Alcalde, déjeme que le salude un poquito más
EN México a los aduladores les llaman lambiscones. Y en Cuba, al arte de la lisonja le denominan guataquería. Los chilenos hacen la pata y los venezolanos jalan bolas. La extrema adulación cuando se halaga desvergonzadamente tiene muchos sinónimos, llevados siempre al infinito del peloteo: lisonjear, alabar, agasajar, loar, exaltar, camelar, incensar o embelecar… Hay aduladores profesionales que han hecho meritorias carreras políticas. Y hay quienes se quedaron sin futuro por una alabanza exagerada. La adulación es el recurso de los flojos y muchos adulados perdieron el cargo ahogados en un baño de coba.
La historia reciente está llena de adulados que fueron malísimos aduladores. Aznar fue un gran acumulador de elogios en el PP, pero tuvo escasa fortuna con las alabanzas que él hacía. El que fuera presidente del Gobierno se tiró años afirmando, para adularse asimismo, que reunió a los mejores ministros que tuvo España en su historia y una década después debería sentir vergüenza ajena al rememorar sus sentidas alabanzas. Algunos de sus ministros han pasado por la cárcel o han hecho méritos más que suficientes para terminar en ella. Leire Pajín, la que fue número dos del PSOE, sufrió un día un ataque de guataquería cubana y elevó a hecho histórico para la humanidad la conjunción planetaria que permitió un Gobierno en España con Zapatero y otro en Estados Unidos con Obama. Nadie le había bailado el agua a Zapatero como ella, y aunque ahora lo critican casi todos, el que fuera líder del PSOE tuvo grandes pelotas durante sus dos mandatos.
Rajoy es un personaje extraño en el ámbito del peloteo. A pesar de ser el presidente del Gobierno y del PP, ha sido más adulador que adulado. Nunca ha logrado grandes loas públicas como líder. Por el contrario, tiene en su hemeroteca tardes de gloria jalando bola a compañeros de partido. Desde "intentar hacer en España lo que Jaume Matas y todos vosotros hicisteis en Baleares"; a los cariñosos sms a Bárcenas; pasando por el "ciudadano y político ejemplar" con el que agasajó a Fabra; o, finalmente, ese histórico "yo creo en ti. Y estaré detrás de ti, delante o al lado, me da igual" que dedicó a Francisco Camps en un mitin en Valencia, por citar algunos ejemplos memorables de exaltaciones políticas que producen sonrojo.
Las elecciones son siempre un escenario muy propicio para la adulación. En Málaga, sin ir más lejos, el alcalde Francisco de la Torre, recibió días atrás una de las mayores muestras de peloteo que se recuerdan en una ciudad muy propensa, siempre, al halago fácil. Fue su concejal de Urbanismo, Francisco Pomares, quien, para defender el sobrecoste del Pompidou, lanzó un panegírico de tal nivel que hasta sus compañeros se tuvieron que esconder debajo de los asientos: "Todo el mundo está pendiente de Málaga, todas las revistas culturales (…) Y el mundo se hace una pregunta. ¿Cómo lo han hecho? ¿Cómo es posible? Pues sólo hay una respuesta: con Paco de la Torre, porque en él todo es posible y con él nada es imposible". Después de que el ex edil Antonio Cordero dijera que De la Torre era el mejor alcalde de Málaga desde los Reyes Católicos no se había escuchado nada parecido en la Casona del Parque. Y mira que el presidente del PP había puesto el listón alto. A Elías Bendodo le debió parecer poco los últimos quinientos años de Cordero y elevó a De la Torre a los altares del "mejor alcalde de la historia".
La conjunción campaña electoral -redes sociales ha creado un espacio magnífico para la alabanza. Y twitter se ha convertido es el escenario perfecto para los aplaudidores políticos. Ya no se hace la pelota como antes. Ahora se lleva la lambisconería 2.0 y no hay partido político que no tenga un ejército de especialistas en lisonjas digitales. La gente cambia su cara por el perfil de un candidato y unos tienen el #YoconSusana y otros el #YoconJuanma como seña de identidad virtual. Por eso hay militantes que han llegado a un cargo haciendo méritos en las redes y otros muchos hacen méritos en las redes para que los echen inmediatamente del cargo. Es el sino que pasan los aduladores de 140 caracteres.
Por cierto, en Urbanismo no ha repetido nadie en el puesto desde que De la Torre está de alcalde. Pomares debería recordarlo a la hora de continuar con las alabanzas en su intento de repetir en el cargo. A los aduladores les pasa como a ese soldado que se cuadró delante del capitán nada más entrar en el despacho. Y el mando le dijo al instante: "Ya puede usted bajar la mano". El soldado le respondió: "Mi capitán, déjeme que le salude todavía un poquito más".
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