Un debate sin diagnóstico
El año en
el que Rajoy proclamó el final de la crisis económica fue 2014. Se
encontraba en el debate sobre el Estado de la Nación y lo hizo con seis
palabras: "Hemos cruzado el Cabo de Hornos". Tras ello, empezó a dar
cifras macroeconómicas y titulares de la prensa internacional
relacionados con la incipiente recuperación. Atónito, el líder del PSOE
por entonces, Alfredo Pérez-Rubalcaba, inició su réplica con menos
palabras todavía, apenas cinco: ¿en qué país vive usted? Y empezó a dar
cifras microeconómicas y titulares de la prensa española con el paisaje
de paro, pérdidas de derechos y desigualdades que nos dejaba la crisis
económica.
Susana Díaz nunca ha dicho en un Debate sobre el
estado de la Comunidad que Andalucía haya cruzado ni el Cabo de Hornos
ni tan siquiera la Punta de Tarifa, pero desde su llegada al cargo, no
hace más que hablar de signos de recuperación. Y especialmente de que
esa recuperación avanza más en Andalucía que en otras comunidades
autónomas. La oposición, aunque no con las mismas palabras, lleva
planteando desde el primer día idéntica réplica, resumida en la pregunta
que Rubalcaba hizo a Rajoy en 2014 pero con Díaz como destinataria: ¿En
qué Andalucía vive usted? Y ahí acabó el último debate, el anterior y
el anterior del anterior.
Los líderes del PSOE, del PP, de IU y del PA, primero;
los del PSOE, el PP, Podemos, IU y Ciudadanos ahora llevan preguntándose
sobre la Andalucía en la que vive cada uno desde el inicio de la
autonomía, sin alcanzar nunca un acuerdo sobre la realidad que padecen
los andaluces. Cada año teatralizan sus posiciones en el debate sobre el
estado de la comunidad. Los socialistas instalados en esa California
del Sur a la que llevamos décadas aspirando y de la que supuestamente
estamos cada día más cerca; los demás censurando esa Andalucía que sigue
sin salir del furgón de cola de las comunidades con las tasas de paro
más altas de la Unión Europea. Y año a año, entre bostezo y bostezo de
los ciudadanos, participan durante dos días de un debate encorsetado y
de unos turnos de réplica escritos de antemano, donde da igual lo que se
diga o anuncie, ya que al final nadie se mueve un ápice de su discurso.
En Andalucía, donde somos más transparentes que en
ningún otro sitio, hay dos debates sobre el estado de la comunidad al
año. El anterior tuvo lugar en junio. Susana Díaz venía de estrellarse
frente a Pedro Sánchez en su intento de liderar el PSOE y en aquellas
dos sesiones plenarias hubo más interés mediático en conocer el estado
de la presidenta de la Junta que el estado de la autonomía. De aquel
debate apenas salieron dos cosas: una crisis de Gobierno y un anuncio
estrella, el de que los universitarios andaluces no pagarían las
matrículas si aprobaban todas sus asignaturas en sus carreras. De la
remodelación del ejecutivo, aún estamos a la espera de ver los
resultados. De las matrículas gratis, ha habido casi unanimidad en el
aplauso.
En este segundo debate han salido menos cosas todavía
que del anterior. Cuando de la intervención de la presidenta en su
discurso sobre el estado de la comunidad, el titular que reproducen la
mayoría de los medios es otro plan especial de empleo para mayores de 45
años, uno tiende a pensar que hemos escuchado ya este debate. Pero si
la réplica del líder de la oposición es decir que la presidenta de este
Gobierno tiene el síndrome de San Telmo, porque está ajena a la
realidad, se disipan todas las dudas: fue el mismo debate de siempre. No
hay nada más cansino que un responsable o una responsable de un
gobierno andaluz culpando de todos sus males al gobierno central,
después de tres décadas ininterrumpidas de gestión. Ni nada más aburrido
que un líder de la oposición denunciado que los socialistas arruinan a
Andalucía, después de tres décadas ininterrumpidas perdiendo elecciones o
siendo incapaces de articular un discurso que les garantizase una
mayoría para el cambio.
Por primera vez en mucho tiempo, había un debate
sobre la comunidad mucho más sustancial que las diferencias de
percepción que tiene cada partido sobre la Andalucía en la que vivimos
los andaluces, que no es otro que la necesidad de que el Estado
garantice la misma cantidad y calidad de los servicios esenciales de
todos los españoles. La crisis en Cataluña ha abierto algunas grietas
sobre los cimientos del estado autonómico y ha puesto en entredicho el
modelo de convivencia que durante 40 años nos hemos dado los españoles.
Es difícil determinar, ahora mismo, cuál será la salida, pero que a
nadie le queda duda alguna que pasará por una solución que conlleve más
transferencias de dinero del Estado a la Generalitat.
Esa posible solución avecina un conflicto tan
importante como el que ahora tenemos, ya que afecta a la financiación de
las prestaciones que cada ciudadano debe tener garantizadas con
independencia de la comunidad en la que decida vivir. Y en ese asunto,
los partidos en Andalucía han alcanzado el mismo nivel de consenso que
existe a nivel nacional: unánimes en la necesidad de cambiarlo y sin
acuerdo alguno en cómo hacerlo. Volvemos a salir de un debate sobre la
comunidad sin un diagnóstico claro sobre en qué Andalucía vivimos y sin
una posición conjunta ante el enorme lío que se avecina: cómo se reparte
mejor el dinero del que apenas dispondremos.
Artículo publicado en Málaga Hoy. Con ilustración de Daniel Rosell.
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