Otra mesa de trabajo
Después de
muchos años haciendo planes integrales, a las administraciones públicas
llegaron las mesas sectoriales. Constituir una mesa sirve lo mismo para
un roto en educación que para un descosido en empleo. Para el
transporte, hubo mesas; el turismo tiene la suya; hay varias mesas para
la sanidad y las hubo para la concertación. Hay mesas sectoriales,
provinciales, comarcales y territoriales… De ahí que a lo largo de estos
años, la Junta de Andalucía acumule ya un muestrario de mesas de
trabajo con una oferta más amplia que el catálogo de IKEA. Con estos
antecedentes, uno siente cierto resquemor cuando hay un problema y se
anuncia la creación de otra nueva mesa. Sobre todo porque a las mesas
les ocurre, a veces, lo que se decía de las comisiones: "Si quieres que
algo no se resuelva, crea una comisión". O pon una mesa, habría que
decir ahora.
Pese a ello, resulta difícil oponerse a la decisión
de la Junta de crear una nueva mesa, otra. La enésima mesa. Esta vez
para mejorar la Calidad del Empleo. Y en ella van a estar la
Administración, los empresarios y los sindicatos. Una especie de acuerdo
de concertación, pero con mesa. Hace unos días, un periódico de Málaga
publicó un informe sobre el mercado laboral en esta provincia, que no
debe diferir en mucho de lo que ocurre en cualquier otra en Andalucía y
donde se incluyen todas las razones habidas y por haber para plantearse
la necesidad de esta nueva mesa por la calidad del empleo. El informe es
tan demoledor que exigiría algo más. En concreto, tropecientas sillas
alrededor donde sentarse todos a pensar en una alternativa a lo hecho
hasta ahora, ya que los resultados nunca han sido demasiado
satisfactorios.
Les cuento lo que dice este documento. Se trata del
informe del Observatorio de Ocupaciones elaborado por el Servicio
Público Estatal de Empleo (SEPE). Se refiere a lo ocurrido en el mercado
laboral de Málaga en el año 2016 y ofrece una magnífica radiografía de
una situación insostenible en términos sociales. El año pasado se
firmaron en Málaga 719.313 contratos, pero apenas afectaron a 288.000
personas. Como muestra de la rotación, 31.000 de estas personas
acumularon más de 300.000 de esos empleos. O lo que es lo mismo, cada
una de ellas tuvo una media de 10 contratos ese año. Del total, los
fijos fueron el 6,4%, mientras los temporales acapararon el resto
(93,6%). ¿Y saben lo peor que hay detrás de estas cifras? Lo peor es que
se puede hacer una lectura, estadísticamente hablando, maravillosa de
los datos. En 2016 se firmaron en Málaga tantos contratos como en los
años 2006 y 2007, lo que permite decir que recuperamos empleo al nivel
anterior al estallido de la crisis. Ya saben el viejo chiste de la
estadística, esta ciencia que nunca entendió ni del reparto ni, por
supuesto, de la calidad del medio pollo que toca a una pareja, cuando
uno de ellos se lo come entero.
Sigamos hablando de otra de las patas de la nueva
mesa. Y de la innegable necesidad de que exista para mejorar la calidad
del empleo. Diez fueron las ocupaciones más contratadas en 2016 en
Málaga, según el informe. Y esas diez ocupaciones acumularon más de la
mitad de los 700.000 contratos. Aquí llevan, por orden de demanda, los
oficios que se reclamaron con la mejora del mercado laboral: camarero,
peón agrícola, personal de limpieza, dependientes en tiendas, albañil,
ayudante de cocina, peón agropecuario, cocinero, peón de industrias
manufacturas y peón de invernadero. No hay más que ver el listado para
comprobar lo mucho que está avanzando Andalucía en el cambio de su
modelo productivo: del sector servicios a la construcción para poder
pasar de la recuperación de la construcción a un mayor aumento del
sector servicios. Todo un cambio de modelo.
Es imposible estar en desacuerdo con la creación de
esta nueva mesa. Y de hasta una docena de ellas si hicieran falta. A los
argumentos estadísticos de los informes, podemos añadir otros que
vienen directamente de la cruda realidad. Hace unos días, el director de
Cáritas en Sevilla, Mariano Pérez de Ayala, insistió sobre uno de los
mayores desastres que la crisis y los cambios en la legislación laboral
han traído al mercado de trabajo: encontrar un empleo no significa salir
de la pobreza. Y en riesgo de pobreza acumulamos tasas que deberían
hacer llorar a cualquiera de los invitados a la mesa. Según esta
organización religiosa, hasta el 35% de la población andaluza se
encuentra en este disparadero, ya que la recuperación apenas está
teniendo incidencia a la hora de acortar la enorme brecha social que se
ha ido generando con la crisis.
La mesa, la nueva mesa, irá acompañada de otra medida
con la que resulta igualmente imposible estar en desacuerdo. Se van a
recuperar los cursos de formación profesional para los parados. Cuesta
trabajo creerlo, pero Andalucía, una tierra con una de las tasas más
altas de desempleo de Europa, lleva cinco años sin oferta de formación
para los parados. Y lo peor son las razones de esta suspensión: la Junta
se ha tirado un puñado de años fiscalizando la fiscalización que no
hizo en su día; adaptando los procedimientos administrativos que algunos
se saltaron a la torera para poder anunciar ahora que se aplicaran
mejores controles; y poniendo mecanismos para lograr algo que debía ser
de cajón. Eso de que los cursos de formación se hagan -a que se realicen
de verdad, me refiero- y que, a poder ser, sirvan luego para ayudar a
un desempleado a incorporarse en mejores condiciones al mercado de
trabajo. Y en eso llevamos cinco años y un buen número de mesas de
interlocución.
Con todo, bienvenida la mesa para la mejora de la
calidad del empleo si sirve para que los andaluces puedan tener
garantizado un plato de comida. En su mesa. Y tres veces al día. Esas
son las mesas que más importan.
Publicado en Málaga Hoy. Con ilustración de Daniel Rosell.
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