Tumbas sin nombres
El otro día
en el cementerio municipal de Motril fueron enterrados 14 subsaharianos que
nunca estuvieron oficialmente en este país pero que han muerto oficialmente en España. Habían
sido escupidos por el mar a 18 millas de puerto de Alhucemas y pasaron a
engrosar esa larga lista de personas que en la búsqueda desesperada de una vida
mejor encuentran una todavía peor: la muerte.
Como ha
ocurrido en otras ocasiones, sus cuerpos fueron enterrados en tumbas sin
nombres. Ni nadie conocía su identidad ni nadie conocía su pasado, por eso el
único documento oficial que acreditará su paso por este país es un acta de
defunción. El papel que certifica la muerte de unos hombres de los que no
tenemos detalle alguno de su existencia. Son muertos anónimos, que ni tuvieron
visitas este pasado Puente de Todos los Santos ni flores en sus tumbas ni
recuerdos.
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Hace unos
años en Rota ocurría algo parecido con 12 inmigrantes que fueron enterrados un
año después de un naufragio. El duelo duró un año, el que estuvieron en un
tanatorio a la espera de que alguien los reclamara. En la lápida de cada uno de ellos, las
autoridades locales colocaron en el lugar de sus nombres Naufragio de Rota y en
el lugar de los apellidos Rota 1, Rota 2, Rota 3 y así hasta los doce
fallecidos.
La muerte de
inmigrantes ahogados en el mar sigue siendo algo tan insoportable como siempre,
aunque cada día resulta un poco más insoportable que nunca. Estamos
construyendo un mundo donde se hace cada día más difícil subsistir. El Tercer
mundo escupe muertos y hambrientos. El Primer Mundo crea parados y
desahuciados.
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