El milagro de los Ere
Lo escribí al inicio de las sesiones de la comisión de investigación en el diario El País. De sus conclusiones, no acerté en nada.
Al día siguiente de entrar en prisión el exconsejero de
Empleo de la Junta, Antonio Fernández, este periódico publicó un
editorial sobre el escándalo de los ERE fraudulentos en Andalucía que
concluía así: “Solo un milagro podría haber evitado que al reclamo del
panal de rica miel de 700 millones de euros no hubiera acudido, teniendo
tan a mano su disfrute, las moscas más golosas y avispadas del
entorno”. Como es obvio, ese milagro nunca ocurrió. Era demasiada golosa
la tentación: un fondo de dinero público que durante diez años se
repartió con una discrecionalidad vergonzante y sin que nadie diera la
voz de alarma ni alertara sobre del uso fraudulento de millones de euros
que salían de los presupuestos con ridículos controles administrativos.
Plantear a estas alturas de la investigación que este
caso de los ERE fraudulentos se circunscribe a la actuación de un
director general que entre gin-tonic y gin-tonic
colocó a 72 intrusos en empresas en las que nunca habían trabajado, es
un insulto a la inteligencia, al proceso judicial y a la investigación
de la Guardia Civil. Algo tan increíble como hacer creer que nadie medió
para que la Sierra Norte de Sevilla acaparara 51 de los 90 millones que
la Junta otorgó como ayudas directas a empresas en crisis. Y que los
responsables de las empresas más favorecidas fueran amigos del
exconsejero Viera y un hermano del expresidente de la Junta, José
Rodríguez de la Borbolla. Por no hablar de Jerez, la localidad natal de
Fernández, donde hasta 17 empresas lograron ayudas millonarias.
A los intrusos y a las ayudas directas hay que añadirle
también el escándalo de las comisiones cobradas por las aseguradoras
que hicieron de intermediarios en los expedientes de regulación de
empleo, y que llegaron a ser de hasta un 20%. Lo que viene a confirmar
que a ese panal de rica miel acudieron golosos, además de antiguos
cargos de la Junta, un buen número de aseguradoras, los propios
sindicatos -o al menos algunos de sus miembros- y un puñado de bufetes
de abogados, que de todo hay siempre en la viña de la corrupción.
Los ERE van camino ahora de un estadio superior. El de
determinar si, además de favorecer la corrupción, el propio sistema era
ya corrupto. Si el convenio marco que se firmó en el año 2001 para
gestionar estas ayudas públicas pretendía eludir los controles de la
intervención de la Junta, lo que elevaría la responsabilidad de lo
sucedido a todo al Consejo de Gobierno durante una larguísima década.
Hasta esa instancia apunta la juez en el auto de prisión que llevó a la
cárcel al exconsejero Fernández. Y lo hace con independencia de que la
Junta defienda que la partida estaba incluida en los presupuestos y se
debatía en el Parlamento. Es el uso de esos fondos lo que discute, no su
existencia.
Iniciar una legislatura con la foto de un exconsejero
entrando en prisión no es precisamente un buen comienzo. Como tampoco
creo que fuera un plato de gusto para los militantes de IU decidir,
justo el día en que ingresaba en la cárcel Fernández, si entraban o no
en un Gobierno conjunto con el PSOE. Los ERE van a pesar como una losa
sobre el nuevo ejecutivo andaluz. Y aunque digan que se trata de un
asunto del pasado, es un pasado al que le espera todavía mucho porvenir.
De inicio, tendrán que darle contenido a la prometida comisión de
investigación que ha impuesto IU para dar su apoyo a Griñán. Y hacerlo
cuando el proceso judicial la hace absolutamente extemporánea, después
de que los socialistas la rechazaran en la pasada legislatura en varias
ocasiones. A pesar de que ahora tiene menos sentido que antes, en esa
comisión está buena parte de la credibilidad del Gobierno conjunto. Y lo
está en la medida en que sea capaz de determinar cuántos y quiénes no
se enteraron o consintieron que durante 10 años las cosas más increíbles
pudieran suceder. Averiguarlo es una obligación, no un segundo milagro
imposible.
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