La danza del apareamiento
Los
flamencos tienen una forma muy peculiar de elegir a su pareja. Durante
la época de la reproducción se puede observar a grupos enteros de estas
aves en medio de una danza grupal en la que marchan de un lado para otro
con el cuello estirado y girando la cabeza. Todos al unísono. Al
finalizar el baile, cada uno elige a su pareja. Veo una foto de los
flamencos en cortejo y se me aparece la cúpula de los partidos, danzando de un lado a otro del espectro político con el cuello estirado buscando con quién aparearse.
El reino animal está lleno de rituales de amor
y de seducción, algunos incluso podrían considerarse hasta dolorosos.
Es el caso del pulpo, que llega a sacrificar parte de su cuerpo en el
apareamiento. El tercer brazo derecho de este animal es en realidad un
pene llamado hectoctylus, del que tiene que
desprenderse a la hora del coito. Afortunadamente para el pulpo, le
vuelve a crecer con el tiempo. Miro un pulpo y es como ver a dirigentes políticos dispuesto a perder hasta parte de sus atributos para poder aparearse.
Casi
todo lo que estamos viendo y estamos escuchando estos días desde el
recuento de los votos del pasado domingo en Andalucía, no es más que una
larga danza previa al apareamiento. El
cortejo que llevan a cabo los partidos políticos antes de juntarse. Sus
particulares métodos de seducción hacia el contrario – ahora me alejo,
ahora me acerco–, sus pavoneos, las meadas para marcar el territorio,
los aspavientos… hasta el apareamiento final. Lo hemos visto millones de
veces en el mundo animal, y lo vemos después de todas las elecciones en
el terreno de la política.
En Andalucía, acostumbrados como estábamos a saber quién iba a ser el presidente de la Junta antes
de que se iniciaran las campañas electorales, la nueva situación
política en la comunidad nos tiene en un sinvivir. Hasta ahora era
normal que tras la noche del recuento, todos hubieran ganado. Lo
excepcional del momento actual es que, tras concluir los comicios,
contados los votos y asignados los diputados, ha ocurrido algo inaudito:
no solo han ganado casi todos, sino que hasta tres partidos políticos
se han lanzado a reclamar la presidencia de la Junta para su candidato.
Por resumir en unas líneas la situación. En Andalucía, reclama el sillón del trono Susana Díaz, que ganó las elecciones con una victoria tan pírrica y amarga, que no tiene a nadie con quien compartirla. Demanda el sillón Juanma Moreno, con los peores resultados obtenidos por su partido en Andalucía desde que el PP se llama PP. Y quiere la presidencia, Juan Marín,
que lidera la tercera fuerza política de la cámara autonómica. Tres
candidatos, a cada cual con el cuello más estirado y girando la cabeza
de un lado a otro, como flamencos en celo, buscando apoyos para anidar
juntos. Todos danzando, conscientes de que solo se trata de un simulacro
de baile.
Las dos únicas veces que hemos vivido en Andalucía cierta incertidumbre fueron con las elecciones de 2011 y las de 2015.
En la primera de ellas la incógnita llegó hasta las urnas y desapareció
en el recuento: ganó el PP por primera vez en la historia de esta
comunidad, pero el candidato Javier Arenas supo
al minuto de terminar el escrutinio que no iba a ser el presidente de
la Junta. No tenía con quien aparearse. Y ni hubo baile de seducción ni
cortejo alguno. La segunda fue cuando Susana Díaz ganó en 2015, sin
mayoría y entrando, por primera vez, en el Parlamento dos fuerzas
políticos nuevas: Ciudadanos y Podemos. Desde la misma noche del
recuento, todo el mundo sabía que iba a ser Susana Díaz la presidenta y
la única incógnita era conocer cuánto tiempo iba a tardar Ciudadanos en
darle su apoyo en la investidura. 80 días danzando para hacer público lo
que todo el mundo daba por hecho desde el primer minuto.
En esta ocasión puede ocurrir algo parecido pero en
sentido contrario. Que el PSOE en Andalucía tarde 80 días en asumir lo
que todo el mundo ha visto desde el primer minuto, que su victoria con 33 diputados es aritméticamente un naufragio,
ya que no le salen los números ni de un lado ni de otro. Ni girando el
cuello a la izquierda, ni girándolo al centro derecha. Y que después de
36 años y medio de ejercicio ininterrumpido de los socialistas en el
poder, la derecha en Andalucía suma, además de mayoría en el parlamento,
un deseo inequívoco: sacar al PSOE del Gobierno de esta institución.
Todo este simulado cortejo hubiera finalizado hace días si Vox
no hubiera irrumpido en el escenario político andaluz. Susana Díaz
habría arrojado la toalla y Ciudadanos estaría repartiéndose con el PP
las consejerías a dos manos. Al final va a ocurrir esto último, pero
para justificarlo habrá que seguir pavoneándose un tiempo más cada uno
por su lado. Con la tensión que viven en el reino animal muchas especies
a la hora del apareamiento, conscientes -o, quizás, no muy conscientes–
de que, a veces, hay amores que matan; o de que en política los abrazos, casi siempre, son de oso. Y aunque algunos no quieran verlo, ya hay un oso estirando los brazos.
Publicado en Málaga Hoy. Con ilustración de Daniel Rosell.
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