El PP y la vaca tumbada

Los Nobel alternativos, esas distinciones que realiza una revista científica de humor y que se entregan en la Universidad de Harvard para premiar estudios curiosos o disparatados, han otorgado este año el denominado IGNobel de la probabilidad a un trabajo realizado por unos investigadores del Reino Unido, Holanda y Canadá por dos descubrimientos relacionados entre sí. El primero sostiene que cuanto más tiempo lleve una vaca tumbada más probable es que se levante pronto. El segundo, que una vez la vaca está levantada, no es fácil predecir cuándo se tumbará otra vez.
En términos de probabilidad, al PP le pasa en Andalucía lo mismo que a la vaca del experimento de estos investigadores. Primero, que cuanto más tiempo lleve el PSOE gobernando más cerca estará algún día de su derrota. Segundo, que cuanto más tarden los populares en tener un candidato más difícil les será obtener un buen resultado. La política, a veces, es simple: cuanto más tiempo se tire Susana Díaz en el primer sillón de la Junta más difícil será para los populares tumbarla.
El Partido Popular tiene en estos momentos un montón de vacas sagradas en Andalucía. Se trata de dirigentes que llevan años gobernando con mayorías aplastantes. Tiene el Gobierno local en las ocho capitales andaluzas y en cinco diputaciones, y ganó las últimas elecciones autonómicas en la comunidad, en cuyo Parlamento cuentan con 50 diputados. Hay otro puñado de dirigentes andaluces con proyección nacional, en sus responsabilidades en el Gobierno de Rajoy y el Congreso. El PP disfruta de casi todos los liderazgos posibles, menos del que precisa ahora: un claro referente regional, tanto interno como de cara a los ciudadanos.
En Andalucía llevamos varios meses de cambios políticos. Primero fue el relevo de Diego Valderas al frente de Izquierda Unida; luego la marcha de Griñán de la presidencia de la Junta. De los tres candidatos que optaron a presidir el Gobierno andaluz en las últimas elecciones autonómicas, dos no están ya en el Parlamento y el tercero no es líder de su partido, aunque mantenga su puesto de vicepresidente de la Junta. Tanto el PSOE como IU han resuelto sus problemas sucesorios y han acometido cambios en sus estructuras internas. No ha ocurrido lo mismo en el PP, donde Zoido ni ha podido mantener el modelo presidencialista de Arenas ni tampoco ha logrado imponerse con una dirección más colegiada.
El PSOE en Andalucía, en apenas tres años, ha resuelto en dos ocasiones la sucesión de su líder. La primera vez, tras la marcha de Chaves. La segunda, ahora, con la renuncia de José Antonio Griñán. El PP aún busca sustituto a Javier Arenas. Ni lo logró la primera vez con Teófila Martínez ni lo ha resuelto en esta segunda ocasión con Juan Ignacio Zoido. En el PP existió la misma unanimidad orgánica en alabar la marcha de Arenas como en festejar la llegada de Zoido. Ocurrirá igual cuando Rajoy proclame al candidato para las autonómicas, pero habrá problema si la propuesta sale de Zoido.
De momento, los socialistas mantienen una ligera ventaja. Ya tienen candidata y además la han situado en el lugar que aspiran revalidar, la presidencia de la Junta. Lo han hecho además en una operación política autónoma y casi dándole la espalda a los intereses de la dirección federal. El principal problema del PP en Andalucía no es la ausencia de un candidato para las próximas elecciones andaluzas, sino la falta de una dirección regional con capacidad de reclamarlo. Con la marcha de Arenas, además de un líder, el PP andaluz perdió peso y autonomía en la estructura nacional. Y por eso resulta llamativo escuchar a alcaldes y dirigentes del PP clamando en el desierto para acelerar la designación de un candidato mientras la dirección nacional hace oídos sordos a esta reclamación. Con todo, no hay que preocuparse. Al candidato del PP le pasa como a la vaca del experimento, que cuanto más tiempo esté tumbada más probable es que se levante pronto.

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