La segunda modernización de los líderes regionales
Tengo un
amigo que sostiene con ironía que Susana Díaz decidió realizar dos
debates sobre el Estado de la Comunidad al año, porque con uno no era
suficiente para convencernos de que Andalucía va bien. Por eso, cada
seis meses, la presidenta acude al Parlamento y nos hace un recuento de
todas las bondades estadísticas que acompañan su gestión para intentar
que visualicemos con cifras lo que nos cuesta percibir con la cruda
realidad diaria. Desde que llegó a la Presidencia de la Junta, el gran
problema de Susana Díaz es que manda sin un buen eslogan. De ahí que,
mientras Manuel Chaves era capaz de resumir lo que nos iba a deparar el
futuro con apenas dos palabras -segunda modernización-, Díaz necesita
apabullarnos con datos y estadísticas para explicarnos que estamos mejor
que ayer, pero peor que mañana.
En política hay que saber venderse bien o construir
un buen relato. Lo del relato es, muchas veces, más importante incluso
que los hechos. El PSOE en Andalucía ha tenido siempre dirigentes muy
imaginativos a la hora de construir relatos, tanto en el partido como en
el Gobierno. Es una de las principales carencias de Susana Díaz. La
presidenta de la Junta nunca ha logrado tener en su equipo un número dos
como tuvo Chaves, por ejemplo, con Gaspar Zarrías, un gran hacedor de
titulares para un relato. Un consejero que en los momentos difíciles lo
mismo creaba un comité de expertos para aparcar un problema, que lanzaba
la Andalucía imparable, que era una forma de decirnos cómo iba la
comunidad sin tener que entrar en detalles ni ofrecer demasiadas
explicaciones.
Bien es verdad que los andaluces estamos algo más
resabiados que antaño y ahora es muy difícil que nos cuelen a estas
alturas lo de la California del Sur sin provocarnos el sonrojo. Son
muchos años cambiando de modelo productivo, de I-D y de modernizaciones
varias, como para seguir aceptando pulpo como animal de compañía. Pero
se echa en falta una ilusión en algo en nuestros gobernantes. Un futuro
que no se mida con el balance de exportaciones, con decimales de subida
de empleo o con el porcentaje de incremento de turistas que nos visitan
en agosto. Y en eso, ni estuvo el Gobierno ni estuvo la oposición en el
Debate sobre el Estado de la Comunidad. Todo fueron cifras contra
cifras. Uno lanzando datos de exportaciones y el otro replicando con las
estadísticas del paro; uno felicitándose por el aumento de las partidas
en asuntos sociales y el otro echándole en cara los recortes en sanidad
y educación. Al debate le faltaron palabras y le sobraron números. Es
una carencia general, ante la ausencia de estadistas se tira de
estadísticas.
Al Gobierno andaluz le hace falta un relato, pero se
ha hecho fuerte con un contrarrelato. El discurso contra el Gobierno de
Rajoy, a quién le reprocha el ninguneo a Andalucía en la financiación,
en las inversiones de los presupuestos, en las ayudas a la dependencia,
es un magnífico argumento para ganar elecciones, pero apenas incluye
nada que genere ilusión. Se anuncian medidas de Gobierno en cada debate
como antes se despachaban promesas en los programas electorales, pero al
discurso le falta un todo, ese que nos dice dónde estamos y hacia dónde
vamos como comunidad autónoma que arrastra carencias importantes y no
logra sacudirse el drama del paro. Se hace política de buenas
intenciones, con leyes para tener una mejor dieta; para que seamos más
emprendedores, más iguales en género o más participativos como
ciudadanos, pero incluso las buenas intenciones precisan de partidas
presupuestarias para ejecutarlas y las leyes se aprueban con mucho texto
y muy poca memoria. A la memoria presupuestaria me refiero.
En esta ocasión, además, los partidos acudían al
Debate sobre el Estado de la Comunidad demasiado preocupados por si
finalmente habrá o no adelanto electoral. Aunque la presidenta de la
Junta lo niega por activa y por pasiva, la oposición no termina de
creérselo del todo. Esta vez lo ha intentado de nuevo. Susana Díaz ha
encargado el presupuesto de 2019 para intentar demostrar que no encarga
las elecciones. A la oposición, el anuncio, no le cambió en nada el
discurso. De ahí que en la sesión los diputados estuvieran más
pendientes sobre el estado de cada uno de sus líderes de cara a un
adelanto electoral que del Estado de Andalucía. Los portavoces subieron
al atril del Parlamento con la intención de posicionarse como candidatos
en las próximas elecciones autonómicas y en ello estuvo especialmente
equilibrista Juan Marín, que acudió apoyando los presupuestos que
garantizan el final del mandato del Gobierno del PSOE, a la par que
decía que eran un "desastre" los Gobiernos del PSOE.
La crisis económica no sólo disparó el paro y
adelgazó los servicios públicos, también arrambló con los que piensan.
Se gobierna para parchear los rotos de la crisis económica y los
presupuestos autonómicos se van en pagar con dificultad los servicios
públicos de los que ya disponemos, por lo que apenas queda dinero para
acometer iniciativas que tengan cierto horizonte temporal. Un debate
debería ser un encuentro para discutir ideas, no un puñado de
soliloquios que los portavoces destinan a convencer a sus propios
compañeros de filas. Se trataba de saber cómo se encuentra Andalucía, no
de conocer cómo se encuentran ellos para afrontar unas elecciones en
Andalucía. Por eso, durante el debate, los datos más importantes sobre
la situación de la comunidad que más le preocupaban a sus señorías son
los que no se dieron: los porcentajes de apoyo en las encuestas y las
tendencias que marcan los sondeos. En definitiva, que esta vez la
segunda modernización no se la prometieron a los andaluces, sino cada
líder a su partido.
Publicado en Málaga Hoy. Con ilustración de Daniel Rosell.
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