¿Qué fue del pleno empleo?

En el año 2008, cuando en Andalucía se hacían promesas sin ningún tipo de complejo, el PSOE acudió a las elecciones con el mayor anuncio de la historia en la comunidad autónoma: la inminente llegada del pleno empleo. No fue una promesa cualquiera, como aquella de las vacaciones para las amas de casa. Esta vez el anuncio tenía una fecha concreta para su entrada en funcionamiento. Si los andaluces mantenían a Manuel Chaves en la presidencia de la Junta, durante esa nueva legislatura o “dos o tres años más allá”, alcanzábamos el estadio de felicidad tanto tiempo ansiado: el de todo andaluz disfrutando de su derecho constitucional a tener un trabajo.

Era tal la euforia laboral, que el candidato del PP no tuvo más remedio que hacer una promesa similar. Javier Arenas también anunció que el pleno empleo estaba bajando por Despeñaperros, listo para instalarse en Andalucía en cuanto él se sentara en el sillón presidencial. Es obvio que vivíamos otros tiempos económicos, por eso, en aquella época, a cada oferta electoral de un partido le replicaba el otro con una iniciativa similar y dos huevos duros. En esta comunidad autónoma el PSOE anunciaba ordenadores en los colegios y el PP bonos de 600 euros para comprarlos. Los socialistas prometían Internet a un mega para todos y los populares 240 euros de ayudas para montar una ADSL en casa, por citarles algunos ejemplos de iniciativas que tenían como objetivo colocar a Andalucía a la vanguardia de las nuevas tecnologías.

La crisis se llevó por delante todas las promesas, incluso las que ya estaban funcionando. Y ahora hemos pasado de hablar en los colegios de los centros TIC a garantizar que los alumnos en situación de extrema pobreza tengan garantizadas tres comidas al día. La crisis está arramplando con el futuro, en especial con el día de mañana, que es ese lugar en el tiempo donde se alojaban todas las esperanzas de la generación siguiente. Este pasado martes los expertos alertaron de que Andalucía podía concluir el año con cerca de un millón y medio de parados, y el jueves la EPA certificaba que ya habíamos alcanzado la cifra: Andalucía llegó al primer trimestre de 2013 con 1.473.300 desempleados. Y lo peor es que aún faltan ocho meses para concluir el año, con lo que podemos asegurar que los expertos estaban siendo muy optimistas en sus previsiones.

Garantizar que los niños en las escuelas escuchen las explicaciones del profesor y no el ruido que hacen sus estómagos, es lo mínimo que se le puede pedir a un país civilizado. Por eso resultan una indignidad las críticas a esta iniciativa de la Junta. Una vez dicho esto, habrá que plantearse qué se ha hecho en esta comunidad durante los últimos 30 años para que las estructuras productivas se estén desmoronando por completo y el paro se mantenga diez puntos por encima de la media de España, tanto en época de bonanza como en tiempos de crisis.

Con estos datos, ningún partido político, y menos aún el que lleva al frente del Gobierno durante tres décadas seguidas, debería felicitarse por verse obligado a poner en marcha un plan asistencial para que el 6% de su población infantil no pase hambre. El plan habrá que acometerlo, pero admitirán que no hay necesidad alguna de cacarearlo. No se puede gobernar partiendo de la premisa de que toda la responsabilidad sobre las consecuencias de la crisis económica es de Rajoy y Merkel, máximos hacedores de una política que ha llevado a este país a la insufrible cifra de 6.200.000 parados y a un desempleo entre los jóvenes que supera la tasa del 57%.

Sin embargo, algunas responsabilidades tendrán también aquellos que llevan 30 años al frente del Gobierno de una comunidad autónoma donde la crisis está afectando hasta niveles absolutamente insoportables y socialmente insostenibles. Sobre todo, si hace apenas cinco años nos decían que estábamos a punto de alcanzar el pleno empleo en Andalucía.

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