El día que De la Torre empezó a casi dejar de ser del PP

De la Torre nunca ha sido un dirigente del PP. Ha sido y es alcalde de esta formación política, pero ni ha formado parte de sus órganos de dirección -más allá de su presencia en algunos de ellos por su condición de cargo público- ni le han interesado nunca las cuitas internas en su partido. Desde la alcaldía se ha caracterizado por mantener una cierta distancia con el PP, a pesar de que ha llevado siempre de números dos en sus listas al presidente provincial: lo hizo en la etapa de Joaquín Ramírez y repite ahora con Elías Bendodo. Ni contó con el primero ni lo hace ahora con su sucesor a la hora de gestionar la Casona del Parque. Los presidentes provinciales los acoge, siempre que salgan corriendo hacia la Diputación.

Pese a este distanciamiento, hasta ahora De la Torre pocas veces se ha salido del tiesto. Ni ha saltado desde la trinchera para defender polémicas en la que se ha visto inmerso su partido, ni cuanto se salía del argumentario lo hacía con demasiado convencimiento. Él siempre ha considerado que su figura como alcalde está por encima de las siglas del PP y se ha preocupado más "por la ciudad", que por el partido. De hecho, cada vez que ha tenido que configurar su candidatura de las municipales escuchaba con más interés cualquier propuesta de su entorno personal que las que le hacían llegar desde la sede.

Esta relación ha sido siempre consentida por el PP, a pesar de que los hechos demuestran que se equivocó en reiteradas ocasiones con sus fichajes. Y que, en muchos casos, aportaron poco o nada a su equipo de Gobierno. Sin embargo, cada cuatro años se repite la misma historia. El PP intentando colocarle piezas en su equipo y De la Torre buscándolas fuera. En estas últimas municipales, en el PP eran conscientes de que el alcalde acumulaba ya demasiados mandatos, pero no tenían alternativa, ya que con la que les estaba cayendo encima era la única opción para mantener la alcaldía. Y el PP se tiró a las municipales con De la Torre, sí, que era como reconocer que entendían que muchos malagueños no iban a votar al PP, pero sí lo harían por Paco de la Torre.

En la noche electoral, cuando el recuento alcanzaba el 80% de los sufragios y De la Torre se estancó en 12 ediles, sin posibilidad tan siquiera de tener mayoría con Ciudadanos, el mundo se le vino encima al alcalde. Ni en su peor pesadilla se había planteado este escenario, tras un mandato que lo había encumbrado ante los medios nacionales e internacionales por su apuesta por la cultura y su catálogo de museos internacionales. El susto dio paso al concejal número 13 y salvó los muebles. De la Torre, sin embargo, llegó a un convencimiento: había perdido la mayoría absoluta por los escándalos de corrupción en el PP y por el malestar ciudadano por las políticas del Gobierno para salir de la crisis. Ni por asomo encontró razón alguna para considerar que parte del castigo tenía que ver con un mandato con grandes lagunas, errores de bulto y múltiples incumplimientos.

Tan claro lo tuvo que, 24 horas después de digerir el varapalo, lanzaba un tuit desde su cuenta de alcalde con un claro destinatario: su propio partido político. Decía así: "En las elecciones autonómicas del 22 M el PP obtuvo 70.971 votos. En las elecciones locales 24M 88.365 votos. Sube 12.382". Quería dejar claro que él obtenía mejores resultados que su partido en la capital malagueña. Desde ese día, De la Torre empezó a casi dejar de ser del PP. Convencido de que iniciaba su último mandato y que estaba en juego su prestigio como alcalde, decidió que las negociaciones y todo lo relacionado con la nueva corporación las llevaría personalmente. Ni estaba dispuesto a dejar el asunto en manos del presidente de su partido, Elías Bendodo, ni en la persona de máxima confianza de este último en el seno del ayuntamiento, Mario Cortés.

En menos de dos días, lanzó un segundo mensaje claro a su partido: con Juan Cassá solo se reunía él. Y lo decidió después de que Bendodo mantuviera un primer encuentro con el líder de Ciudadanos en unos días en los que De la Torre viajó fuera. A la vuelta, los encuentros con Cassá solo le tenían a él como interlocutor. Y a ellos dejaba entrar a su jefe de gabinete, Manuel Jiménez, que le iba poniendo números a las exigencias del otro partido. De hecho, el acuerdo se cerró dos días antes de hacerse público y lo sabía la dirección de Ciudadanos en Madrid y Sevilla -se le escapó a Juan Marín en una entrevista en la cadena SER- , mientras el PP en Málaga aún no tenía certeza de ello.

Tan es así, que algunos concejales iban conociendo lo que se estaba acordando por lo que decía Cassá o por lo que se filtraba a los periodistas. Nadie de su equipo pillaba bola, lo que motivó un enorme malestar interno. En privado, varios dirigentes del PP no se han mordido estos días la lengua a la hora de censurar al alcalde su defensa a ultranza del sueldo de los gerentes y altos cargos, mientras "entregaba" a Ciudadanos a todos los directores de distrito, el puesto destinado a recolocar a los damnificados. El otro punto de acuerdo que dejó patidifusa a la dirección del PP es la denominada con ironía "cláusula Cassá", esa que establece que el acuerdo contempla que De la Torre debe estar los cuatro años. Cuando Cassá lo anunció en la rueda de prensa conjunta con el alcalde, éste no tardó ni unos segundos en responder: "Por mí, no hay ningún problema de estar todo el mandato", dijo corriendo y deprisa.

El asunto entre De la Torre y el PP tiene su enjundia. Málaga es la ciudad más importante de España donde el PP mantiene la alcaldía, pero tiene a un alcalde decidido a cumplir cuatro años de mandato alejándose de las siglas de su partido. Y a este ritmo, llegará un día que dejará casi de ser del PP.

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