Álvaro Pérez, El Bigotes
aseguró el otro día que su "amigo del alma", el que fuera presidente de
la Comunidad Valenciana, Francisco Camps, era el principal responsable
de la financiación ilegal del PP en esta región. Los periodistas fueron
corriendo a preguntarle por ello al vicesecretario general de
comunicación del PP, Pablo Casado, y éste respondió que su partido se
dedicaba "a mirar al futuro". Como la respuesta no les convenció mucho a
los medios de comunicación, se la repitieron luego al portavoz del
Gobierno, al ministro Íñigo Méndez de Vigo, y éste contestó: "Son cosas
que sucedieron hace muchos años". Y así llevamos media vida de
corrupción resolviendo los casos de corrupción: primero no hay que
pronunciarse para dejar que la Justicia haga su trabajo y, cuando la
Justicia lo hace, tampoco se habla de ello porque son cosas que
ocurrieron hace muchos años.
Hace muchos años es el pasado. Y el pasado no existe
para el PP. Se trata de un antiguo espacio temporal donde se esconde lo
que ya no interesa, ya sea Camps, Bárcenas, Matas, Rato o tantos y
tantos otros que un día fueron líderes destacados y que hoy, como ya no
son del PP, el PP no tiene nada que decir de ellos. El proceso es más o
menos así: se destapa un caso de corrupción y se le respalda hasta que
el imputado tiene un pie en la cárcel. Se dice de inicio que hay que
velar por la presunción de inocencia; luego que hay que dejar actuar a
la Justicia; posteriormente cambiar el término imputado por investigado;
más tarde, esperar si hay petición de condena de la Fiscalía y, todavía
después, aguantar hasta que se abre el juicio oral. En cuanto eso
ocurre, hay que embarrullar la vista con recursos, confiar en la
prescripción de algún que otro delito y esperar la sentencia. Como la
Justicia se hace esperar, la resolución llega pasados unos años y
entonces sucede lo de siempre: "No hablamos de cosas que ocurrieron hace
mucho tiempo y sobre unas personas que ya no tienen cargo alguno en el
partido".
Rajoy alardea de las medidas que su gobierno ha aprobado para luchar contra la corrupción
Y así vamos, como dice Mariano Rajoy, alardeando de tener
el Gobierno, y el partido que lo sustenta, que más medidas ha aprobado
en España para luchar contra la corrupción. Ese soniquete que se repite
hasta el infinito, pero del que duda ya hasta la Unión Europea. Hace
unas semanas el Consejo de Europa reprochó al Gobierno español haber
incumplido todos sus compromisos contra la corrupción. Con este cuento
de la regeneración, Rajoy lleva escurriendo su responsabilidad como
presidente de este partido desde hace años, ya sea por los pagos en B a
sus dirigentes, por la financiación ilegal de las campañas electorales o
por las cuentas en Suiza de algunos de sus líderes. O por las propias
siglas M. R. que aparecen en los papeles de Bárcenas como destinatario
de algunos pagos.
Si el PP, en vez de un partido político fuera un
equipo de ciclismo, no tendría la mitad de los títulos que logró en las
elecciones. Se los habrían retirado por dopaje. Dopado acudía a las
citas electorales en Valencia o en Madrid, por citar dos ejemplos
evidentes. En varias campañas, muchos de sus actos fueron financiados
por empresarios a cambio de adjudicaciones de obra pública, incumpliendo
la ley electoral y jugando con ventaja frente a las otras formaciones
políticas. Lo han reconocido en sede judicial los propios empresarios
que pagaron las celebraciones. Estos hechos no resistirían, en el ámbito
de las responsabilidades políticas, el escrutinio de la opinión pública
de cualquier otro país de Europa, pero en España hace mucho tiempo que
la corrupción salió del ámbito de la política y asuntos tan ineludibles
como la ética y la decencia dejaron de tener importancia.
El PP es un partido político que ha decidido vivir al
día, sin pasado que le ensucie la mejora de las estadísticas de empleo,
aunque sea a costa de trabajos cada día más precarios. Sin pasado que
le enturbie la salida de la crisis, aunque sea con el mayor incremento
de la brecha social en España en años. O sin pasado que esconda su
denodado trabajo por la unidad del país, aunque sea a costa de mostrarse
incapaz de resolver el sainete de Puigdemont en Cataluña. Para el PP, y
para Rajoy, todo lo que huele a estercolero son cosas del pasado que no
preocupan a los ciudadanos. Incluso, eso de convertirse en el primer
partido político imputado en España por responsabilidad penal.
Bajo esa premisa, lo que leemos o escuchamos de
Correa o de El Bigotes estos días en el juicio de la Gürtell sobre el PP
valenciano; o las palabras del propio Costa, ex número dos del PP en
Valencia, reconociendo que su partido se financió con dinero negro, o
los 5,4 millones de euros que le localizaron a Ignacio González hace
varias semanas en Colombia... En definitiva, todo lo leído y oído, más
lo que nos queda todavía por leer y oír, no son más que cosas que
ocurrieron "hace muchos años". Y ya saben ustedes -porque lo ha dicho
Pablo Casado, toda una autoridad en esta formación política- que "el PP
es un partido que se dedica a mirar al futuro". Ese futuro que, en la
lucha contra la corrupción en España, nunca empieza hoy. Comienza
siempre mañana.
Comentarios
Publicar un comentario