La esquela que tuve que tirar
Yo tenía medio escrita anoche una esquela fúnebre dedicada
al PSOE, pendiente de enviar al periódico para que saliera mañana y a la espera
de que me confirmaran la hora del sepelio. Y ocurrió algo increíble: el muerto
se levantó de la caja y se puso a andar con mejor color del que tenía antes. No
fue la resurrección de Lázaro, pero sucedió lo más parecido a un milagro que se
ha vivido en política en España desde el inicio de la transición. Un muerto que
ha resucitado en dos ocasiones en menos de seis meses.
Mi esquela decía que Pedro Sánchez descansaba ya en la paz
de su casa y que el PSOE andaluz animaba a los militantes a acudir a su
despedida en busca de un sustituto. Como la mayoría de los periodistas y los
opinadores de España, yo también la tuve que tirar a la papelera. Y es que
aunque Pedro Sánchez perdió las elecciones frente al PP, las ganó ante su
partido y ante un montón de dirigentes socialistas que preparaban sus exequias,
incluida Susana Díaz que logró ayer un resultado muy meritorio: que el PSOE
andaluz perdiera también las elecciones en Andalucía.
Los socialistas andaluces habían planteado estos comicios
desde una perspectiva que hacía imposible su derrota: si perdían en Andalucía
era obra de Pedro Sánchez, si ganaban obra de Susana Díaz. La realidad, sin
embargo, les desmontó la estrategia. Ni el líder del PSOE se estrelló más de
los que se había estrellado antes, ni la presidenta de la Junta logró mantener
a Andalucía como la reserva socialista de España.
Ayer no ocurrió nada de lo que todo el mundo daba por
seguro. No ha habido nunca unas elecciones en democracia donde los pronósticos
estuvieran más alejados de la realidad final, lo que viene a demostrar un hecho
preocupante: existe un abismo en España entre la opinión pública y la
publicada. Los medios de comunicación llevamos varios meses debatiendo sobre un
escenario inexistente. Y ahora ni el resultado obliga a irse a Rajoy, ni Pedro
Sánchez se murió, ni hubo “sorpasso”, ni acertó nadie sobre nada.
En la esquela que tuve que tirar anoche daba por hecho que
el enterrador de Sánchez sería Pablo Iglesias, pero también estaba equivocado.
Iglesias se empeñó en cavar la tumba del líder del PSOE y se buscó a Alberto
Garzón para que le ayudara con el hoyo, pero terminaron echándose las paladas
de tierra uno sobre el otro. Están en idéntica situación que antes, los tercero.
Ahora, sin embargo, con las expectativas truncadas y una segunda batalla
pérdida.
Los comicios de ayer si dejaron un herido de muerte, el
partido político Ciudadanos. Posiblemente recibió, por parte del electorado, el
disparo más injusto. Albert Rivera fue uno de los dos líderes que intentaron
sacar a este país de una situación de bloqueo cuando el cirujano jefe decidió
que no se hacía cargo del enfermo porque no contaba con el equipo suficiente.
Yo, por eso, no voy a
escribir una esquela sobre este partido político.
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