Decencia y compostura
Casi todos los medios sacan hoy referencias a las palabras
más utilizadas por los líderes políticos en el debate de investidura. Cambio,
acuerdo, disyuntiva, conmigo o contra mí, son algunas de ellas. Hay una
palabra, sin embargo, que ha salido muy poco en el debate, que se ha colado casi de hurtadillas, muy de
pasada y con escasa repercusión mediática: la decencia.
Ni una sola de las medidas propuestas por Pedro Sánchez; ni
una sola de las medidas pactadas entre el PSOE o Ciudadanos; ni una sola de las
frases de la réplica de Mariano Rajoy; y ni una sola de las frases del discurso
de Pablo Iglesias, es posible sin la decencia.
En la tribuna del Congreso ha sobrado estrategia política y
han faltado palabras antiguas como la moral y la ética.
Sí, la moral y la
ética, esas normas de convivencia tan difíciles de definir y que dejaron de
tener importancia en política hace mucho tiempo.
La decencia es un apriorismo
en cualquier relación entre seres humanos. Mucho más todavía, entre las
administraciones y sus administrados. No hay nada que haya causada más daño en
España a la credibilidad de la política que el abuso y el robo del dinero
público. Y se ha hablado muy poco en las últimas horas de ello en el Congreso.
A uno le hubiera gustado escuchar un mínimo de autocrítica, de asunción de
responsabilidades públicas, de pedir perdón a los ciudadanos por los errores
cometidos, por tanto mirar hacia otro lado ante demasiados asuntos sangrantes.
De todos en general. Y de algunos en particular.
La decencia también es aseo y compostura. Y con todo el
respeto a sus señorías, pocas muestras de un mínimo sentido de la compostura han
demostrado muchos diputados estas últimas horas en el congreso.
Columna: La Ventana de Andalucía.
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