Tras las riadas llega la lluvia, de promesas.
A toda gran riada le sucede una lluvia. De promesas. Deslumbrados todavía por la fuerza del agua por las calles de varios municipios
del norte de la provincia de Málaga y de la Sierra Sur de Sevilla;
conmocionados por los efectos sobre viviendas, campos y carreteras;
emocionados por la solidaridad entre vecinos, municipios, militares y civiles…Y especialmente dolidos por la muerte de José Gil, un bombero de 48 años que falleció ahogado por la fuerza del agua, se han sucedido esta semana las promesas grandilocuentes de las distintas administraciones para poner en marcha ayudas
de emergencia: el Consejo de Gobierno de la Junta, la Diputación
Provincial de Málaga y el mismísimo Consejo de Ministros, reunido este
viernes en la capital hispalense han anunciado decretos, ayudas, líneas
de crédito y subvenciones.
En mitad de las valoraciones del Consorcio de Seguros sobre las primeras estimaciones de daños.
Con el barro todavía en colegios y bibliotecas; con los muebles y
enseres de muchas casas, acumulados con el esfuerzo de media vida,
amontonados en la calle para arrojarlos a la basura; o con el coche en
un arroyo, subido encima de otro, lleno de lodo o inundado de agua en su
interior.
En definitiva, en mitad de la tristeza por todo lo perdido, irrumpió el alcalde de Álora, José Sánchez,
para avisarnos de que existe algo todavía más complicado que arreglar
lo dañado, reconstruir lo deteriorado o recuperar lo inundado: hacer
frente a la burocracia.
Sánchez, el alcalde de Álora, también era el alcalde de
Álora hace seis años. El 28 de septiembre de 2012, su municipio –junto a
Villanueva del Rosario y Villanueva del Trabuco– sufrió los estragos de
otra enorme tromba de agua. El balance fue desolador.
Dos mujeres fallecidas, una de ellas, mayor y con
problemas de movilidad, ahogada en su propia casa; más de 700 viviendas
afectadas; 200 comercios dañados y centenar y medio de vehículos
catalogados como siniestro total. Ese día el río llegó a alcanzar tal
caudal que arrasó dos de los puentes que lo cruzaban. Ni que decir tiene que, como ocurre ahora, en 24 horas todas las administraciones anunciaron también ayudas, subvenciones y decretos varios.
Seis
años después, a la mayoría de las promesas le ocurrió lo mismo que a
los enseres de los vecinos afectados: también se las llevó el agua. En
esos mismos seis años, ninguno de los dos puentes ha sido reconstruido,
mientras el Ayuntamiento de Álora apenas ha logrado recabar 120.000 euros en ayudas públicas para el arreglo de calles, pozos de abastecimiento o daños en edificios municipales.
Sánchez lo contó el otro día en la cadena SER con más
pena que ira: “Espero que hayan cambiado las cosas, pero la verdad es
que hay una buena predisposición de las administraciones para ayudar,
pero luego está cómo se tramitan las ayudas, un papeleo, que lo hace, a veces, imposible para un municipio pequeño”.
La burocracia lleva siempre un ritmo más lento que la
vida. Y mientras uno recorre ventanillas y rellena papeles, en las casas
se sigue comiendo todos los días. Y se van acumulando los recibos a
principios de mes: el de la hipoteca, el de la electricidad, el del
teléfono, el seguro agrario… Un precipicio cuando te has quedado sin
casa y el agua se llevó la cosecha. O sea, el sustento de la mayoría de
los vecinos de los pueblos.
Y es que el campo siempre está al borde de la zona catastrófica.
No hay ni un solo caso de inundación, terremoto o cualquier otra
catástrofe que no acabe con miles de afectados quejándose de la lentitud
con la que se tramitan las ayudas públicas, la poca celeridad en la
reconstrucción de las zonas dañadas y ese enorme sentimiento de abandono
al que se ven abocados tantos vecinos nada más desaparece el foco de
los medios de comunicación.
Una Administración eficiente se demuestra en los momentos
complicados y aunque todos sabemos que los presupuestos de las
instituciones públicas no son un chicle, el primer compromiso de un
responsable político tiene que ser el de no abandonar a su suerte a los ciudadanos que se han visto afectados por un desastre natural de estas características.
No se trata de anunciar muchas ayudas, sino de poner en marcha las suficientes y de una forma eficiente para que los afectados puedan volver a la normalidad en la que se encontraban antes de que la tromba se llevara lo poco o mucho que tenían.
Ningún decreto de emergencia es de emergencia si, seis
años después, no ha servido ni siquiera para reponer las piedras de dos
pequeños puentes. Cuando se ofrecen las cifras de viviendas afectadas por la tromba de agua, habría que recordar que en ellas viven familias que se han visto desplazadas de sus hogares, que han perdido sus muebles y sus enseres personales.
En definitiva, parte de su vida. Después de todo este trompeteo de anuncios y decretos,
sería muy triste que dentro de un año, cuando se haga balance de lo
sucedido, nos encontremos con vecinos que siguen todavía presentando
impresos con registro de entrada en la cola de una ventanilla. Y que a
la tromba de agua le suceda una riada de papeleo.
Publicado en Málaga Hoy. Con ilustración de Daniel Rosell
Comentarios
Publicar un comentario