Andalucía, un Gobierno y dos programas para gobernar
A tenor de lo que nos quieren hacer creer, el escenario es el siguiente. Dos partidos (PP y Ciudadanos) han negociado un pacto para Gobernar en Andalucía,
pero como precisaban del apoyo de una tercera fuerza política para
garantizar la investidura, uno de los dos partidos que se han aliado
(PP) ha alcanzado un acuerdo con un tercero (Vox) para que puedan
gobernar los dos primeros (PP y Ciudadanos), sin que una de las partes
afectadas (Ciudadanos) se considere comprometido con lo pactado entre
los otros dos (PP y Vox).
Según este rompecabezas programático. Como Ciudadanos sostiene que no se siente vinculado por el acuerdo del PP y Vox, el líder de esta formación política en Andalucía Juan Marín
anuncia que se pronunciará sobre algunas de las medidas acordadas entre
ellos cuando lleguen al Parlamento. O lo que es lo mismo, que no es
descartable que Marín, vicepresidente de la Junta, vote contra Juanma Moreno,
presidente de la Junta y socio de Gobierno, en aquellas iniciativas que
el PP lleve a la Cámara Autonómica para cumplimentar el acuerdo con
Vox, a pesar de que se trata de medidas que han posibilitado que Marín,
de Ciudadanos, sea vicepresidente.
En términos matemáticos, la operación es de esta forma. El PP ha pactado con Ciudadanos 90 medidas en un acuerdo para gobernar de forma conjunta, pero para hacerlo posible el PP ha necesitado acordar otras 37 con Vox,
sin que Ciudadanos considere que las 37 tengan que afectar a las 90, lo
que hace que la operación política pase a formar parte de los grandes
misterios matemáticos que todavía no tienen solución. A no ser que nos
encontremos que al final han alcanzado un acuerdo para en vez de tener
un Gobierno, haya dos gobiernos. O un Gobierno y dos programas de gobierno. Uno del PP con Vox fuera del ejecutivo, y otro de Ciudadanos dentro del ejecutivo del PP.
PP y Ciudadanos se encontraron con una posibilidad
histórica para acabar con 37 años de gobiernos ininterrumpidos del PSOE
en Andalucía, aunque para ello necesitaban del apoyo en la investidura
de un partido que con 12 diputados está a la derecha de la derecha. El
premio era tan grande y la posibilidad tan esperada, que a nadie le
quepa duda que la decisión se adoptó la misma noche del recuento
electoral, en cuanto vieron que la suma de los tres les garantiza la
mayoría en la cámara. Desde ese día hemos asistido a una representación teatral cuyo final estaba ya cerrado.
Todo entra dentro de la lógica política, menos la de la intentar
explicarlo partiendo de la premisa de que la inteligencia del personal
está bajo mínimos, o la de forzarnos a tragar con ruedas de molino.
Vox, al final, va a apoyar el gobierno del PP y de Ciudadanos.
O si quieren que sea más preciso, Ciudadanos y Vox harán a Juanma
Moreno presidente de la Junta, lo que a su vez hace posible que
Ciudadanos y PP formen parte de un ejecutivo conjunto. Y Vox lo hace
rebajando muchas de las exigencias que había planteado. Sin embargo, que
nadie tenga duda alguna de que esas son sus medidas, las que ellos
intentarían aplicar si llegasen al Gobierno. A Vox no le interesa
Andalucía, como no le interesa ninguna comunidad autónoma. Ellos no
creen en el estado autonómico y han utilizado su determinante posición
en Andalucía para hacer campaña para las próximas elecciones generales.
Hay que andarse con cuidado. Entre los peligros que encierra Vox,
el peor de ellos es que nos tomemos sus cosas a broma. Durante varias
semanas, PP y Ciudadanos estuvieron girando la cabeza hacia otro lado
ante cada ocurrencia de los líderes de esta formación política, hasta
que el pasado martes colocaron sobre la mesa las 19 medidas que
plantearon para apoyar el acuerdo. Y con ellas se acabaron las risas:
expulsar a más de 52.000 inmigrantes, cargarse la Ley de Violencia de
Género y, sobre todo, retroceder en casi todos los consensos logrados en
años de democracia. Por eso, la entrada de Vox en el Parlamento Andaluz
hubiera requerido de un ejercicio de responsabilidad que ninguna
formación política ha querido hacer. Eso que denominaron un cordón
sanitario, pero que precisaba que todos y cada uno de ellos hubieran
hecho concesiones.
La política está hecha de aspiraciones y de renuncias. No
lo han hecho ni el PP ni Ciudadanos, dejándose ir a la deriva de la
derecha más derecha del arco parlamentario. Insisto en que era tan grande el premio que entraba dentro de la lógica,
pero tendrán que apencar con ello. Tampoco los socialistas han dado
paso alguno para evitar que Vox fuese determinante, en la creencia de
que un desacuerdo era la única posibilidad que tenían de mantenerse
otros cuatro años en el Gobierno. También entra dentro de la lógica,
como partido que ganó los comicios. Pero igualmente tendrán que apencar
con ello, aunque en principio les parezca que la situación les favorece
en la oposición.
Está muy bien eso de decir que al final cada uno se
retratará en el lugar que ha escogido del escenario político. Y que cada
partido tendrá que apechugar con sus responsabilidades, pero la
realidad es la que es. En Andalucía habrá un nuevo Gobierno, donde por primera vez en casi cuatro décadas no estará el PSOE.
Y eso forma parte de la necesaria alternancia política. Sin embargo, en
toda democracia deben existir espacios de debate democráticamente
indiscutibles. No vale decir que lo que pidió Vox no se le ha dado. Como
tampoco valió en su día decir que lo que reclaman los separatistas
catalanes tampoco no se les otorgó. El debate político en España, a
fuerza de sectarismo, lleva mucho tiempo sin saber distinguir lo
importante de lo superfluo y se echa en falta un acuerdo mínimo sobre
los valores intrínsecos que conlleva vivir en democracia. Y en las
negociaciones para formar gobierno en Andalucía se han llegado a poner
en entredicho.
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