Los políticos también lloran

Se nos está llenando la democracia de políticos compungidos. De un tiempo a esta parte, asistimos a un desfile de dirigentes que se nos muestran atribulados y doloridos por todo lo que está pasando, como si ellos no tuvieran nada que ver con lo que están pasando. Aunque tengamos dudas razonables sobre la sinceridad de esta inmensa pena que demuestran cada día, hemos dado un paso hacia delante: de restarle importancia a los “casos aislados” de corrupción a entonar el mea culpa, aunque solo sea para escaquearse de la culpa.

Desde que el rey Juan Carlos decidió pedir perdón y reconoció su equivocación, se abrió la veda para el llanto. Y hace unos días hasta un arzobispo se nos arrojó al frío suelo de la catedral de Granada para pedirnos perdón por los presuntos abusos sexuales cometidos por varios miembros de la Iglesia. Vivimos tiempos de golpes en el pecho y este país se nos llena de personajes que se nos aparecen cariacontecidos durante al menos una hora cada semana. Contritos, pesarosos y apenados, como si gobernar consistiera en un ejercicio de hacer lo que uno no quiere hacer

Rajoy decidió en el debate sobre el Estado de la corrupción – se llamaba de otra manera, pero en eso consistía-compartir con los ciudadanos “la indignación de tantos españoles ante la acumulación de escándalos” y luego pidió perdón. Días después era la presidenta andaluza la que apareció dolorida y diciendo que “se le parte el alma” con los casos de corrupción. Esperanza Aguirre sintió “vergüenza” cuando fue detenido el que fuera su vicepresidente en la Comunidad de Madrid, Francisco Granados. Y al ex presidente de la Junta, Manuel Chaves, el asunto de los ERE le acompañará media vida: “Llevaré mucho tiempo el peso de lo ocurrido”, dijo hace meses.

A Más lo de Jordi Pujol le dejó “estupefacto” y sintió “mucho las irregularidades que él mismo –refiriéndose al ex presidente- manifestó haber cometido”. Mientras Moreno Bonilla sufría un ataque de sinceridad para reconocer con pena que “se nos han colado golfos en nuestros filas, uno, dos, tres, cuatro… incluso diez sinvergüenzas”. El listado de gobernantes llorando lágrimas de cocodrilo podría llenar esta columna de frases de disculpas, pero se quedaría en blanco si tuviera que completarla con dirigentes que, una vez reconocido el error que cometieron, decidieron presentar su dimisión por la irresponsabilidad política que tuvieron al colocar a tantos sinvergüenzas. No existe cargo público ni de confianza en Administración alguna al que se acceda mediante unas oposiciones. Por lo tanto, todos estos corruptos llegaron a la Administración porque algunos de los que ahora lloran por las esquinas los designaron para el cargo.

En esta ceremonia diaria del arrepentimiento, tan enraizada en este país de profunda tradición católica y donde los pecados se expían pidiendo perdón, nuestros dirigentes, en vez de rezar padrenuestros y avemarías, asumen como penitencia poner en marcha nuevas medidas contra la corrupción, idénticas a las que ya existían y que tan buenos resultados están dando. A las pruebas me remito. Todo ello para que los ciudadanos podamos seguir comulgando. A seguir comulgando con ruedas de molino, me refiero.

@jmatencia

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