El gol más tonto del mundo





Jorge Valdano escribió una vez la historia de un portero que paró un penalti y fue tal su alegría que se metió en la portería para coger la gorra con el balón todavía en la mano. El otro día escuchando al presidente de Extremadura en la SER entrevistado por Pepa Bueno se me vino a la cabeza el portero del cuento de Valdano. En un momento de la entrevista, Guillermo Fernández Vara, se fue viniendo arriba y acabó anunciado que Susana Díaz se iba a presentar a la secretaria general del partido. O lo que es lo mismo, la conversación terminó con el presidente de Extremadura metiéndose un golazo en su propia portería. Para ser precisos, se coló por toda la escuadra del PSOE.

El día que Podemos e Izquierda Unida anunciaban su acuerdo para ir de forma conjunta a las elecciones, Fernández Vara volvía a repetir públicamente que ya había alternativa a Pedro Sánchez. A decir verdad, no es que a alguien le pillara de sorpresa el anuncio -lo dicen todos los días muchos dirigentes desde hace cientos de días-, pero hay que tener muy poco sentido de la oportunidad para insistir con ello en jornada tan señalada.

En contra de lo que ocurre con el PP, que ha hecho del quietismo de Mariano Rajoy su mejor opción de Gobierno; en el PSOE se acabaron aquellos años en los que nadie se movía para poder salir en la foto y ahora el que no corre, vuela. Algunos de los que pusieron el grito en el cielo ante un eventual apoyo de Podemos al PSOE, buscan ahora un acuerdo en sus comunidades autónomas para proponer una candidatura conjunta con el partido de Pablo Iglesias para concurrir al Senado; a la vez que el PSOE de Cataluña decide integrarse en el equipo de gobierno de Ada Colau en Barcelona sin que se escuche una única voz en contra. Hay muchas maneras de perder unas elecciones, pero el mecanismo de auto perderlas en la que llevan instalados los socialistas desde hace un tiempo tiene un mérito indiscutible. A fuerza de intentarlo, ya las pierden como nadie.

Ha sido una semana excepcional para las expectativas electorales del PSOE. De nuevo concurrirá a los comicios con un candidato al que los barones le han puesto fecha de caducidad: el día 26 de junio. Si las cosas van mal dadas y están en ello para conseguirlo, los socialistas ya tienen preparado el proceso de sucesión de Sánchez y de entronización de Susana Díaz, que es el secreto a voces más cacareado de la intrahistoria de un partido político. Antes de que eso ocurra, no hay nada como dar una imagen de división interna, ahora en Valencia, otrora en Aragón. Hace algún tiempo ironicé sobre el libro de cabecera del PSOE en los últimos tiempos, que no es otro que el Manual de Cómo perder las elecciones en cómodos plazos. El texto debe ir ya por su tercera edición, y ha sido corregido y aumentado en varias ocasiones, tras cumplirlo a rajatabla cita en cada cita electoral.

Plantear con insistencia que el PSOE andaluz es la reserva de España de las esencias socialistas puede acarrear un problema en el futuro, que no queden esencias en ningún otra comunidad autónoma del país. Igual es verdad que sin Andalucía no se ganan unas elecciones en todo el territorio español, pero también parece cierto que únicamente con Andalucía tampoco. Uno de los grandes problemas del PSOE es que está en manos de demasiados barones que fueron o han sido incapaces de defender sus baronías. Y así es muy difícil dar lecciones a los demás de cómo afrontar unos comicios. Casi ninguna estrategia de antaño sirve ahora, por eso si el PSOE tuvo un escenario complicado el pasado 20 de diciembre, el problema se le ha multiplicado por dos de cara al 26 de Junio.



Es muy difícil ganar unas elecciones cuando uno hace todo lo posible por perderlas, por eso en las próximas generales el PSOE apenas puede aspirar a empatar los resultados que tuvo el pasado mes de diciembre. Unos comicios a los que acude a jugárselo todo en el último minuto y de penalti, como ya ocurrió en las negociaciones para formar Gobierno. Si Pedro Sánchez logra parar el aluvión que le viene encima, que nadie se equivoque: los barones, tal como hiciera aquel portero de Valdano, le empujaran hasta dentro de la portería para que coja la gorra con el balón todavía en la mano. Y lo harán para que, además de perder, lo puedan expulsar del campo. Exactamente como le ocurrió aquel portero del cuento de Valdano, que pasó a la historia por el gol más tonto del mundo. El que uno acaba metiéndose en su propia portería.

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