La permisividad judicial
La presencia de jueces como ponentes en jornadas jurídicas organizadas por la asociación Ausbanc, cuyo presidente, Luis Pineda, está en prisión por extorsión,
ha causado estupor en un sector de la carrera judicial y fiscal.
Magistrados consultados sostienen que pese a ser legal que se cobre por
participar en este tipo de cursos, si no se elige bien la entidad con la
que se colabora se puede dañar la percepción de imparcialidad de los
integrantes de la carrera. El Consejo General del Poder Judicial
defendió este jueves que los jueces acudan a estos foros porque no lo
prohíbe su régimen de incompatibilidades.
Esta polémica, que recoge hoy el diario El País, con la presencia de jueces en jornadas jurídicas organizadas por Ausbanc, tiene algunos antecedentes. Jesús Gil, en su etapa de alcalde de Marbella, tuvo por costumbre patrocinador algunas jornadas en la localidad, donde nunca faltó de nada. Este artículo lo escribí, por entonces, en el diario El País.
En el año 1992, las arcas del
ayuntamiento de Marbella pagaron una cena con 19 comensales en un restaurante
de Puerto Banús que costó 248.825 pesetas. El menú incluyó un primer plato con
caviar iraní (40.000 pesetas), unas cigalas a la parrilla (65.800) y unas
botellas de vodka ruso (10.200). El anfitrión del festejo fue Jesús Gil, que
también pagó el coste del hotel de cuatro estrellas donde se alojaron los
privilegiados comensales. Eran 70 habitaciones dobles para el “alojamiento de
los mismos y sus acompañantes” durante dos días. Los afortunados invitados por
la rumbosa corporación eran un grupo de jueces que participaron en unas
jornadas organizadas por la Asociación
Profesional de la Magistratura, la conservadora y mayoritaria APM.
Las crónicas publicadas en su día por este periódico dicen que el ayuntamiento
que presidía Jesús Gil subvencionó esta reunión con cuatro millones y medio de
las pesetas de entonces, y que incluyó no una, sino varias comidas. Algunas en
el hotel El Fuerte y cuyo factura se elevó a 241.044 pesetas, en concepto de
“vinos de mesa” (36.800 pesetas), “vinos almuerzo” (39.200) y un “cocktail”
(45.000). Por aquel entonces, Julián Muñoz era el concejal de Participación
Ciudadana y justificó ante la comisión de gobierno el visto bueno para esta
subvención a la APM
en “la importancia que supone para el desarrollo de nuestro proyecto”.
Cuatro años después, en 1996, se
conocieron estos pagos y el asunto originó una agria polémica. La APM emitió un comunicado
reconociendo la subvención y afirmando que no habían sido los únicos, también
la recibió el grupo iberoamericano de la Unión Internacional
de Magistrados ese mismo año, así como otra asociación de jueces, en 1995, cuyo
nombre eludió mencionar. Para la
APM esta clase de patrocinios eran “normales” y “frecuentes”,
y se extendían a otras asociaciones de jueces, fiscales, secretarios
judiciales, etcétera. Atenciones que no sólo se daban en Marbella, sino también
en otros puntos de España, según relataron.
Uno no hubiera tenido interés alguno en
acordarse de estas cosas, sino fuera porque en medio de esta vorágine
informativa en relación a la operación Malaya hace apenas unos días la APM lamentó en un comunicado
las críticas que tachan de permisiva la actuación que tuvo en su día el poder
judicial en Marbella. No se trata aquí desacreditar en su conjunto la actuación
de los jueces, tan siquiera de esta asociación de jueces – afortunadamente
muchos de sus miembros nunca asistieron a estas jornadas, que se repitieron
varios años; ni seguramente los que presiden ahora esta asociación son los
mismos que lo hacían hace 15 años-, pero si parece fuera de lugar este excesivo
afán corporativo. En Marbella llegó todo el mundo tarde. También la justicia. Y
resulta poca justificación que la
APM advertía ahora que los tribunales actúan “siempre”
sujetos al principio de legalidad “y no al de oportunidad”.
La crítica periodística si debe atender
el principio de la oportunidad y, por ello, entenderá la APM que resultaba poco
“oportuno” que mientras algunos jueces en Marbella citaban por la mañana a
Jesús Gil para tomarle declaración –éstos magistrados terminaran abandonando la
ciudad hartos ya de estar hartos-, había otros que por las noches concluían la
jornada comiendo caviar y cigalas a costa de las arcas municipales. Eran los
días de Las Noches de Tal y Tal, ese
infame programa que contribuyó a agrandar la figura mediática de Gil, bastante
agrandada ya por un gremio periodístico que estuvo años riéndoles las gracias,
seguramente tras degustar con él algún que otro plato de gambas. Las cigalas,
debía pensar Gil, eran un manjar demasiado exquisito para estómagos tan poco
ilustrados como los de un periodista. Hubo honrosas excepciones. Algunos que
nunca adularon gracia alguna a este peculiar alcalde. Escribió en esta misma
columna mucho tiempo y ayer se fue para
siempre, Félix Bayón. Afortunadamente la Federación de Asociaciones de la Prensa de España no ha
emitido un comunicado lamentando las críticas por permisividad informativa en
Marbella. Y así andamos muchos periodistas estos días, tragándonos los sapos
por las esquinas. Unos sapos que, por cierto, están bastante más amargos que
las cigalas. FIN
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