Europa ¿qué Europa?







EL 13 de mayo de 1939 más de 900 judíos abandonaron Alemania a bordo de un crucero, el Saint Louis. Esperaban llegar a Cuba y de allí viajar a Estados Unidos. La mayoría de sus pasajeros escapaban de un país que acababa de vivir unos de los momentos más determinantes de la historia de Europa en el siglo XX, la denominada Noche de los Cristales Rotos (Kristallnacht), esa madrugada del 10 de noviembre de 1938 donde el nazismo dio el primer aviso de lo que sucedería después. Una multitud destruyó centenares de comercios, quemaron sinagogas, mataron a un centenar de personas a pedradas y mazazos, y casi 30.000 judíos fueron detenidos y enviados a distintos campos de concentración.

El Saint Louis fue uno de los primeros barcos que partió de Alemania con judíos que escapaban del nazismo. Ni logró atracar en Cuba ni consiguieron visados para entrar en Estados Unidos. El barco fue devuelto a Europa y llegó más de un mes después hasta Amberes. Unos lograron alcanzar Francia, otros Bélgica, algunos Holanda y pocos el Reino Unido. Muchos nunca pudieron contar la odisea. 250 de los pasajeros terminaron en campos de exterminio y murieron durante los avances nazis en la Segunda Guerra Mundial. Fue el primer barco de refugiados que nadie quiso: los huidos del nazismo que no encontraron quiénes los acogiera fuera de Alemania. No fueron los únicos, diez meses antes del inicio de la Guerra las fronteras de muchos de los países que luego fueron invadidos por el nazismo cerraron sus puertas a todos los judíos que intentaron escapar de una muerte segura en Alemania.

Terminada la Guerra Mundial más terrorífica que el mundo haya vivido y después de que se abrieran los campos de concentración, muchos de los judíos que sobrevivieron al Holocausto siguieron viviendo un quinario. Asustados de volver a sus lugares de origen, se trasladaron a territorios liberados por los aliados, donde fueron alojados en centros para refugiados. En el año 1947, la cifra de judíos alojados en campamentos superaba los 250.000, la mayoría de ellos pendientes de salir de Europa para establecerse en Palestina, un país bajo mandato del Reino Unido en el que las restricciones a la inmigración judía eran muy fuerte por las objeciones de los países árabes. Aún no se había dividido Palestina en dos mitades, ni se había creado el estado de Israel.

Mucho de lo que se está viviendo en Siria ahora tiene demasiados paralelismos con la triste historia de la Alemania nazi. Son ahora los refugiados sirios los que nadie quiere. Para entender bien el éxodo de este país, hay que repetir hasta la saciedad lo que ha ocurrido en los últimos cinco años de guerra. En el año 2011, Siria tenía 21 millones de habitantes. Según los datos de varias organizaciones humanitarias, durante este conflicto han fallecido más de 270.000 personas, 80.000 civiles y de ellos unos 14.000 niños. Hay doce millones y medio de desplazados, personas que han tenido que abandonar su hogar por la guerra. Siete millones y medio deambulando dentro del país, y cinco millones que han escapado por las distintas fronteras, esencialmente a Turquía y al Líbano, como un paso previo para buscar una entrada en Europa.

Siria es la mayor crisis humanitaria de nuestro tiempo y Europa vuelva a cerrar sus puertas ante la situación de miles de refugiados que se hacinan en sus fronteras huyendo de una guerra cruel y sistemática. Estamos viendo imágenes que nos parecían inimaginables. Y cosas que creíamos imposibles de ver a las puertas de Europa: niños forzados a comer hojas hervidas o pienso para animales; niños que llegan a la vida en medio de un barrizal; minusválidos cruzando ríos de aguas heladas y miles y miles de personas tirándose al mar para poder llegar arrastrándose a la costa, unos con vida y demasiados sin ella. Cuando el escritor Elie Wiesel, un por entonces ya anciano sobreviviente de los campos de concentración del nazismo, acudió en 1989 a las Naciones Unidas para hablar sobre el Holocausto, pronunció una de las frases más tristes que haya escrito nadie sobre la historia de la humanidad y sobre la indiferencia. "Durante mucho tiempo nuestro único y miserable consuelo fue creer que Auschwitz y Treblinka eran secretos muy bien guardados; que los líderes del mundo libre no sabían lo que estaba pasando detrás de esos portales negros y ese alambra de púas, que no tenían conocimiento de la guerra contra los judíos que los ejércitos de Hitler y sus cómplices libraban como parte de la guerra contra los aliados. Si lo supiera, pensábamos, los líderes habrían removido cielo y tierra para tomar cartas en el asunto. Se habían pronunciado con gran valor y convicción. Habrían bombardeado las vías de tren a Birkenau; sólo las vías del tren, sólo una vez…. Y entonces descubrimos que el Pentágono lo sabía, que el Departamento de Estado lo sabía".

Todo lo que está ocurriendo en la guerra de Siria lo sabemos. No tenemos, tan siquiera, el miserable consuelo de justificarnos en que se trata de un secreto bien guardado. La guerra, los muertos, los bombardeos, el dictador Bashar al-Ásad, los terroristas del ISIS, el petróleo, el gas, los refugiados, los aliados, Rusia, China… los intereses estratégicos, los económicos y los políticos. Y con ello la noche de los cristales rotos, de las casas rotas, de los hospitales rotos y de los refugiados rotos. El atentado del martes en Bruselas, ese que tanto nos ha conmovido, es parte de lo misma tragedia. Sus autores forman parte del mismo grupo de ombatientes de una guerra que ha desolado Siria y que nos amenaza a todos. Los muertos, sin embargo, son más muertos en Europa que fuera de ella.



Hay un apartado en el Tratado de Lisboa que habla de la dignidad. Y su primer artículo dice: La dignidad humana es inviolable. Será respetada y protegida. Jaume Cabré, es un escritor catalán, que realizó hace unos años una de las grandes novelas sobre la historia de Europa. Un libro de más un mil páginas con un minucioso relato de los últimos 600 años de la historia de occidente. El libro se llama "Yo confieso" y en él su autor dice que toda la historia de Europa, es una historia de crueldades, violencias, constituciones de países después de guerras, luchas de fronteras y de religiones. La Unión Europea nació de una guerra, de la Segunda Guerra Mundial, y su creación ha propiciado el periodo más largo de paz y prosperidad que ha tenido el Viejo Continente en mucho tiempo. Sería bueno no olvidar lo que dijimos un día que nadie debía olvidar para que no volviera a ocurrir. Estos días, echando una mirada atrás, se descubre que demasiadas cosas que nos pasan ahora son parecidas a otras que nos pasaron antes.

Artículo publicado en Málaga Hoy. Con ilustración de Daniel Rosell.

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