Susana Díaz y la conjetura de Poincaré






el día antes de los festejos del quinto cumpleaños de la investigación sobre los ERE fraudulentos, Susana Díaz reunió a los parlamentarios andaluces para lanzarles un claro mensaje sobre el peso que debe tener el PSOE-A en el Congreso. La secretaria general de los socialistas en Andalucía les recordó a todos que "aquí se han hecho las cosas bien a nivel orgánico y de Gobierno, por eso nuestras políticas han servido para hacer campaña y tenemos credibilidad para articular medidas alternativas al Gobierno de Rajoy". A esa misma hora de la tarde, en Málaga, cientos de personas se concentraban en el centro de la ciudad para festejar lo bien que se hacen las cosas en Andalucía y para celebrarlo se juntaron todos para proclamar: "Salvemos La Cónsula, Salvemos la Catedral". Relatado así, podría parecer incluso demagógico, pero es lo que tienen las coincidencias.

Ese día, la presidenta de la Junta volvió a fijar las líneas rojas que no debe cruzar Pedro Sánchez para configurar un Gobierno de progreso en España, poniendo sobre la mesa que el PSOE andaluz tiene el 25% de los diputados socialistas en el Congreso, que es una forma de pellizcar pero, todavía, sin hacer daño. Y fue en ese momento, cuando Susana Díaz lanzó de nuevo el milagro de los panes y los peces en política: cómo multiplicar 90 diputados para llegar a la Presidencia del Gobierno sin poder pactar con nadie. Ni el PSOE andaluz ni Díaz -el orden de los factores no altera el discurso- quiere que Sánchez ofrezca al PP su abstención en la sesión de investidura, ni tampoco una gran coalición con Rajoy o con "quién esté al frente del PP; ni un acuerdo con Podemos, ya que está formación política plantea un referendo en Cataluña; ni les gusta que se presten senadores a los independentistas para que éstos tengan grupo propio en la Cámara Alta. Dicho así, todo tenía sentido, aunque el problema surgió al llegar a la conclusión final. "Una legislatura fallida sería un fracaso", dijo Susana Díaz, dando por hecho que tampoco quiere nuevas elecciones generales.

Esas son las líneas rojas, ya anuncie Pablo Iglesias su propuesta envenenada o ya explique Rajoy su renuncia en diferido. Desde que el Instituto Clay de Matemáticas asignó en el año 2000 premios de un millón de dólares a la solución a los siete problemas matemáticos sin resolver más antiguos de la historia, nadie había planteado una ecuación más complicada de solucionar que la diseñada por Susana Díaz a Pedro Sánchez para conseguir una alternativa de izquierdas en España. La ecuación del PSOE andaluz es a la política lo que la conjetura de las esferas tridimensionales de Poincaré a las Matemáticas, que se planteó en el año 1904 y hubo que esperar mas de un siglo para que la resolviera un profesor ruso y no está claro, todavía, sin con acierto.

Coincido con una parte sustancial del PSOE en que la oferta de Iglesias para formar un Gobierno conjunto y las formas en las que fue planteado, busca más un desencuentro que un encuentro; pero escuchar a estas alturas a históricos dirigentes socialistas seguir planteando como solución una abstención para favorecer la investidura de Rajoy u otro candidato del PP, el día después de que esta formación política haya sido imputada no ya por corrupción, que es muy grave, sino por el presunto borrado de pruebas en una investigación de judicial contra la corrupción en este partido, resulta increíble. España debe ser uno de los pocos países del mundo donde coincide en el mismo día un auto judicial con la imputación por corrupción de un partido político y la renuncia a la investidura del candidato de ese partido a intentar formar gobierno. Y lo que nos hace excepcional en el mundo, es que una cosa y la otra ni esté relacionada ni lo reproche partido alguno de la oposición.

Si los dirigentes del PSOE que salieron en tromba a acusar a Pablo Iglesias de que su oferta de acuerdo era "un insulto" a los socialistas, hubieran utilizado la misma crudeza en afirmar que la imputación del PP por borrar pruebas en un caso de corrupción es lo mismo, pero afecta a todos los ciudadanos y a la democracia; quizás sus manifestaciones hubieran sonado algo más convincentes.

En España, la política ha entrado en un cambio vertiginoso. Y tres días son una eternidad que rompe cualquier hoja de ruta. Entre ellas, la estrategia diseñada por Pedro Sánchez o la no estrategia diseñado por sus barones. Susana Díaz y otros barones del PSOE llevan tantos días diciéndole al candidato socialista todo lo que no debe hacer, que deberían ya trasladarle, sin tapujos, lo que quieren que haga. Bastantes pistas han dado ya de sus deseos. Hay un hecho indiscutible: las líneas rojas de la presidente de la Junta al líder socialista y no repetir las elecciones son dos cosas incompatibles.

De momento, Sánchez sigue su camino, hacia la Presidencia del Gobierno o hacia su casa. Y en facilitarle la segunda opción, coincide ahora mismo una parte del PSOE y Rajoy, en su último intento de volver a salir vivo de su propio naufragio.



Por cierto: ¿Hay algún precedente en política de un presidente que gana unas elecciones, renuncia a la investidura por no disponer de apoyos suficientes y no anuncie su marcha?


Publicado en Málaga Hoy. Ilustración: Daniel Rosell. 

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