La semana de los siete días y las 1.460 noches

HA sido un mandato muy difícil para los alcaldes. Con la crisis y la tiesura de las arcas públicas, las tijeras de cortar cintas las tienen oxidadas. En estos cuatro años se han quedado enterradas un montón de primeras piedras a las que nunca les ha sucedido una segunda. Y los cajones de los despachos están llenos de proyectos que no han logrado alcanzar ni la miniatura de una maqueta. El periodo ha sido tan triste en inauguraciones, que un semáforo llegó a congregar en Málaga hasta cuatro concejales dándole a un botón. Y hubo récord nacional de políticos por metro cuadrado en la puesta en servicio de una rotonda en un pueblo de Granada, donde 14 tipos trajeados hacían equilibrismo para colarse en una glorieta de apenas dos metros.

El adelanto electoral de Susana Díaz ha acabado con uno de los momentos más esperados por un alcalde: las olimpiadas del levantamiento de aceras. Se trata de una competición que acontece cada cuatro años en los municipios y a cuya preparación los alcaldes dedican toda la legislatura. A ellas acuden los primeros ediles para sortear varias modalidades. Está la competición de lucha libre por el corte de una cinta; el kilómetro liso de acera asfaltada; el levantamiento de cortinas con placa y dedicatoria; o los saltos de valla para colarse en una foto. Y no hay derecho a que un capricho de la presidenta de la Junta haya acabado con un campeonato tan esperado.

Desde 1995, cuando perdieron las alcaldías en la mayoría de las grandes ciudades andaluzas, al PSOE nunca le han interesado las elecciones municipales. No tiene otra explicación este disgusto que le han dado a los alcaldes. Llevan meses buscando dinero debajo de las piedras para obras; han recorrido la fría estepa rusa para traerse un museo y ahora viene Susana Díaz y los deja con las tijeras oxidadas y rollos y rollos de cintas de banderitas sin desplegar.

Las prisas han chafado el espectáculo. La Ley acota los plazos que limitan las acciones de autobombo antes de una cita con las urnas. Las obras se podrán inaugurar, pero sin publicidad ni fotos ni propaganda. O sea, sin ese espectáculo tan divertido de ver como un montón de gente detrás de otro montón de gente recorren pasillos recién abrillantados y paredes recién pintadas. Recuerdo la inauguración del túnel de la Alcazaba, con Celia Villalobos de alcaldesa. Según iba pasando la comitiva, iban desapareciendo las señalizaciones del suelo. La pintura blanca de los pasos de cebra se quedaba en los zapatos de las autoridades.

La decisión de Susana Díaz afecta, como es lógico, a todos los ayuntamientos, pero adquiere especial relevancia en Málaga donde el alcalde se ha especializado en una gran inauguración por mandato. Y, en esta ocasión, después de la calle Larios y tras el Parque, toca la sede del Centro Pompidou en Málaga. Ya se debió oler algo De la Torre de las intenciones de la presidenta este verano, cuando decidió empezar las obras en el Cubo sin autorización de la Autoridad Portuaria. El alcalde de Málaga siempre ha tenido un sexto sentido para las relaciones con la Junta. Con lo que le gusta darle vueltas a los proyectos, en el Pompidou lo tuvo claro. O empezamos, o no llegamos a tiempo.

Claro que no todo está perdido. Entre las andaluzas y las municipales, la legislación ha dejado libre una semana para pompas y boato. La última semana de marzo es la única que queda en el calendario para el autobombo, y ríanse del récord de políticos por metro cuadrado en la rotonda del pueblo granadino o del desfile de concejales para darle al botón de un semáforo, con la que se nos viene encima.

Son apenas siete días, pero encierran el insomnio de las mil cuatrocientas sesenta noches que tiene una legislatura y los sueños de cuatro años suspirando por lograr otro nuevo mandato.
Foto: El País. 

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