El entierro prematuro, de Allan Poe a Rojas Marcos

EDGAR Allan Poe publicó en julio del año 1844 un relato en el periódico The Philadelphia Dollar Newspaper titulado El entierro prematuro. Era una de las grandes obsesiones de la época y una de las mayores desgracias posibles: el enterramiento en vida, algo que era más común de lo deseado en aquellos años. Incluso tan habitual que, algunas familias, enterraban a sus seres queridos en ataúdes que se equipaban con complejos artilugios que posibilitaban pedir ayuda en tan comprometidas circunstancias. Leo en internet que fue tan grande, para muchos, el terror ante esta posible pesadilla que en la Inglaterra victoriana se fundó incluso una Sociedad para la prevención del enterramiento prematuro.

El miedo a ser enterrado vivo tiene profundas raíces en el siglo XIX. Hay quienes sostienen que tenía mucho que ver con los escasos conocimientos médicos sobre una enfermedad: la catalepsia, ese estado de inconsciencia que hacía pensar en la muerte. De hecho, el protagonista del cuento de Allan Poe tiene esa enfermedad y una gran obsesión, la de perder el sentido lejos de su hogar, allí donde nadie conociera esta circunstancia. Y por ello, hace prometer a familiares y amigos que no lo enterrarán nunca antes de que comprobar fehacientemente que realmente está muerto.

El Partido Andalucista se dispone a celebrar su 50 cumpleaños con un enterramiento prematuro. El suyo. Después de años en una situación de catalepsia, una enfermedad que se le ha ido agravando con el paso del tiempo, sus dirigentes históricos han decidido darlo ya por muerto. "Una muerte digna", reclamaron este pasado mes de julio en un manifiesto cinco ex presidentes o ex secretarios generales del PP, su fundador Alejandro Rojas-Marcos, junto a Luis Uruñuela, Miguel Ángel Arredonda, Diego de los Santos y Antonio Ortega. Los ex líderes han decidido que es hora de retirarle el respirador artificial que lo mantiene en estado de semiinconsciencia desde el año 2008 y esperar que se vaya apagando poco a poco, mientras los pocos ediles que quedan por la geografía andaluza buscan refugio en otros lares.

Oficialmente, las exequias al PA han sido postergadas para este próximo 12 de septiembre en Málaga. Hay dos opciones. De un lado, la que plantean los que siempre han mandado en el Partido Andalucista, Alejandro Rojas Marcos y su mesa camilla. El enterramiento prematuro. De otro lado, la opción por la que abogan algunos de sus dirigentes actuales: una refundación o reconstrucción. Más o menos, un milagro, una nueva resurrección en su larga trayectoria de mutaciones, enfrentamientos y reconciliaciones. Un nuevo boquete por el que respirar, al estilo del que colocaban en el siglo XIX en los ataúdes por si el muerto revivía en la tumba.

La defunción del PA no debería quedar en manos de Rojas-Marcos, con ese sentido patrimonialista de matarlo porque es suyo. Militar en el andalucismo es una de las cosas con más mérito en la política andaluza. Aquí, en esta tierra, lo fácil ha sido siempre militar en el PSOE, o como mucho en el PP. Hay gente que llevan años de militancia andalucista a pesar de sus líderes, y, votantes que han introducido la papeleta del PA en las urnas sin haber entendido nunca se estrategia. Ni ellos, ni muchas veces sus propios dirigentes. No es la primera vez que escribo que no me muevo en los parámetros de los nacionalismos, pero reconozco la meritoria concienciación de muchos de los militantes de este partido y su importancia en la etapa inicial de la autonomía. El mayor problema del PA han sido siempre sus dirigentes, quizás -solo quizás por eso- son los únicos que no pueden tener la última palabra, ya que la muerte política de esta formación es consecuencia de la lapidación del único capital que la sostiene: las ideas, los militantes y los votantes.

El último error de bulto que cometen los líderes históricos andalucistas es achacar a la "insuficiente conciencia" de los andaluces, "por tener un partido propio y soberano, es decir exclusivamente andaluz", la pérdida continúa de apoyo electoral. Como si en ello no hubieran sido determinante los bandazos ideológicos que han dado en sus 50 años de historia y los continuos desaciertos estratégicos de unos líderes que llevaron a esta formación política a la absoluta irrelevancia en Andalucía, sin presencia en el Parlamento autonómico desde el año 2008.

Como ocurre con el personaje del cuento de Allan Poe, los dirigentes del PA fueron durante mucho tiempo víctimas de febriles alucinaciones. Ex líderes que, políticamente hablando, fallecieron antes que el partido que fundaron, pero en el que nunca dejaron de mandar por miedo a sufrir un entierro prematuro. El de cada uno de ellos. Al PA, entre todos lo mataron y él solo se murió. Por eso, deberían dejar que del sepelio se encarguen, esta vez, sus militantes. Y no que las exequias la organicen los mismos que provocaron la muerte.

Publicado en Málaga hoy, día 6 de septiembre de 2015. Ilustración: Daniel Rossel. 

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