcaldía de Málaga. Una gracia, casi
divina, que los electores nunca quisieron concederle.
Pero hete aquí, que siete años después viene Juan Manuel
Moreno a Málaga y la actualidad nos vuelve a llevar hasta 2010. En su
intento de dar el salto a la presidencia de la Junta, el líder del PP
andaluz nos ofreció esos mismos tiempos mejores que nos prometió Arenas.
Y anunció que su llegada a San Telmo iría acompañada de una reunión al
mes en Málaga del Consejo de Gobierno "para tomar decisiones
importantes, ya que Málaga se lo merece"; prometió los trámites para el
tercer hospital en sus primeros cien días de mandato; avanzó que
dispondrá de un despacho político en la ciudad y reiteró la supresión en
su totalidad del impuesto de sucesiones. En definitiva, un calco exacto
de lo que dijo Arenas diez años antes, incluida la retahíla de agravios
hacia este provincia, pero sin anunciar que va a armar el taco.
De todas las ocurrencias que los líderes políticos
del PSOE y del PP en Andalucía han dicho para congratularse con los
electores en Málaga, me quedo con una en la que han coincidido casi
todos: disponer de un despacho en la provincia. El de Juan Manuel
Moreno, de momento, será una oficina para "darle a Málaga un mayor
protagonismo en la política andaluza y que no sea una mera espectadora".
Pero antes del suyo, hubo otros despachos. José Antonio Griñán nada más
acceder a la presidencia de la Junta, anunció que instalaba uno en
Málaga con la intención de venir a la ciudad cada quince días. Vino una
vez, quizás, para comprobar que se lo habían instalado y no le debió
parecer muy cómodo porque no se le volvió a ver nunca más por las
dependencias.
Arenas también quiso disponer de un despacho en
Málaga para su Gobierno. No era exactamente para él, pero lo defendió
siempre a capa y espada. El líder del PP andaluz no hizo nunca una
campaña electoral sin acudir a su promesa estrella: un despacho en
Málaga para que se sentara el consejero de Turismo. No tengo recuerdos
de que Manuel Chaves quisiera tener despacho en Málaga, pero se trajo
una vez a su ejecutivo para celebrar un Consejo de Gobierno en esta
provincia. Chaves fue siempre más de tener un rimbombante eslogan que
una buena oficina y en vez de anunciarnos un despacho nos prometió la
hora. A la llegada de la Hora de Málaga, me refiero. De momento,
Susana Díaz no ha anunciado oficina propia en la provincia para esta
legislatura, algo comprensible. Ya le costó trabajo decidir si iba a
estar en Sevilla o en Madrid, como para plantearse otra mudanza a Málaga
cada cierto tiempo.
Llevamos años haciendo política en Andalucía del
sitio donde sentar las posaderas, como si no hubiera asuntos de mayor
calado en una comunidad autónoma que arrastra todavía las duras
consecuencias de la crisis económica y un paro estructural que tira de
espaldas. Con todo, esto no es lo más triste. Lo realmente preocupante
es que detrás de los anuncios de tanto despacho, no hay nada más que el
discurso del agravio comparativo o cómo enfrentarse a él instalándose un
despacho. Es cierto que hay un gran centralismo autonómico, pero es
irrisorio pensar que se resuelve mudando de provincia el sillón de un
consejero o colocando una oficina de un candidato en otra. Es un
problema estructural de la propia administración, que debería disponer
de mecanismos mucho más eficientes para agilizar el trato que recibe
cualquier andaluz por parte de la Junta allí donde decida residir. Y eso
sin meterme en la oportunidad de Moreno Bonilla. Con la que nos está
cayendo encima con Cataluña, ha sido todo un acierto político lo de
azuzar los agravios ente Málaga y Sevilla.
Por cierto, les voy a decir lo que de verdad armaría
el "taco" en Andalucía: disfrutar de una administración eficiente,
descentralizada y, sobre todo, con muchos, muchísimos, menos despachos. Y
no digo nada si, además, esos despachos los llenamos de ideas y los
vaciamos de agravios comparativos.
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