Playas de quita y pon

EL temporal del pasado fin de semana ha puesto en evidencia, una vez más, los problemas de erosión del litoral malagueño. Cada vez que ocurre un fenómeno de estas características, sale un subdelegado del Gobierno -da igual el que esté en ese momento- para anunciar de inmediato que se van a poner en marcha medidas urgentes para reponer y recuperar las playas afectadas. Como todos los años hay al menos un par de temporales, hay otros tantos anuncios de partidas extraordinarias. En los próximos meses se empezarán a rellenar las playas de arena, traídas de quién sabe dónde, a la espera de que el próximo temporal se la vuelva a llevar. Y así llevamos años, gastando cantidades ingentes de dinero público en aportar arena para regenerar las playas, para posibilitar que el mar se la vuelva a tragar.

Este año aseguran que ha sido el mayor temporal desde hace dos décadas. Hace un par de años se dijo que fue un temporal histórico. Y hace cinco, que fue el mayor temporal en tiempo. Lo que nadie dice es que muchas de las playas afectadas son siempre las mismas: esas que siguen pendientes desde hace décadas de obras de urgencia que protejan el litoral de los azotes del mar. Al arreglo de las playas en la provincia de Málaga, le pasa lo mismo que al plan de saneamiento integral de la Costa del Sol, que llevamos medio siglo anunciando plazos de finalización sin que nunca se haya finalizado nada.

En Málaga las playas desaparecen porque no están protegidas. Al igual que hay nata en el mar en verano porque sigue habiendo vertidos incontrolados, ya que las depuradores no se han terminado y muchas de las que se construyeron en su día ya no tienen capacidad para absorber los residuos de una población que se han multiplicado con creces durante la última década. Es una relación causa-efecto, idéntica a la que ocurre con los chiringuitos en los temporales: las olas rompen sobre ellos, porque muchos de ellos están instalados a escasos metros de donde rompen las olas. Y esto ocurre en Málaga desde que la intensa acción humana en la costa, ya sean puertos, espigones, urbanizaciones en primera línea, dejara a la naturaleza sin su capacidad de regenerarse: el mar con sus corrientes traían en primavera los arenales que desaparecían en otoño e invierno. Y como este ciclo ya no sucede, nadie ha encontrado mejor solución que la simple y periódica medida de hacer frente a cada temporal con la reposición de arena en la playa.

Antes de que estallara la crisis y explotase la burbuja inmobiliaria, las distintas administraciones empezaron a mostrar una verdadera preocupación por la invasión del litoral. Se construían más pisos que nunca y los planes de ordenación urbanístico de muchos ayuntamientos del litoral llenaron de más viviendas todo lo poco que quedaba de la primera línea de costa. Tanto el Estado como la Junta intentaron poner freno a estos desmanes con planes de sostenibilidad y leyes más restrictivas. Lo que no consiguió la legislación, lo logró la crisis inmobiliaria: se dejó de construir, porque no se vendía lo construido. Ni Ley de Costas ni nada, el dichoso mercado inundó el paisaje de grúas sin desmontar y urbanizaciones a medio construir.

Para hacerse una idea de hasta dónde llegamos en el litoral malagueño, dan cuenta algunos informes que llevan años alertando de este fenómeno. En noviembre de 2007, en los inicios de la crisis, el 50,8% del primer kilómetro desde el mar hacia el interior de la costa malagueña estaba urbanizado. En un estudio elaborado por el entonces Ministerio de Medio Ambiente bajo el título de Estrategia para la sostenibilidad de la costa situaba el cambio climático como la principal amenaza para el litoral y advertía que en la zona oriental de la Costa del Sol, entre Nerja y Rincón de la Victoria, era "probable" un aumento del nivel medio del mar de más de medio metro en 100 años, lo que ponía en riesgo de inundación muchos de las actuaciones y edificios que actualmente se ubican en primera línea de playa. Algo idéntico advertía el Centro Andaluz de Medio Ambiente: el mar está subiendo y tendrá consecuencias sobre la desmesurada ocupación urbanística que se ha hecho de la costa malagueña en las últimas décadas. Desde el año 1920, los científicos han detectado que el nivel del mar comenzó a subir en todo el planeta. Una tendencia que se mantuvo de forma casi constante hasta los años 90. A partir de entonces, el incremento ha sido cada vez más significativo y se estima que a lo largo del siglo XX el nivel del mar subió unos 20 centímetros.

No se trata de ser alarmistas, pero casi todos los estudios coinciden en señalar que las costas de Málaga, tienen una alta vulnerabilidad. Ya no se trata de fenómenos como los temporales que azotan el litoral, sino de un modelo urbanístico que está en riesgo y que acumula demasiadas tropelías e invasiones del dominio público terrestre. La principal industria de la Costa del Sol se basa en el turismo de sol y playa. Sobre el sol, afortunadamente, las competencias no pueden ser transferidas a las administraciones públicas ni a la iniciativa privada; por lo que la acción humana únicamente puede actuar sobre la playa. Y sobre eso, hay razones para el sonrojo.

Disponemos de playas de quita y pon, de depuradores de nunca jamás y de obras pendientes para defender el litoral que se anunciaron hace medio siglo. Este mismo fin de semana, mientras se vendían las excelencias del turismo de la Costa del Sol en la Word Travel MarKet de Londres, muchos malagueños chapoteaban en el barro de sus negocios y parte del litoral era un reguero de basura y cañas amontonadas en la playa. Mientras en la feria mundial del turismo, las autoridades andaluzas y malagueñas anunciaban previsiones de ocupación y se felicitaban de los grandes registros históricos de la pasada temporada; en el litoral se repetía la misma dinámica de cada año: fotos del temporal, anuncio de nuevas aportaciones de arena, evaluación de daños del consorcio de seguros y peticiones de líneas de ayudas para hacer frente a los desperfectos.

Posiblemente a este temporal le sucederá otro. Y el mar se volverá a llevar los aportes de arena. Y podré contarles lo mismo que le estoy contando ahora. Será más próximo a la Semana Santa. Y habrá un responsable político que nos tranquilizará diciendo que, pese a los nuevos destrozos, el compromiso del Gobierno será que las playas estarán listas para esa semana. Listas para el próximo ciclo: más aportes de arena, que el mar luego se traga.

Y esas cosas van ocurriendo mientras se intentan subsanar las tropelías urbanísticas con más tropelías urbanísticas. Hasta que llega un día el Tribunal Supremo y provoca un nuevo temporal, un maremoto que se lleva por delante el Plan General en Marbella acordado por los dos grandes partidos, PP y PSOE, con el visto bueno de la Junta, que legalizaba lo ilegalmente construido. Y al que le sucede un segundo auto que anula todo el planeamiento diseñado durante una década para hasta nueve municipios de la franja litoral, desde Marbella hasta Mijas. Y, entonces, las cosas se complican, ya que para este temporal nadie está en condiciones de anunciar un paquete de medidas extraordinarias para paliar los efectos de las leyes.

Publicado en Málaga Hoy 8 de Noviembre de 2015. Ilustración: Daniel Rosell

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