Primarias a la búlgara

Hay tan poco misterio en la ascensión de Susana Díaz a la candidatura del PSOE a la presidencia de la Junta, que la única incógnita que queda por resolver es cuánto tiempo le queda a Griñán en el cargo. Desde blanco y en botella no había existido un acertijo más fácil de adivinar que el resultado de las primarias de los socialistas en Andalucía: Susana de nombre y Díaz de apellido, anunció Griñán a los secretarios provinciales del PSOE el día que avisó de que no repetiría de candidato y que tenía ya sustituta para el puesto. A los cinco minutos, había tortas por ser el primero en darle su apoyo. No se había visto nada igual desde que Chaves dijo que se iba y que le sustituía Griñán. Los mismos que dan codazos ahora por firmar el aval a Díaz, corrían como balas para festejar el nuevo liderazgo de Griñán.
Si a Susana Díaz, en vez de acudir a Antequera a hacer pública su candidatura, se le ocurre dar el pistoletazo de salida en la Conchinchina, hay dirigentes que piden un préstamo y se quedan sin vacaciones este verano con tal de poder ir a celebrar ese momento histórico. No hay nada en política que genere más apoyos inquebrantables que la sustitución de un líder por otro. En Andalucía, tras casi dos décadas de amor incondicional a Chaves, los socialistas han descubierto que no hay cariño político que dure toda la vida. En poco más de tres años se han visto obligados a cambiar a Chaves por Griñán y ahora a Griñán por Susana Díaz. En ambos casos, de la noche a la mañana. Se levantaron un día siendo más chavistas que Chaves y por la tarde eran más de Griñán que el propio Griñán. Ahora mismo, a casi todos se les está poniendo una cara de ser de Susana Díaz de toda la vida. Vamos, hay algunos que parecen que ya eran de Susana Díaz antes de que la dirigente tuviera edad para militar en las Juventudes Socialistas.
Aquí el que no corre, vuela. Y las primarias más todavía. Lo más difícil de entender en este proceso son las prisas. No hay tiempo para secundarios. Y esto tiene toda la pinta de acabar en unas primarias con un resultado a la búlgara: la unanimidad de todos, ante la ausencia de contrincante. No hacen ni el paripé de posibilitar que se presenten más candidatos. Ahí están los otros tres aspirantes —el consejero Planas, el alcalde de Jun y el militante de Torrox— clamando en el desierto para cazar los casi 7.000 avales que precisan para poder perder las primarias frente a Susana Díaz. Cada día resulta más evidente que el proceso se ha abierto con la intención de que Díaz sea elegida por aclamación, en un extraño deseo de precipitarlo todo para eludir un debate de ideas o un proceso real de renovación, que no sea simplemente un cambio por una cuestión de edad.
No resulta enriquecedor este mecanismo para elegir a la persona ya elegida. Desde el anuncio de Griñán, todo está siendo un recorrido a toda prisa donde no gana nadie. Ni hay propuestas ni debate ni mejora de la democracia interna en el PSOE, que es a lo mínimo que debe aspirar una organización cuando pone en marcha un proceso de primarias entre sus militantes.
La candidatura de Susana Díaz no respaldó las peticiones de sus competidores para suavizar los requisitos para poder presentarse, tampoco la petición de disponer de los censos o la posibilidad de recoger los apoyos por internet. No hay nada que objetar, ya que así lo dictaminan los estatutos. Sería, sin embargo, deseable un esfuerzo de generosidad para dar credibilidad social al proceso, ya que no se trata de elegir al líder del PSOE-A —una cuestión interna— sino de buscar al candidato a la presidencia de la Junta, un asunto que afecta a todos los ciudadanos. Por eso va a resultar poco gratificante que este proceso concluya en una especie de primarias a la búlgara, donde el esfuerzo no se dirige en lograr apoyos para Díaz, sino en hacer todo lo posible para impedir que haya otros candidatos.

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