DESDE el pasado 28 de abril, el día que se celebraron las elecciones generales, Pablo Casado
sigue en política conectado a un respirador artificial. Posiblemente
esta noche, dependiendo de cómo evolucionen los gobiernos en varias
comunidades autónomas, en los ayuntamientos y en los comicios europeos,
haya que tomar una decisión definitiva. Si la mejoría es palpable, lo
podrán sacar de la Unidad de Vigilancia Intensiva en la que lo colocaron otros líderes del PP
para hacerle un seguimiento constante. Si persiste el empeoramiento,
más pronto que tarde, alguien saldrá para desconectarlo del respirador y
ofrecerle una temporada de reposo.
Casado es hoy el novio en las bodas de las municipales; el niño en su bautizo en las elecciones europeas y se arriesga a ser el muerto en el entierro de este partido en algunas comunidades autónomas.
Así es la política, un líder encabeza todas las candidaturas aunque no
vaya de número uno por ninguna. Y, por eso, de cómo le vaya a los suyos
le irá a él.
De todas las dolencias que presenta el cuadro médico de Pablo Casado, dicen que será determinante lo que ocurra en la Comunidad de Madrid.
El PP lleva veinticuatro años gobernando esta autonomía con una salud
de hierro, a pesar de ser una de las zonas más afectadas por la
metástasis de la corrupción. Esta lacra, los malos resultados de las
generales y una más que dudosa elección de candidatos, han creado una
tormenta perfecta: un fallo que podría provocar alteraciones funcionales
en el mismo corazón del PP y por ende de su líder. Si Ciudadanos consigue el sorpasso en Madrid, no habrá transfusiones de votos desde otras comunidades o ayuntamientos que contengan la hemorragia.
El pacto es a la política lo que la aspirina a la Medicina: un antídoto contra el dolor de cabeza
Algunos de los políticos que más se juegan en estas
elecciones no se presentan a ninguno de los comicios que se celebran
hoy. Por eso, con Susana Díaz ocurre algo
similar a lo de Casado. A la secretaria general del PSOE en Andalucía
también le instalaron un respirador artificial sus compañeros allá por
el mes de diciembre del año pasado, nada más perder el sillón de la
Junta, y desde entonces vive conectada al aparato.
Se fajó en las elecciones generales para curarse de las
heridas de las autonómicas y se ha tirado al ruedo de las municipales
convencida de que cualquier mejora en la salud de sus alcaldables tendrá un efecto placebo sobre su continuidad política.
El tratamiento, sin embargo, no tiene garantías de éxito. Meses de
diferencia sobre el diagnóstico que padecía han provocado diferencias
irreconciliables entre los equipos de Madrid y Andalucía, por lo que no
sería extraño que le vuelvan a proponer un cambio de aire.
Ni que decir tiene que mantener al PSOE en Andalucía como primera fuerza política
y recuperar, si salen los números, algunas alcaldías emblemáticas,
sería un buen síntoma de mejora. Sin embargo, todo hace indicar que el
estado de salud de Díaz y la duración de su convalecencia puede ser
directamente proporcional a la duración en el poder del ejecutivo que
integran PP y Ciudadanos en la Junta. De ahí que, si el nuevo ejecutivo
saca adelante los presupuestos de este año y del que viene con el apoyo
de VOX, se abre un periodo que podría provocarle a Díaz un agravamiento de su dolencia.
Y en medicina, como a veces en política, hay quienes consideren que hay
que actuar desde los primeros síntomas. O al menos, cuando se agravan.
Antes casi todas las dolencias políticas
se curaban con un buen resultado en las urnas. Ahora existen
tratamientos alternativos para salir del coma de unas elecciones. Por
más dura que sea una derrota, nada como un pacto para levantarse de la
caída. El pacto es a la política lo que la aspirina a la medicina: un
antídoto contra el dolor de cabeza. Por eso, una pequeña suma matemática
al final de un escrutinio se ha convertido en el mejor analgésico que
existe para una sangría de votos.
En España, en general, y en Andalucía, en particular, dos
escaños arriba o dos escaños abajo, ha permitido hasta la resurrección
de líderes que ya estaban dados por muertos.
Hoy los ciudadanos votamos para elegir a nuestros representantes.
Y luego los partidos se pondrán de acuerdo para formar gobiernos.
Mientras se llegan o no a esos pactos, en las unidades de cuidados
intensivos de las formaciones políticas todo estará preparado para
actuar. En concreto, para desconectar el respirador artificial en
aquellos casos donde las constantes políticas vitales llevan meses dando
señales muy débiles.
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