Cómo se hacen los chorizos
RESULTA descorazonador comprobar con un informe lo que uno lleva demasiado tiempo sospechando, que la mitad de los programas de ayudas a parados terminan en el más absoluto de los fracasos. Acaba de finalizar el último de ellos, un plan de activación del empleo que firmaron en diciembre de 2014 los sindicatos UGT y CCOO, las patronales CEOE y CEPYME, con la ministra de Empleo, Fátima Báñez. El objetivo era plausible: una ayuda de 426 euros mensuales durante seis meses a unos 400.000 desempleados de larga duración en España, con el objetivo de elevar la tasa de cobertura oficial frente al paro, por aquel entonces en el 57,6%.
Finalizado el plan, aquí van los resultados: 1.200 millones presupuestados y apenas 200 gastados; sólo uno de cada cuatro posibles beneficiarios logró la ayuda y la tasa de cobertura frente al paro, lejos de elevarse, ha disminuido en casi dos puntos. Ahora hay menos personas que reciben una contraprestación por desempleo que antes de que se pusiera en marcha la cacareada medida. Como todo ha sido un éxito, han decidido renovarlo con las mismas condiciones que impidieron que la mayoría se pudiera beneficiar de las ayudas.
Hace unos años acudí como oyente a la presentación de uno de los acuerdos de concertación social en Andalucía. En el salón donde se celebraba había una enorme pantalla con el motivo del evento y los logos de los firmantes del acuerdo: la Junta, la patronal andaluza y las confederaciones regionales de CCOO y UGT. Uno tras otro, los responsables salieron al atril para elogiar, cada uno con más palabrerío que el anterior, las excelencias del acuerdo y lo histórico del momento, los cientos de millones en inversión que se iban a generar y los miles de puestos de trabajo que se prometieron crear. Iluso de mí, pensé que en esa enorme pantalla irían saliendo las medidas y su correspondiente consignación presupuestaria. Aquella pantalla nunca cambió. Allí permaneció como una foto fija: unos números con letra romana al lado del acuerdo y los vistosos logos de las instituciones protagonistas del nuevo "momento histórico".
Cuando acabó el acto, un consejero del Gobierno andaluz me cuestionó por la importancia del acuerdo. No supe que contestarle. Habían anunciado que podrían en marcha más de trescientos medidas pero ni a uno solo de los oradores se le ocurrió incluir en su discurso una sola de ellas. Ni de las medidas, ni, muchos menos, de los resultados obtenidos con las incluidas en el acuerdo de concertación anterior. España debe ser uno de los pocos países donde los planes de empleo y las ayudas a los parados se anuncian a bombo y platillo, mientras los resultados se esconden en los cajones.
Si alguien se entretuviera en sumar los planes para jóvenes, parados de larga duración o mayores de 45 años que se han puesto en marcha en Andalucía y la cifra de empleos que se anunciaron con cada uno de ellos, quizás haría años que, estadísticamente, se habría acabado el paro en la comunidad para estos sectores. En más de 25 años de profesión, no he tenido la suerte de acudir a una rueda de prensa de una institución pública donde se presentara el balance final de un plan de empleo, que fuera más allá de un triste comunicado con un puñado de datos sobre beneficiarios e importe gastado. ¿Cuántos empleos creados tuvieron continuidad? Para esa pregunta, nunca hay respuesta.
En asuntos de empleo, la solución más cacareada por cualquier partido político; lleve un mes o lleve tres décadas gobernando; sea de la nueva política o sea de la antigua; es la necesidad de cambiar el modelo productivo. Cambiar el modelo productivo es al empleo, lo que el elixir de la eterna juventud a la vida: una quimera. El PSOE lleva más de tres décadas hablando de ello en Andalucía. Y hemos tenido hasta tres modernizaciones, una California del Sur y una Andalucía imparable. Como la realidad es obstinada, lo único que ha permanecido inalterable ha sido la cifra del paro: un millón de desempleados, mes arriba o mes abajo.
Resulta a todas luces imposible cambiar el modelo productivo sin cambiar la demostrada fórmula improductiva de hacer frente al paro. Es de cajón que Andalucía no saldrá nunca de este drama sin políticas activas de empleo, pero habrá que plantearse alguna vez si las que se ponen en marcha son eficientes. Esta comunidad lleva años y millones de euros destinados a hacer frente al problema del paro y el éxito no nos ha acompañado nunca. No digo nada del bochorno que supone saber que uno de los grandes escándalos de corrupción en la comunidad ha tenido que ver con el uso del dinero destinado a los cursos de formación. Ya es mala suerte que el único exalumno de un curso de formación que ha declarado en la comisión de investigación del Parlamento andaluz fue tan contundente sobre los logros que obtuvo: "Tengo un título de productos cárnicos y no sé ni hacer un chorizo".
El paro es la peste de este siglo. Se ha convertido en un bien escaso y el mercado laboral exigirá, en apenas unos años, trabajos de los que, de momento, incluso desconocemos su nombre. No se puede luchar contra la mayor transformación de la sociedad que la humanidad haya conocido, con los instrumentos del siglo pasado. No voy a descubrir nada, pero alguna vez alguien tendrá que plantearse que las políticas activas de empleo deberán de dirigirse a crear otros empleos. La lacra del paro no se soluciona dando cursos de PowerPoint, diplomas de especialistas online por teléfono o preparadores de embutidos que no saben hacer chorizos.
La mayor política social del mundo es la educación. Y nadie cambia un modelo productivo sin ciudadanos cualificados para hacerlo. Mientras llega ese cambio, todas las medidas para atender y recuperar a los que se van quedando en el camino serán siempre insuficientes. Entiendo el malestar de la Junta por los recortes de las transferencias para las políticas de empleo que ha realizado el actual Gobierno, pero también la Junta debería explicar en qué se ha gastado las anteriores partidas y responder si ha tenido o no que devolver algunas por su incapacidad para gestionarlas.
Sería deseable, además, que al final de cada plan, acuerdo o paquete de ayuda que se pone en marcha, saliese alguien a explicarnos cuáles han sido los resultados obtenidos. Lo digo por lo dar cuenta de cómo se gasta el dinero público, que también es un cambio del modelo de gestionar tan imprescindible como el productivo y tan necesario como tener un título de productos cárnicos y saber hacer una ristra de chorizos. De cómo se crean -a los chorizos, me refiero- somos una potencia mundial en I+D (Investigaciones Judiciales y delincuentes varios).
Publicado en Málaga Hoy. Ilustración de Daniel Rosell.
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