SUPONGO que en todas las provincias andaluzas han sido igual de rumbosos los líderes políticos a la hora de anunciar ese nuevo amanecer
del que vamos a disfrutar los próximos cuatro años, pero ya les
advierto que nada será equiparable a lo que el futuro le depara a Málaga. Lo ha adelantado el Consejero de la Presidencia de la Junta, Elías Bendodo,
que además de mandar mucho en el ejecutivo regional es el presidente
del PP malagueño. Anuncia Bendodo una nueva confluencia, quizás no
planetaria –como esa a la que se refirió Leire Pajín con Zapatero en la
Moncloa y Obama en la Casa Blanca–, pero realmente importante para esta
provincia. ¿Y cuál es ese hecho extraordinario? Pues, exactamente, la
coincidencia en el espacio y el tiempo de un gobierno del PP en la
Junta, un gobierno de ese mismo partido en la Diputación y gobiernos
populares en muchos municipios de la provincia, incluida la capital.
Es como esas alineaciones de planetas que ocurren muy de vez en cuando, pero con instituciones girando al unísono a la derecha. En política se trata de un hecho insólito
en la relación de Málaga con Andalucía, de ahí que Bendodo lo haya
tildado de momento histórico con esta frase que también pretende ser
histórica: “Por primera vez las instituciones malagueñas van a tener en
la Junta un aliado para trabajar y ofrecer soluciones reales a los
problemas”. Y esta circunstancia no propiciará un cambio cualquiera sino
algo absolutamente excepcional: “Antes la Junta era un problema, ahora
queremos que sea la solución”, ha proclamado. Con el PP en la Junta, en
la Diputación de Málaga y en la capital no es que se vayan a acabar los
problemas en esta provincia, es que existe la posibilidad de salirse de
órbita.
Uno
quiere pensar que cuando un dirigente político hace estas predicciones,
no está diciendo que se va a premiar las inversiones en aquellos sitios
donde el responsable político es de su mismo partido, ya que esas cosas
se suelen hacer pero queda bastante regular alardear de ellas. Supongo
que lo que nos quiere decir Bendodo es que la confluencia conlleva una
mayor sintonía, una coincidencia a la hora de establecer prioridades y
un convencimiento común en cómo afrontar los restos.
Hay que tener cuidado con los discursos que fomentan el agravio comparativo
Y digo esto, porque lo contrario nos llevaría a pensar que en Cádiz o Sevilla,
por citar sendos ejemplos, las cosas serán más difíciles para sus
gestores dado que allí no hay alineación de instituciones en torno a un
mismo partido. Claro que si hacemos memoria, todo va en consonancia con
lo que siempre ha denunciado el PP en Málaga cuando en la Junta
gobernaron los socialistas. Eso de que los malagueños éramos maltratados
por la administración regional y Sevilla se quedaba con las grandes
inversiones. Habrá muchos que piensen que es hora de la contrario.
Estos discursos políticos son bastante productivos en
términos electorales, pero hay que tener mucho cuidado porque fomentan
lo de siempre: el agravio comparativo. Cualquier gobierno debería ser
siempre un gobierno de todos, y las inversiones se deberían acometer de
acuerdo con las necesidades de cada sitio, con independencia del color
político del responsable del sitio. Sin embargo, como a estas alturas
nadie se ha caído de un guindo es evidente que la realidad está llena de
ejemplos de todo lo contrario: el “cariño” con que
una institución acoge un proyecto de otra institución depende demasiadas
veces del partido político en el que milita cada uno. Por eso,
el sectarismo en el reparto de las inversiones es y ha sido, muchas
veces y desgraciadamente, algo consustancial en la gestión del
presupuesto público.
La confluencia de Bendodo trae una noticia buena y otra
mala. La buena es obvia y sólo se trata de esperar a que se cumplan las
expectativas. La mala es menos evidente, pero tiene su importancia de
cara al futuro. En Andalucía, no hay un alcalde del PP que no haya
tenido en la Junta ese enemigo al que echarle las culpas de todos sus
males, aquellos de los que realmente era responsable la administración
autonómica y esos otros de los que no. Y con ese victimismo se han hecho largas carreras políticas.
En muchas ocasiones con razón, y, en otras, utilizando a la
administración regional como excusa para justificar indudables errores
de gestión.
Ahora, ¿Si la Junta es del mismo color político que el alcalde de turno, a quién se le echa las culpas? Posiblemente a Pedro Sánchez.
O sea, al Gobierno Central. Lo hará el PP desde la Junta y lo harán sus
alcaldes desde sus consistorios. Es ley de vida, de vida política. Así
lo hacía el PSOE desde la administración regional cuando gobernaba en
España el PP y todo desacuerdo era un maltrato a los andaluces. Y así lo
harán a partir de ahora los alcaldes socialistas con el nuevo gobierno
de la Junta, después de muchos años aguantándose las quejas ante el
gobierno de su propio partido.
Por cierto, que esta confluencia sería ya completa si el presidente de la Junta, Juanma Moreno,
se dejara ver por el despacho que decidió tener en Málaga. Se anunció a
bombo y platillo el pasado mes de marzo, se abrió el uno de abril para
acoger un encuentro con el líder de Izquierda Unida, Antonio Maíllo,
y no se conoce que haya tenido un nuevo uso desde entonces. Y lo digo,
porque no vaya a ser que el despacho termine como cuando la habilitó el
socialista Griñán en su etapa de presidente: se utilizó el día del
anuncio y no volvió a pisarlo en cuatro años de mandato. En aquella
época no había confluencia, pero el PSOE se inventó lo que vino a llamar
“la hora de Málaga” y aquello no llegó a los treinta minutos.
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