He leído
estos días una curiosa historia sobre el bastón de mando del
Ayuntamiento de Orcera, un municipio de la provincia de Jaén que no
alcanza los 2.000 habitantes. Este pasado mes de diciembre y durante
unos trabajos de mantenimiento en el sistema de climatización del
despacho de la Alcaldía, un operario localizó en el falso techo del
inmueble el bastón de mando de alcalde del municipio, desaparecido desde
hace seis años y medio. Estaba perdido desde mayo del año 2011, cuando
las elecciones municipales provocaron un relevo en el Gobierno local.
Contaban las crónicas que, por aquel entonces, se
buscó la vara de mando sin éxito alguno, por lo que llegado el día del
Pleno de investidura allí estaba el candidato a alcalde para ser
investido sin que apareciera el simbólico bastón que debía serle
entregado. Conscientes de la desaparición, se buscó una solución. Un
anciano del municipio entró al Pleno simulando llevar un garrote y, en
el momento de hacer el relevo, salió de entre el público para ofrecer
esta réplica que habían realizado unos amigos del regidor. Ha habido que
esperar un mandato y medio de otro para recuperar el bastón de mando
original, sin que nadie haya explicado el misterio de cómo llegó al
falso techo del despacho de la Alcaldía, aunque parece obvio lo
ocurrido.
Entregar el símbolo del poder local a un sucesor es un acto de normalidad democrática
Soltar la vara de mando les cuesta a algunos. Sucedió
también en el año 2011, en otro Ayuntamiento jienense, en Jódar. La
sesión de investidura transcurría con normalidad, después de que el PSOE
obtuviera mayoría absoluta en las elecciones municipales y se produjera
el relevo en la alcaldía. Sin embargo, llegado el momento de
oficializar el cambio, el anterior regidor cogió la vara de mando y se
la llevó, sin más, antes de que llegara a manos de su sucesor. Otro
tanto sucedió en Sada, un municipio de la provincia de La Coruña. Su
alcalde cerró la campaña electoral de 2015 con unas cuartetas en las que
bromeaba sobre la desaparición del bastón de mando que durante, al
menos, 26 años había estado en sus manos. El regidor lo llamaba el
"báculo sagrado" y decía que estaba en las dependencias policiales,
aunque un informe de la propia Policía Local lo desmintió: ni lo tenían
localizado ni estaba en sus dependencias. De ahí que, su sucesor,
tuviera que ser investido con uno prestado, previo informe favorable del
secretario municipal.
Una de las historias más curiosas con una vara de
mando tiene como protagonistas a dos municipios de la comunidad
valenciana y se arrastra desde hace casi un siglo y medio. Corría el año
1883 cuando el alcalde de la población de Pinet arrebató el bastón a su
homólogo de Gandía, después de que ambos se enzarzaran en una discusión
por la titularidad de unos terrenos. Desde esa época, la vara de mando
de Gandía ha ido pasando de mano en mano entre los alcaldes del
municipio de Pinet. En el año 2015, el regidor de Gandía decidió donar a
la ciudad una réplica exacta del bastón, al no lograr que el municipio
recuperara el original. Y con ese gesto iniciaba además un proceso
administrativo de hermanamiento entre ambas localidades con el que
cerrar unas heridas abiertas desde el siglo XIX.
Sobre las historias de los alcaldes que no sueltan la
vara se podría escribir un libro. A un libro sobre la personalidad de
algunos de esos alcaldes me refiero, claro. No a un libro sobre las
varas. Entregar el símbolo del poder local a un sucesor es un acto de
normalidad democrática. El primer sillón de un Ayuntamiento no es
vitalicio, por mucho que haya alcaldes que crean que su pueblo o su
ciudad nació a la modernidad cuando ellos llegaron al cargo o que, tras
ellos, llega la nada. La única realidad es que a todos los grandes
políticos de la historia de la humanidad e, incluso, a los más malos del
mundo, les han sucedido otros en el cargo. Algunos les mejoraron y
otros lo empeoraron, pero todos, sin excepción, tuvieron un día un
sustituto. Es ley de vida.
Todas las pequeñas historias que cuento en este
artículo tienen un denominador común: no son más que una metáfora del
apego al poder. Ejemplos de lo difícil que resulta en política decir
adiós y dar el relevo a otro persona, sobre todo si la otra persona es
del equipo contrario. Claro que, al margen de estas anécdotas tan poco
democráticas, hay otras fórmulas para no soltar la vara de mando sin
tener que esconderla. Únicamente se precisa de un alcalde que anuncie
que se va, pero no tenga ganas de irse y de un partido político al que
le haya entrado el canguelo. Si ambas cosas coinciden a la vez, la
sucesión puede durar más que la polémica por la titularidad de la vara
entre Pinet y Gandía, que va para siglo y medio. Y no diga nada de las
posibilidades de hermanamiento entre candidato y sustituto con las que
cerrar las heridas.
Artículo publicado en Málaga Hoy. Con ilustración de Daniel Rosell.
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