El truco de la moneda al aire
HACE dos semanas el presidente de la junta electoral de Huércal-Overa, en Almería, convocó en su despacho a los candidatos del PSOE y de la Agrupación Independiente de Albanchez. El juez sacó una moneda del bolsillo y le pidió a cada uno de los dos contrincantes que eligieran. "Cara", dijo el socialista. "Cruz", le tocó al independiente. En unos segundos, Albanchez tenía alcalde para los próximos cuatro años. No fue una designación por la cara. El nuevo alcalde de este municipio almeriense salió por la cruz.
La democracia tiene estas ocurrencias. Hace años a los legisladores no se les ocurrió mejor manera de solventar un hecho que ocurre pocas cosas, pero que sucede: ¿Cómo elegir a un alcalde cuando dos partidos obtienen exactamente el mismo número de votos? Y optaron por el lanzamiento de una moneda al aire. Las alcaldías a cara o cruz, vamos a decirlo en fino, es un mecanismo bastante chapuza. Y en términos democráticos resulta poco serio que la persona que va a dirigir un municipio durante cuatros años se decida de la misma forma que un árbitro dirime quién elige primero campo en un partido de fútbol.
Con todo, a efectos de estrés y canguelo, hay que reconocer que el lanzamiento de monedas es un mecanismo rápido y ágil para dirimir conflictos en las alcaldías. Tiene que ser un trago amargo para un candidato ver como su futuro vuela por los aires, pero se trata de un momento que dura lo que dura, unos segundos. Cae la moneda y cada uno a su casa. Uno de alcalde y otro en la oposición. Un pispás democrático que no requiere firma de compromisos con otros partidos, reparto de cargos o tragarse un puñado de sapos en la negociación. Es como la segunda vuelta en las alcaldías que disfrutan algunos países, pero en versión tómbola. Te toca o no te toca.
Dicho esto, con las cosas de votar nadie debería de jugar. A Susana Díaz se le ocurrió un día romper su pacto con Izquierda Unida y adelantar las elecciones en Andalucía jugándose su futuro a cara o cruz, con tan mala suerte que le salió las dos cosas. La cara fue la victoria y la cruz no disponer de diputados suficientes para salir investida presidenta. Y lo que el juez de Huércal-Overa solucionó en unos segundos con una moneda, a ella le ha costado 80 días. El tiempo que el personaje de Julio Verne, Phileas Fogg, tardó en darle la vuelta al mundo, por situar una comparativa de espacio y tiempo con lo que entender mejor lo duro que ha tenido que ser la espera.
"A menudo me he tenido que comer mis palabras y he descubierto que era una dieta equilibrada", dijo una vez Winston Churchill. La negociación entre Ciudadanos y los socialistas en Andalucía ha sido un gran banquete de palabras comidas unas detrás de otra. Y la carta del menú, un documento de 70 medidas que lo mismo ha servido para satisfacer la hambruna de apoyos que padecía el PSOE en Andalucía que las necesidades de alimento político que requería el estado comatoso del PP en la Comunidad de Madrid.
Negociar y pactar es una de las mejores cosas que puede pasar en democracia. Nadie tiene la verdad absoluta ni nadie el programa de Gobierno que lo soluciona todo. Por eso, comerse las propias palabras además de ayudar a tener una dieta política equilibrada, es muy sano para gestionar una institución pública. Otra cosa son los atracones. Todo harta en la vida, incluso los manjares más suculentos cuando se comen en demasía. Si se fijan bien en las fotos de hoy, aparecen demasiados alcaldes con muy mala cara en los actos de constitución de las corporaciones que tuvo lugar ayer sábado, a pesar de que estaban viviendo un momento histórico. No es por la responsabilidad que asumen, qué también, sino consecuencia de un empacho de palabras tragadas y de sapos que quedan por digerir. Se prevé unos mandatos de mucho tarro de bicarbonato y mucha cucharada de sal de fruta. Para un alcalde en minoría, no hay nada más peligroso que varios ediles de la oposición jugando al lanzamiento de monedas al aire en cada pleno municipal. Hoy ha sido cara, doy el apoyo para sacar adelante los presupuestos. Mañana sale cruz, negoció con las otras fuerzas políticas y metemos por ventanilla una moción de censura.
En España hay escasa cultura de pactos y por eso no hay término medio en la relación entre los partidos. O se hace política a cara de perro, o se pelotea hasta el ridículo para lograr el apoyo del contrario. Aquí se lleva mucho la impostura y el postureo. No hay más que ver el resultado. Salvo algunas sorpresas menores, tras 80 días en Andalucía y dos semanas en los ayuntamientos lanzando monedas al aire, al final hemos descubierto que la mayoría tenían cara por ambos lados y que ellos lo sabían desde la misma noche del recuento.
Comentarios
Publicar un comentario